Arroyo Naranjo, La Habana, mayo 21 de 2009 (SDP) Cuba celebró por segunda vez, en esta ocasión con 24 horas de antelación, el Día Mundial contra la Homofobia. La premura no fue motivada por el exceso de entusiasmo o el remordimiento de los mandantes homo fóbicos de ayer, que casi en pleno son los mismos de hoy y siguen sin arrepentirse absolutamente de nada. El Día del Orgullo Gay se celebró (sin llamarlo así) el sábado 16 de mayo porque el domingo 17 se cumplían los 50 años de la Primera Ley de Reforma Agraria. “Ese tipo de gentes”, que no hace tanto eran tenidos por enfermos, pervertidos y antisociales, podía empañar la celebración del medio siglo de un acontecimiento que el Comandante alguna vez calificó como “el comienzo de nuestra verdadera independencia”. No importa que ahora mismo los campos estén invadidos por el marabú, haya que comprar al contado la mayor parte de la comida a los yanquis y los guajiros pidan a gritos una nueva reforma agraria.
Los festejos en el Pabellón Cuba empezaron con saltimbanquis y congas. Fue como todo lo que semeje algún tipo de apertura: con destino al exterior. Lo demás, películas, folletos, condones, banderas con los colores del arco iris y una función del Ballet de Liz Alfonso. El lema, aunque no tanto el jolgorio, fue el mismo del año pasado: “La diversidad es natural”.
Mariela Castro, a pesar de sus palabras en el Pabellón Cuba y del entusiasmo en su carita adorable, no se hace muchas ilusiones respecto a su cruzada desde que arrancó, no se sabe por orden de quien, la contrarreforma de los retranqueros. Hace unos días, en una conferencia en una universidad canadiense, se quejó de la homofobia entre los soldados y oficiales del ejército de su papá y confesó que a veces tiene la impresión de que libra una batalla perdida de antemano.
Se tiene que sentir así si le han comentado el accionar contra los gays de la policía (también de su papá) y si leyó un reciente artículo de la revista Somos Jóvenes, que parece haber sido escrito en los tiempos del parametraje y es una verdadera joyita de prosa periodística homofóbica.
Se dice que por el Ministerio de Salud Pública andan preocupados por ciertas estadísticas que arrojan cifras extremadamente altas de homosexuales y bisexuales. Tal vez son las que motivaron al autor del artículo de Somos Jóvenes. Pero no hay que alarmarse con el regreso de las cacerías de locas y las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. No es que por el MINSAP vuelvan a considerar la homosexualidad como una patología. Lo que preocupa es que producto de los prejuicios y la homofobia, las enfermedades de transmisión sexual aumentan en el país.
De cualquier modo, “la perrísima Mariela” (como la llaman ciertos maricones que disfrutan los llamen así y no de otro modo) no se desanima y hace lo que puede en el intento de convencer a papá y sus generales. Perfecto, aunque la princesa Mariela sólo defienda los derechos de los homosexuales (que por muchos que sean, no son mayoría) aplausos. Donde nadie tiene derechos, por los derechos de alguien hay que empezar. Pero para aliviar las culpas de sus parientes y sus subordinados, que no nos quiera hacer sentir culpables con la historieta de que somos un pueblo muy machista.
Es cierto. Aprendimos desde pequeños que los varones no lloran, no juegan de manos, hablan fuerte y se fajan. Que en las becas había que hacerse respetar y en los cines mantener a distancia a los tipos de modales extraños y mirada rara. Pero jamás golpeé, como hacía la policía, a alguno de los gays que nos acosaban a los pepillos por Coppelia, Guanabo o Santa María del Mar.
Es más, recuerdo haberme fajado más de una vez por defender a mi socio Lazarito Barbachán, un mulato de Luyanó, cuyo único pecado era que sin proponérselo, miraba como Diana Ross. Los profesores y algunos atorrantes que militaban en la Juventud Comunista, querían hacerle pasar el purgatorio y el infierno en aquella escuela de becas. Obviamente, los que usábamos su radio VEF para escuchar la WQAM, compartíamos la comida que traía de su casa y tomábamos prestada su ropa siempre a la moda, no podíamos permitirlo.
Descubrí, muchos años antes de la cruzada de Mariela y el CENESEX, cuando aún los perseguían por antisociales, que los gays, como cualquiera, pueden ser buenos amigos que no necesariamente estén interesados en agarrarte la bragueta o irse a la cama contigo. Pueden ser magníficos vecinos, compañeros de trabajo, profesores, cómplices en la conquista de la mujer de tus sueños, estilistas de tus greñas rebeldes, cocineros providenciales, médicos de cabecera, intérpretes privados al piano de Rachmaninov y Michel Legrand, verdaderas enciclopedias cinematográficas y literarias, expertos en preparar y servir el té, etc.
