Santos Suárez, La Habana, noviembre 6 de 2008, (SDP) Me excuso ante Billy Wilder por tomarle prestado el título de su excelente comedia, pero voy a tratar acerca de otros personajes, quienes también han preferido quemarse.
En esta otra película, que comenzó 15 años atrás, con la ley 141 de septiembre del 1993, la cual derogó a su similar del 3 de julio de 1978 (casualmente otros 15 años atrás), legitimadoras ambas del trabajo por cuenta propia, pues la denominación trabajo privado al parecer suena demasiado burguesa.
El protagonista ideal de ambas normativas es serio y respetuoso de la legalidad…bueno, cuando termine este artículo habrá sufrido cierta metamorfosis, encarna a miles de cubanos reales. Pasemos a contar sus tribulaciones.
Casimiro Buenavista, reparador de espejuelos, contaba con licencia para ello desde 1978. Durante esos 15 años, era el llamado Poder Popular el organismo que regía esta actividad y Casimiro no confrontó dificultades para trabajar. El impuesto era aceptable y los inspectores, casi siempre mujeres, se notaban capacitadas, tanto por su educación como por su decoro y profesionalidad. No todo era color rosado, pero se podía desempeñar el oficio con tranquilidad.
Llegó la década del 90 y, con ella, el llamado Periodo Especial. Una nueva ley, la 141 del 1993, dio más libertad, se ampliaron las licencias y la república completa se llenó de sombrillas en todas sus esquinas, cobijando a alguien que vendía o reparaba algo, pero (siempre hay un pero al asecho), a Casimiro le subieron el impuesto un 100%, de 10 a 20 pesos y los inspectores comenzaron a aparecer como hormigas alrededor del azúcar.
Por supuesto, Casimiro y la mayoría de estos trabajadores, conocían lo esencial del reglamento de la nueva ley, pues cuando acudieron a recoger sus nuevas licencias, fueron obsequiados con un papel de color rojo en el que aparece sólo el capítulo III (Normas de conducta que debe cumplir el trabajador por cuenta propia). El buen Casimiro desconocía que la sexta disposición final de la ley autorizaba por un lado al Ministerio del Trabajo y por otro al de Finanzas para que dictaran cuantas regulaciones estimasen pertinentes. Así fue que después de la liberal ley 141, le vinieron encima a Casimiro la Resolución conjunta No 1 de 1993 de los Ministerios del Trabajo y las Finanzas ; la 10-96, que regula el pago de anuncios y de propaganda comercial; el Acuerdo No 84 del CAM ( Consejo de Administración Municipal, entidad que ha suplantado en la rectoría del Trabajo por cuenta propia al llamado Poder Popular); el Acuerdo No 57 del 1998 del propio CAM; el Decreto Ley 174 del 1997 que establece la cuantía de las multas. Consecuencia de todo ese esfuerzo burocrático jurídico es la hemorragia de inspectores, parte de los cuales vive de extorsionar a estos trabajadores, amenazándolos con multas y decomisos de todo tipo.
Desgraciadamente, la mayoría de las víctimas ha cedido bajo estas presiones, tratando de mantener su licencia a toda costa. Se da también la circunstancia en otros que llegan a ´¨justificar¨ estas acciones, padeciendo de lo que los psicólogos han llamado antes el ¨Síndrome de Helsinski¨ y actualmente se conoce como de Estocolmo, cuando las víctimas de secuestros u otros desmanes se identifican con sus victimarios.
Volvamos al amigo Casimiro. Abrumado por impuestos y multas, encabronado por haber tenido que abandonar el punto céntrico donde trabajaba; obligado a retirar el cartelito que lo identificaba, a pesar de que la Resolución 10 del 1996 los reconocía como informativos. Totalmente desencantado, al verse peloteado de un organismo a otro, Casimiro optó por entregar la desdichada Licencia y marcharse de Cuba.
Como hijo de madre española, comenzó las gestiones para hacerse ciudadano español y cuál no sería su sorpresa, al encontrarse en la embajada del Reino de España en La Habana con la misma hecatombe burocrática de la que huía.
La última vez que lo vi., Casimiro me contó que había mandado para donde se merecía a un funcionario hispano, quien había culpado del caos al personal cubano que labora allí. ¨He vivido estos últimos años como si fuese el protagonista de La Muerte de un Burócrata¨y de Suite Habana juntos¨me aclaró.
