Nueva Gerona, Isla de la Juventud, mayo 21 de 2009, (SDP-Isla Press) Corría el año 1969 y la Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud) se llenaba de jóvenes columnistas que venían a apoyar el proceso revolucionario en sectores como la agricultura y la construcción. Contingentes de empleados de diferentes ministerios de la capital eran movilizados para trabajar en diferentes esferas en Nueva Gerona y otros poblados.
Sin embargo, la calidad y la eficiencia dejaban mucho que desear, con las consiguientes quejas de la población Pinera. Los cuadros o directivos de aquel entonces decidieron reestructurar la dirección de los sectores y establecer un sistema de emulación que dinamizara las actividades y formas de trabajar de estos jóvenes. Con esto se perseguía que hubiera calidad y eficiencia en los servicios y cumplimiento de la jornada laboral, los trabajos voluntarios, etc.
El estímulo para los ganadores sería un gallardete. La empresa perdedora, según el reglamento, recibiría un chivo que bautizaron como Pancho Tareco. Durante un mes, los trabajadores tendrían que cuidarlo, alimentarlo y hasta bañarlo.
Los paseos obligatorios como mínimo una vez por semana del chivo por las calles principales de Gerona eran otro bochorno para los rezagados y un llamado a los ganadores a mantener el gallardete.
Con estas actividades obligatorias, disminuyeron las quejas de la población, la higiene de los centros mejoró al igual que disminuyeron el ausentismo y otras malas conductas.
El reglamento además establecía que el organismo que más veces obtuviera el primer lugar, durante un año, recibía como premio disfrutar a Pancho Tareco en una cena con sus trabajadores.
En otras palabras, los perdedores lo engordaban y los ganadores se lo comían.
Dos meses antes del chequeo final, Pancho Tareco desapareció de la Empresa de Comercio Interior, que lo cuidaba durante ese mes.
Sin embargo, la calidad y la eficiencia dejaban mucho que desear, con las consiguientes quejas de la población Pinera. Los cuadros o directivos de aquel entonces decidieron reestructurar la dirección de los sectores y establecer un sistema de emulación que dinamizara las actividades y formas de trabajar de estos jóvenes. Con esto se perseguía que hubiera calidad y eficiencia en los servicios y cumplimiento de la jornada laboral, los trabajos voluntarios, etc.
El estímulo para los ganadores sería un gallardete. La empresa perdedora, según el reglamento, recibiría un chivo que bautizaron como Pancho Tareco. Durante un mes, los trabajadores tendrían que cuidarlo, alimentarlo y hasta bañarlo.
Los paseos obligatorios como mínimo una vez por semana del chivo por las calles principales de Gerona eran otro bochorno para los rezagados y un llamado a los ganadores a mantener el gallardete.
Con estas actividades obligatorias, disminuyeron las quejas de la población, la higiene de los centros mejoró al igual que disminuyeron el ausentismo y otras malas conductas.
El reglamento además establecía que el organismo que más veces obtuviera el primer lugar, durante un año, recibía como premio disfrutar a Pancho Tareco en una cena con sus trabajadores.
En otras palabras, los perdedores lo engordaban y los ganadores se lo comían.
Dos meses antes del chequeo final, Pancho Tareco desapareció de la Empresa de Comercio Interior, que lo cuidaba durante ese mes.
La policía, la Seguridad del Estado y hasta la contrainteligencia se desgastaron en su búsqueda durante varios días. Nunca se supo que fue del chivo. De Pancho Tareco solo quedó el recuerdo y el gusto de quienes lo devoraron.
Hace poco menos de un mes, el órgano oficial Victoria convocó a todos los que participaron en el rapto y la cena del chivo Pancho Tareco que escribieran a la redacción del periódico. Victoria animó a los raptores, que no teman, que por los años trascurridos, están exonerados de las leyes. Solo sienten curiosidad y deseos de publicar los nombres de los que se comieron al chivo.
Hasta el momento de escribir esta nota y según informaciones de un trabajador de este periódico local, ningún candidato se había presentado a denunciarse a si mismo
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