viernes, 1 de mayo de 2009

LAS DOCE SILLAS DEL HURÓN, Ramón Díaz Marzo


Habana Vieja, La Habana, 30 de abril de 2009, (SDP) A un exitoso y pequeño empresario cubano lo arrestaron y le confiscaron sus bienes.

Esta primera oración parece referirse a un empresario cubano en el exilio. Pero si a esta primera oración hubiéramos agregado la palabra “Cuba” estaría mal redactada la oración.

El gobierno cubano, o para decirlo con más claridad: el compañero Fidel Castro Ruz, no permite desde que llegó al poder en 1959 la pequeña y mediana empresa. El compañero Fidel Castro Ruz sí permite que los administradores y directores de empresas estatales (que son de su propiedad) le roben. Es decir, el compañero Fidel Castro Ruz prefiere, en lugar de prósperos y eficientes dueños de negocios, un país de ladrones y personas que practican la doble moral.

Yo no escribiría estas líneas si el gobierno cubano hubiera demostrado eficiencia y prosperidad después de 50 años. Cualquiera que practique como brújula de vida el “sentido común” coincidirá conmigo que 50 años es tiempo suficiente para que un modelo político demuestre que es viable y satisface los intereses de sus gobernados.

Yo estoy en contra de que la dictadura de Fidel Castro Ruz sea suprimida de un modo repentino y total pues ello supondría un vacío de poder y su resultado sería un baño de sangre que puede extenderse hasta el oprimido pueblo cubano.

Estoy a favor de que la dictadura reconozca sus errores y dé los pasos efectivos para mejorar, dentro de lo posible, la situación económica del país. Los hermanos Castro tienen que aceptar, dialécticamente, que han fracasado aunque su fracaso no sea total.

Los hermanos Castro no son inmortales y si no aceptan sus errores, se convertirán en los enemigos más terribles de la Revolución cubana de 1959 por la que murieron miles de cubanos en aras de justicia social. Los cubanos que vengan detrás a ocupar los altos puestos de responsabilidad de la nación, vengan de donde vengan, no podrán repetir la misma receta. El pueblo cubano, sin ningún tipo de conspiración, no permitirá 50 años más de hambre, miseria, y desgobierno.

El actual gobierno/dictadura de Cuba ha destruido la infraestructura del país por dentro y por fuera. Por fuera, podemos ver la Ciudad de La Habana destruida. Por dentro, el abanico de “leyes” y “decretos” que impiden el normal desarrollo individual de la pequeña y mediana empresa. Miles de compatriotas sin casa agonizan en los mal llamados “albergues” para no decir: campos de concentración en las afueras de la ciudad. Es una falta de respeto que el gobierno de Cuba no haya resuelto, después de medio siglo, el problema de la vivienda en Cuba. Mientras los miembros de la nomenclatura tienen a su disposición varias casas y viven como faraones.

Cada vez que un cubano, sin robar y mentir, prospera desde los pequeños negocios que se han permitido a partir del “Periodo Especial”, de inmediato llega el aparato de la dictadura a cortarle las alas. Y así, hermanos Castro, no podrá haber ninguna clase de cambio positivos en Cuba. Pues lo otro sería pensar que ustedes, hermanos Castro, viven en una urna de cristal divorciados de la realidad sin saber y sin importarles los fundamentales problemas de la población cubana.

La “Paladar” “El Hurón Azul” prosperó bajo la tutela independiente de un señor al que no se le puede calificar de contrarrevolucionario. Tiene el antecedente de ser amigo del señor escritor Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el cual, junto a otros reconocidos intelectuales, acudían al lugar casi diariamente. Un lugar que no conozco, pero me dijeron que sus paredes estaban repletas de obras plásticas de jóvenes pintores que las regalaban al lugar. Incluso, este señor, el dueño del paladar, sufragó los gastos de pagar miles de pesos convertibles para que el cuadro original: “El rapto de las mulatas”, del pintor cubano Carlos Enriquez, estuviera presente en calidad de préstamo en una actividad cultural patrocinada por él. Es decir, que este señor, más allá de “una orientación del partido o la Seguridad del Estado”, por cuenta propia, no sólo era un pequeño, pequeñísimo empresario, sino un promotor cultural.

Los inspectores alegan que el señor en su paladar tenía más de 12 sillas. También alegan que se estaba adueñando de otras “paladares” que habrían caído en bancarrota si él, con su dinero, no las hubiera financiado. Y que el señor no sólo se quería convertir en un próspero empresario dentro de Cuba (La Habana) sino de inaugurar y expandir una cadena de paladares de comida criolla en la lejana Italia.

Yo les digo a los hermanos Castro que si bien estoy de acuerdo en que la política de los EE.UU. debe de cambiar en su tratamiento hacia los pueblos de Latinoamérica, especialmente en su trato con Cuba, la política doméstica que continúan empleando dentro de Cuba los hermanos Castro también tienen que cambiarla.

Si los hermanos Castro no desean que la Revolución cubana de 1959 se convierta en un montón de cenizas cuando ya no estén, este es el momento de hacer los cambios necesarios para garantizar una continuidad y alejarnos de un peligroso vacío de poder.

Este es el momento de reajustar el rumbo de la Revolución hacia una sociedad menos totalitaria y arbitraria y suprimir el “ordeno y mando” como si la vida de los cubanos se dirigiera como lo haría un vaquero con un montón de yeguas y caballos, y regresar a un estado de derecho. Y para ello les propongo un modelo político como el que gozan los países escandinavos: la socialdemocracia
ramon597@correodecuba.cu

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