Pero Mariela Castro descubrió el agua tibia y quiere enseñarnos, con lo machistas que somos, sino a amar a los homosexuales, al menos a tolerarlos. Precisamente ahora, que con tantos problemas y en medio de tal desastre, lo que menos importa es lo que cada cual haga con su…orientación sexual. ¡Qué pena que Mariela fuera una niña en aquellos años en que la revolución olía a pólvora, sangre y testosterona! Tal vez si entonces hubiera conquistado los derechos para los homosexuales, ahora tuviera tiempo de ocuparse de los derechos del resto de los cubanos…
luicino2004@yahoo.com
Los festejos en el Pabellón Cuba empezaron con saltimbanquis y congas. Fue como todo lo que semeje algún tipo de apertura: con destino al exterior. Lo demás, películas, folletos, condones, banderas con los colores del arco iris y una función del Ballet de Liz Alfonso. El lema, aunque no tanto el jolgorio, fue el mismo del año pasado: “La diversidad es natural”.
Mariela Castro, a pesar de sus palabras en el Pabellón Cuba y del entusiasmo en su carita adorable, no se hace muchas ilusiones respecto a su cruzada desde que arrancó, no se sabe por orden de quien, la contrarreforma de los retranqueros. Hace unos días, en una conferencia en una universidad canadiense, se quejó de la homofobia entre los soldados y oficiales del ejército de su papá y confesó que a veces tiene la impresión de que libra una batalla perdida de antemano.
Se tiene que sentir así si le han comentado el accionar contra los gays de la policía (también de su papá) y si leyó un reciente artículo de la revista Somos Jóvenes, que parece haber sido escrito en los tiempos del parametraje y es una verdadera joyita de prosa periodística homofóbica.
Se dice que por el Ministerio de Salud Pública andan preocupados por ciertas estadísticas que arrojan cifras extremadamente altas de homosexuales y bisexuales. Tal vez son las que motivaron al autor del artículo de Somos Jóvenes. Pero no hay que alarmarse con el regreso de las cacerías de locas y las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. No es que por el MINSAP vuelvan a considerar la homosexualidad como una patología. Lo que preocupa es que producto de los prejuicios y la homofobia, las enfermedades de transmisión sexual aumentan en el país.
De cualquier modo, “la perrísima Mariela” (como la llaman ciertos maricones que disfrutan los llamen así y no de otro modo) no se desanima y hace lo que puede en el intento de convencer a papá y sus generales. Perfecto, aunque la princesa Mariela sólo defienda los derechos de los homosexuales (que por muchos que sean, no son mayoría) aplausos. Donde nadie tiene derechos, por los derechos de alguien hay que empezar. Pero para aliviar las culpas de sus parientes y sus subordinados, que no nos quiera hacer sentir culpables con la historieta de que somos un pueblo muy machista.
Es cierto. Aprendimos desde pequeños que los varones no lloran, no juegan de manos, hablan fuerte y se fajan. Que en las becas había que hacerse respetar y en los cines mantener a distancia a los tipos de modales extraños y mirada rara. Pero jamás golpeé, como hacía la policía, a alguno de los gays que nos acosaban a los pepillos por Coppelia, Guanabo o Santa María del Mar.
Es más, recuerdo haberme fajado más de una vez por defender a mi socio Lazarito Barbachán, un mulato de Luyanó, cuyo único pecado era que sin proponérselo, miraba como Diana Ross. Los profesores y algunos atorrantes que militaban en la Juventud Comunista, querían hacerle pasar el purgatorio y el infierno en aquella escuela de becas. Obviamente, los que usábamos su radio VEF para escuchar la WQAM, compartíamos la comida que traía de su casa y tomábamos prestada su ropa siempre a la moda, no podíamos permitirlo.
Descubrí, muchos años antes de la cruzada de Mariela y el CENESEX, cuando aún los perseguían por antisociales, que los gays, como cualquiera, pueden ser buenos amigos que no necesariamente estén interesados en agarrarte la bragueta o irse a la cama contigo. Pueden ser magníficos vecinos, compañeros de trabajo, profesores, cómplices en la conquista de la mujer de tus sueños, estilistas de tus greñas rebeldes, cocineros providenciales, médicos de cabecera, intérpretes privados al piano de Rachmaninov y Michel Legrand, verdaderas enciclopedias cinematográficas y literarias, expertos en preparar y servir el té, etc.
Pero Mariela Castro descubrió el agua tibia y quiere enseñarnos, con lo machistas que somos, sino a amar a los homosexuales, al menos a tolerarlos. Precisamente ahora, que con tantos problemas y en medio de tal desastre, lo que menos importa es lo que cada cual haga con su…orientación sexual. ¡Qué pena que Mariela fuera una niña en aquellos años en que la revolución olía a pólvora, sangre y testosterona! Tal vez si entonces hubiera conquistado los derechos para los homosexuales, ahora tuviera tiempo de ocuparse de los derechos del resto de los cubanos…
luicino2004@yahoo.com
1 comentario:
Interesante... http://cubalibre-lala.blogspot.com/
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