Santa Clara, Villa Clara, noviembre 6 de 2008, (Cubanacán Press) La Santería es una religión afrocubana que agrupa a las sociedades de Abakuas, Yoruba, Regla de Ocha, Regla Conga, Regla Arará y Regla Yebbe. Todas fueron traídas a esta isla desde el continente africano por esclavos que vinieron a sustituir a la población aborigen, diezmada por los conquistadores.
Los esclavos fueron fuente de creación de las riquezas de aquellas sociedades feudales y esclavistas. Los látigos eran los instrumentos utilizados por los dueños, para obligarlos a trabajar largas, extenuantes e intensas jornadas laborales por el recibo solo del alimento indispensable para mantenerse físicamente aptos para la procreación.
En sus cultos, reflejaban sus creencias religiosas, siempre ligadas a sus antepasados, a los que rendían tributo como a seres inmortales. En ellos se apoyaban para enfrentarse a los amos, y también para combatir las epidemias y desastres naturales, cuestiones consideradas por los hombres de aquellos tiempos, designios del más allá.
Cientos de miles, por no decir millones que se consideran santeros, católicos o cristianos protestantes, en momentos difíciles en sus vidas apelan a Santa Bárbara, a la Virgen de la Caridad, a San Lázaro, a la Virgen de Regla. En el sincretismo religioso cubano son lo mismo que Changó, Ochún, Babalú Ayé, Eleguá o Yemayá.
Desde la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana y la adopción del Marxismo-Leninismo como ideología de Estado, comenzó una feroz persecución contra los creyentes de cualquier denominación religiosa, de la que no estuvo exenta la Santería.
Desde los primeros años, hijos de esta religión se vieron limitados en la celebración de rituales como hacer ofrendas públicas o realizar sacrificios de animales. Como no recibían el permiso de las autoridades, esto obligó a hacer los mismos de manera clandestina. Hasta los toques de tambor fueron prohibidos.
Muchos santeros fueron encarcelados por Peligrosidad Social Pre-Delictiva. Practicantes de estos cultos de origen africano llenaron las cárceles establecidas a lo largo y ancho del país. Muchos fueron cautivos en las Unidades de Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), verdaderos campos de concentración.
Con las tímidas reformas económicas que se aplicaron en el país, hubo ciertas libertades para los partidarios de esta religión. Miles se incorporaron a las mismas en sus diferentes modalidades. Los templos comenzaron nuevamente a llenarse. Gran número de hombres y mujeres usaron los vestidos y collares que los identificaban.
Pulsos de Orula en las muñecas de muchos de cubanos, en especial de jóvenes de ambos sexos, evidencian como a pesar de toda la labor ideológica desplegada por el partido único, no pudieron embotar por mucho tiempo la mente de la ciudadanía, la cual rechazó el materialismo vulgar y un ateísmo inconsecuente.
En la época de la esclavitud, el repiquetear del tambor llamaba a la resistencia frente al amo despiadado, autoritario y abusador. Hoy, pese al espacio abierto, el santero, con todas las limitaciones impuestas a sus ritos y ceremonias, clama por el cambio democrático para la Sociedad Civil y la Libertad de Cultos.
primaveradigital@gmail.com
Los esclavos fueron fuente de creación de las riquezas de aquellas sociedades feudales y esclavistas. Los látigos eran los instrumentos utilizados por los dueños, para obligarlos a trabajar largas, extenuantes e intensas jornadas laborales por el recibo solo del alimento indispensable para mantenerse físicamente aptos para la procreación.
En sus cultos, reflejaban sus creencias religiosas, siempre ligadas a sus antepasados, a los que rendían tributo como a seres inmortales. En ellos se apoyaban para enfrentarse a los amos, y también para combatir las epidemias y desastres naturales, cuestiones consideradas por los hombres de aquellos tiempos, designios del más allá.
Cientos de miles, por no decir millones que se consideran santeros, católicos o cristianos protestantes, en momentos difíciles en sus vidas apelan a Santa Bárbara, a la Virgen de la Caridad, a San Lázaro, a la Virgen de Regla. En el sincretismo religioso cubano son lo mismo que Changó, Ochún, Babalú Ayé, Eleguá o Yemayá.
Desde la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana y la adopción del Marxismo-Leninismo como ideología de Estado, comenzó una feroz persecución contra los creyentes de cualquier denominación religiosa, de la que no estuvo exenta la Santería.
Desde los primeros años, hijos de esta religión se vieron limitados en la celebración de rituales como hacer ofrendas públicas o realizar sacrificios de animales. Como no recibían el permiso de las autoridades, esto obligó a hacer los mismos de manera clandestina. Hasta los toques de tambor fueron prohibidos.
Muchos santeros fueron encarcelados por Peligrosidad Social Pre-Delictiva. Practicantes de estos cultos de origen africano llenaron las cárceles establecidas a lo largo y ancho del país. Muchos fueron cautivos en las Unidades de Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), verdaderos campos de concentración.
Con las tímidas reformas económicas que se aplicaron en el país, hubo ciertas libertades para los partidarios de esta religión. Miles se incorporaron a las mismas en sus diferentes modalidades. Los templos comenzaron nuevamente a llenarse. Gran número de hombres y mujeres usaron los vestidos y collares que los identificaban.
Pulsos de Orula en las muñecas de muchos de cubanos, en especial de jóvenes de ambos sexos, evidencian como a pesar de toda la labor ideológica desplegada por el partido único, no pudieron embotar por mucho tiempo la mente de la ciudadanía, la cual rechazó el materialismo vulgar y un ateísmo inconsecuente.
En la época de la esclavitud, el repiquetear del tambor llamaba a la resistencia frente al amo despiadado, autoritario y abusador. Hoy, pese al espacio abierto, el santero, con todas las limitaciones impuestas a sus ritos y ceremonias, clama por el cambio democrático para la Sociedad Civil y la Libertad de Cultos.
primaveradigital@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario