viernes, 1 de mayo de 2009

ABRIR PUERTAS, Jorge Oliveira Castillo


Habana Vieja, La Habana, 30 de abril de 2009, (SDP) Obama no va abrir la puerta completa, a pesar del ruido de los aldabonazos. Son conocidos los espaciados toques de Felipe Calderón, los insistentes golpes de nudillos de Lula da Silva y los martillazos de Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, un trío que insiste en obligar al presidente norteamericano a darle la bienvenida a la única dictadura del continente con bravuconerías y modales de hombres incultos.

Todos quieren el levantamiento unilateral del embargo que mantiene Estados Unidos a la Isla desde principios de la década del 60 del siglo XX. No se detienen a pedirle al régimen de La Habana que se quite los polvos de la intransigencia, el fango de la suspicacia pegado en el par de botas que conforman el atuendo de una guerra con balas de salva, pero esencial para ocultar la fecha de caducidad de una ideología excluyente y retrógrada.

Tampoco le sugieren que prenda las luces en aquellas zonas donde el socialismo esconde lomas de inmundicia moral y otros desechos acumulados a partir de la maldad, el uso excesivo de la fuerza y toda una catilinaria de hechos que riñen con el espíritu de los derechos humanos fundamentales y la razón que debería emanar de un proyecto autodenominado revolucionario.

Una parte significativa de las decenas de peticionarios pasan por alto las barrabasadas y la inamovilidad de las estructuras de poder, al margen de puntuales arreglos decorativos llamados a convertirse en una estrategia de relaciones públicas sin apenas reflejos en la práctica.

En el fragor del entusiasmo porque Barack Obama accione el picaporte y permita la entrada del séquito totalitario con todas sus manías y petulancias, está la idea de que es la mejor manera de lograr un paulatino desmontaje del último reducto dictatorial del continente americano.

Junto con esos puntos de vista llegan las dudas. Los espaldarazos deberían estar protegidos por la reciprocidad. Sin garantías de acuerdos basados en la seriedad y la confianza mutua, es iluso pensar en una dinámica que concluya en un descongelamiento de la situación existente entre Cuba y los Estados Unidos.

De la parte cubana aún son imperceptibles los matices que apunten al comienzo de una nueva mentalidad en relación a un conflicto de larga data. Las menciones a la total disposición de entablar un diálogo, no es propiamente una señal que determine el inicio y posterior desarrollo de un diálogo constructivo entre ambas naciones.

Sería redundante prescribir que la base de sustentación política e ideológica del poder en Cuba radica en la confrontación, en especial el cliché del enemigo externo como coartada para satisfacer los intereses de una clase gobernante que desde un principio apostó por adueñarse del país y manipularlo según sus intereses.

El ambiente que se construye alrededor del diferendo bilateral tiende a favorecer a Obama que inaugura un período donde la moderación y las palancas de la diplomacia le dan a la nación que representa mayor credibilidad y grandes posibilidades de recuperar la influencia perdida. Las excesivas muestras de arrogancia y otras posturas determinaron el rechazo de una parte significativa de la comunidad internacional, incluso de no pocos de sus tradicionales aliados.

El discreto paso dado por Obama respecto a Cuba, de levantar algunas de las restricciones para los cubano-americanos en relación a viajes y envío de remesas, así como también otras facilidades en materia de comunicaciones, obliga a las autoridades de la Isla a una restructuración del discurso basado en la victimización a ultranza.

De no encontrar vías alternas para sortear los escenarios que se avecinan con un mínimo de coherencia, pues hay que prepararse para una descomposición del sistema en el que uno de los desenlaces podría estar en un éxodo masivo hacia el sur de la Florida.
Cálculos conservadores sitúan en 3 000 000 los ciudadanos cubanos dispuestos a residir en cualquier estado de la Unión. Una cifra que aterra por las consecuencias que acarrearía en el plano humanitario y en la estabilidad regional.

La responsabilidad de lo que ocurra recaerá en la élite insular negada a abrir la infinidad de puertas que mantiene clausuradas por motivaciones absurdas y que nadie con un mínimo de decoro se atrevería a justificar.

Quiénes tocan con decencia o como bárbaros con tal de que Obama permita la entrada de la dictadura cubana sin pedirle nada a cambio, disimulan que hay una rendija con amplias probabilidades de una apertura completa. Solo hace falta que el gobierno cubano responda con gestos claros e irreversibles.

Son demasiados los candados y las puertas cerradas fronteras adentro. Las llaves están al alcance de la mano. Lo que falta es voluntad y sentido común. Peor es que las ruedas de la historia o los puños de la dialéctica las arranquen de un tirón.
oliverajorge75@yahoo.com


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