Hoy, Casimiro deambula por las calles después de las 4 o las 5 de la tarde, cuando ya no circulan los inspectores, voceando sus servicios. Lo mismo repara una máquina de coser que un ventilador, ocasionalmente vende flores. Lo de España se fue a la puñeta: prefiero andar clandestino aquí que en un país extraño.¨ Casimiro es uno de los muchos cubanos que deambulan luchando su pan de cada día. Son los que han preferido quemarse o, dicho más cubanamente, incinerarse.
primaveradigital@gmail.com
En esta otra película, que comenzó 15 años atrás, con la ley 141 de septiembre del 1993, la cual derogó a su similar del 3 de julio de 1978 (casualmente otros 15 años atrás), legitimadoras ambas del trabajo por cuenta propia, pues la denominación trabajo privado al parecer suena demasiado burguesa.
El protagonista ideal de ambas normativas es serio y respetuoso de la legalidad…bueno, cuando termine este artículo habrá sufrido cierta metamorfosis, encarna a miles de cubanos reales. Pasemos a contar sus tribulaciones.
Casimiro Buenavista, reparador de espejuelos, contaba con licencia para ello desde 1978. Durante esos 15 años, era el llamado Poder Popular el organismo que regía esta actividad y Casimiro no confrontó dificultades para trabajar. El impuesto era aceptable y los inspectores, casi siempre mujeres, se notaban capacitadas, tanto por su educación como por su decoro y profesionalidad. No todo era color rosado, pero se podía desempeñar el oficio con tranquilidad.
Llegó la década del 90 y, con ella, el llamado Periodo Especial. Una nueva ley, la 141 del 1993, dio más libertad, se ampliaron las licencias y la república completa se llenó de sombrillas en todas sus esquinas, cobijando a alguien que vendía o reparaba algo, pero (siempre hay un pero al asecho), a Casimiro le subieron el impuesto un 100%, de 10 a 20 pesos y los inspectores comenzaron a aparecer como hormigas alrededor del azúcar.
Por supuesto, Casimiro y la mayoría de estos trabajadores, conocían lo esencial del reglamento de la nueva ley, pues cuando acudieron a recoger sus nuevas licencias, fueron obsequiados con un papel de color rojo en el que aparece sólo el capítulo III (Normas de conducta que debe cumplir el trabajador por cuenta propia). El buen Casimiro desconocía que la sexta disposición final de la ley autorizaba por un lado al Ministerio del Trabajo y por otro al de Finanzas para que dictaran cuantas regulaciones estimasen pertinentes. Así fue que después de la liberal ley 141, le vinieron encima a Casimiro la Resolución conjunta No 1 de 1993 de los Ministerios del Trabajo y las Finanzas ; la 10-96, que regula el pago de anuncios y de propaganda comercial; el Acuerdo No 84 del CAM ( Consejo de Administración Municipal, entidad que ha suplantado en la rectoría del Trabajo por cuenta propia al llamado Poder Popular); el Acuerdo No 57 del 1998 del propio CAM; el Decreto Ley 174 del 1997 que establece la cuantía de las multas. Consecuencia de todo ese esfuerzo burocrático jurídico es la hemorragia de inspectores, parte de los cuales vive de extorsionar a estos trabajadores, amenazándolos con multas y decomisos de todo tipo.
Desgraciadamente, la mayoría de las víctimas ha cedido bajo estas presiones, tratando de mantener su licencia a toda costa. Se da también la circunstancia en otros que llegan a ´¨justificar¨ estas acciones, padeciendo de lo que los psicólogos han llamado antes el ¨Síndrome de Helsinski¨ y actualmente se conoce como de Estocolmo, cuando las víctimas de secuestros u otros desmanes se identifican con sus victimarios.
Volvamos al amigo Casimiro. Abrumado por impuestos y multas, encabronado por haber tenido que abandonar el punto céntrico donde trabajaba; obligado a retirar el cartelito que lo identificaba, a pesar de que la Resolución 10 del 1996 los reconocía como informativos. Totalmente desencantado, al verse peloteado de un organismo a otro, Casimiro optó por entregar la desdichada Licencia y marcharse de Cuba.
Como hijo de madre española, comenzó las gestiones para hacerse ciudadano español y cuál no sería su sorpresa, al encontrarse en la embajada del Reino de España en La Habana con la misma hecatombe burocrática de la que huía.
La última vez que lo vi., Casimiro me contó que había mandado para donde se merecía a un funcionario hispano, quien había culpado del caos al personal cubano que labora allí. ¨He vivido estos últimos años como si fuese el protagonista de La Muerte de un Burócrata¨y de Suite Habana juntos¨me aclaró.
Hoy, Casimiro deambula por las calles después de las 4 o las 5 de la tarde, cuando ya no circulan los inspectores, voceando sus servicios. Lo mismo repara una máquina de coser que un ventilador, ocasionalmente vende flores. Lo de España se fue a la puñeta: prefiero andar clandestino aquí que en un país extraño.¨ Casimiro es uno de los muchos cubanos que deambulan luchando su pan de cada día. Son los que han preferido quemarse o, dicho más cubanamente, incinerarse.
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