Habana Vieja, La Habana, noviembre 6 de 2008 (SDP) Vivo en una ventilada habitación de la tropical Habana Vieja, sin seres humanos a mi lado que contradigan mis opiniones. Mi casa es un gobierno, una nación, un imperio.
Los únicos seres que forman parte del imperio de mi soledad son las cucarachas, los mosquitos y las hormigas, que son mi pueblo que me ama, aunque en ocasiones, debo luchar contra guayabitos infiltrados con intenciones terroristas.
En mi imperio, mis únicos aliados reales son los libros, sumisos, obedientes, silenciosos. Cuando alguno contradice mi opinión, lo encierro en la cárcel del librero.
En tiempos remotos fui capaz de soportar la democracia de enamorarme y compartir mi soberanía con otros seres humanos. Fue mi etapa de aprendiz. Ahora soy feliz. Me siento realizado desde que descubrí que el más grande placer de la existencia es ser dictador.
El hormiguero de mi pueblo ni siquiera teme cuando camino dentro de la habitación y los aplasto con mis chancletas. Son felices con el sufrimiento que les he construido.
De mis súbditos, sólo me cuido de los mosquitos. Tienen vida corta, pero mientras viven, cobran mucha sangre por las informaciones importantes que me susurran al oído.
Yo he decretado clasificar a mi población mediante censo. Ninguno ha sido olvidado. A todos les he otorgado un número.
Rodeado de mis fieles cucarachas he alcanzado la plenitud del Poder. A ellas también las aplasto de vez en cuando, como me resulta inevitable hacerlo con las hormigas cuando camino por mi casa. La diferencia consiste en que las cucarachas sí sufren. Las muy estúpidas, con el tiempo me toman cariño. Pero yo soy un Dictador. Sólo me quiero a mí mismo. Y a veces, aunque me son fieles, me enfurezco sin motivo alguno y las hago reventar con las suelas de mis chancletas. El sonido que hacen cuando explotan me causa placer.
Mi único y verdadero enemigo es el sol. A ese sí que le temo, pues jamás he doblado el lomo. Toda mi vida la he pasado viviendo de la muela, que es el único placer y poder con que cuento para controlar a los insectos de mi casa.
No sé si con esta breve descripción de mí mismo he logrado demostrar que en mi casa mando yo.
primaveradigital@gmail.com
Los únicos seres que forman parte del imperio de mi soledad son las cucarachas, los mosquitos y las hormigas, que son mi pueblo que me ama, aunque en ocasiones, debo luchar contra guayabitos infiltrados con intenciones terroristas.
En mi imperio, mis únicos aliados reales son los libros, sumisos, obedientes, silenciosos. Cuando alguno contradice mi opinión, lo encierro en la cárcel del librero.
En tiempos remotos fui capaz de soportar la democracia de enamorarme y compartir mi soberanía con otros seres humanos. Fue mi etapa de aprendiz. Ahora soy feliz. Me siento realizado desde que descubrí que el más grande placer de la existencia es ser dictador.
El hormiguero de mi pueblo ni siquiera teme cuando camino dentro de la habitación y los aplasto con mis chancletas. Son felices con el sufrimiento que les he construido.
De mis súbditos, sólo me cuido de los mosquitos. Tienen vida corta, pero mientras viven, cobran mucha sangre por las informaciones importantes que me susurran al oído.
Yo he decretado clasificar a mi población mediante censo. Ninguno ha sido olvidado. A todos les he otorgado un número.
Rodeado de mis fieles cucarachas he alcanzado la plenitud del Poder. A ellas también las aplasto de vez en cuando, como me resulta inevitable hacerlo con las hormigas cuando camino por mi casa. La diferencia consiste en que las cucarachas sí sufren. Las muy estúpidas, con el tiempo me toman cariño. Pero yo soy un Dictador. Sólo me quiero a mí mismo. Y a veces, aunque me son fieles, me enfurezco sin motivo alguno y las hago reventar con las suelas de mis chancletas. El sonido que hacen cuando explotan me causa placer.
Mi único y verdadero enemigo es el sol. A ese sí que le temo, pues jamás he doblado el lomo. Toda mi vida la he pasado viviendo de la muela, que es el único placer y poder con que cuento para controlar a los insectos de mi casa.
No sé si con esta breve descripción de mí mismo he logrado demostrar que en mi casa mando yo.
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