Cienfuegos, noviembre 6 de 2008, (Jagua Press) Desde que Raúl Castro tomara las riendas del poder, su administración ha venido implementando una serie de políticas que, mas que una estrategia coherente, nos parece un suicidio a lo kamikaze.
Dos grandes errores han cometido a mi juicio, si lo analizamos desde la perspectiva de una dictadura totalitaria que no está dispuesta a ceder el mando. Primero, haber levantado demasiadas expectativas dentro y fuera de la isla con aquello del cambio. Segundo, los actuales intentos que realiza el régimen, dirigidos a marchitar al omnipresente mercado negro.
El primer error al que he hecho alusión, fue la estrategia desplegada por la nomenclatura en busca de comprarle tiempo al novel gobernante. Carente de autoridad y sin las dotes carismáticas del hermano, Raúl y comparsa sabían que su mandato solo era posible, si lograba estructurar una jefatura conformada por los “históricos”, el grupo de octogenarios cuyas manos ensangrentadas no pueden ser lavadas.
Urgía comprar tiempo para apartar a los molestos timoratos que veían en la salida del caudillo, la oportunidad ideal para despejarle el camino a la reforma. Fue así que el aventajado aprendiz de Maquiavelo aplicó la técnica del Sumo, para sacar a los posibles reformistas del ruedo político, utilizando el tema de las reformas y presentándose a si mismo como el Gorbachov del Caribe.
Si bien es cierto que la táctica cumplió su cometido, también es verdad, que al pasar el tiempo y no verse satisfechas las perspectivas de mejoras, se ha generado un sentimiento de desilusión, no sólo ya entre tecnócratas, más grave aún, dentro de la ciudadanía, que al ver sus anhelos colgados en la percha del olvido, se ha sacudido los miedos que antaño le obligaba hacer mutis y ha comenzado a exteriorizar el repudio que las faltas de libertades y el inmovilismo han hecho germinar en su corazón.
El segundo error, todavía en proceso, legará al gobierno un costo político aun mayor, que pudiera atentar contra sus intenciones de permanencia perpetua. No es un secreto para nadie que el sistema político actual perdió hace ya buen tiempo, uno de los pilares sobre el que se sustentaba – la ideología. En busca de restablecer el equilibrio que tal pérdida supuso, su función motivadora fue suplida por la ganancia personal que la corruptela aporta a quienes parasitariamente se alimentan de las estructuras del Estado, viviendo para sí, sin interesarse por el bien común.
Paradójicamente mientras en el ámbito económico el comercio subterráneo vampiriza los recursos del estado, de cierta manera ha servido para establecer una suerte de conformismo por parte de todo el que “escapa” vocablo utilizado para identificar a aquellos, que cubren al menos sus necesidades primarias, a partir de las oscuras transacciones que ejecutan.
Ante la monumental crisis económica que galopa sobre la isla, y en vista de preservar su papel de benefactor social, el régimen ha arremetido contra las llamadas ilegalidades, en las cuales se haya involucrado un sector poblacional mayoritario que tiene presencia en todos los estratos de la sociedad. La arremetida policial ha barrido con el modus vivendi de los mercaderes clandestinos y los ha sumado en la fila de los descontentos.
Al final tenemos que por primera vez confluyen en un mismo punto los tres actores mayoritarios de la comunidad; los opositores políticos, los reformistas y los operadores del Mercado Negro. Todos unidos por un sentimiento de repulsa al orden social presente, hecho que hace caminar a la jefatura de Raúl Castro “Por el filo de la navaja”
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