viernes, 1 de mayo de 2009

CLASIFICADOS, Frank Correa


Jaimanitas, La Habana, 30 de abril del 2009, (SDP) Antonio Medina Castañeda, alias El Rasta, ha confeccionado un anuncio que quiere colgar en la puerta de su casa: “Se busca esposa para viaje a la felicidad”.

Acosado por las circunstancias y al borde del paroxismo, El Rasta se ha lanzado 6 veces al estrecho de la Florida. Después del último intento fallido, donde salvó milagrosamente la vida en un naufragio, solicitó a la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana (SINA) los formularios para acogerse al Programa de refugiados políticos y esta se los envió de inmediato.

Pero El Rasta no tiene un centavo para enfrentar los trámites de emigración en caso de que la suerte lo acompañe y sea aprobado para el Programa de refugiados. En el afán de buscar el dinero, trabajó a tiempo completo durante varios meses en su oficio de zapatero particular y descubrió que lo conseguido sólo alcanzaba para alimentar a su hija de 9 años.

Quiso pedir dinero prestado con altos intereses a pagar en cuanto llegase a Miami, pero nadie se fía de un individuo que se arriesga lanzándose al mar en artefactos precarios y es constantemente citado a las oficinas de la Seguridad del Estado para interrogatorios interminables.

Quiso vender su casucha, de una sola habitación de tres metros de ancho por siete de largo y un pequeño baño con una taza para las necesidades, (él la llama con desprecio “mi celda de castigo”), pero el precio ofrecido por los compradores ni siquiera alcanza para costear el chequeo médico que exigen las autoridades cubanas para otorgar el permiso de salida.

A través de los siglos el matrimonio por conveniencia resultó la solución a conflictos colectivos y personales, produciendo felicidad trucada como fruto de la especulación y el ardid contractual. El Rasta está completamente seguro que en Cuba deben de haber miles de mujeres que desean irse a vivir a los Estados Unidos y poseen el dinero suficiente para sufragar su viaje. Por eso redactó el cartel solicitando matrimonio para quien “estuviera dispuesta a viajar con él a la felicidad”.

--Es muy peligroso colgar ese anuncio --le dije --. En 5 minutos vendrá la Seguridad del Estado a buscarte.

El Rasta lo sabe, pero está desesperado. Cada día constituye una verdadera contienda lograr el sustento familiar. Cree que los formularios enviados por la Oficina de Intereses de los Estados Unidos envejecerán entre los zapatos por remendar.

Con el anuncio bajo el brazo, mi amigo se asoma con sigilo a la puerta entreabierta de su casa y observa la calle. Todos los transeúntes le parecen un miembro de la Seguridad del Estado, esperando que saque a la luz su extraña invitación de matrimonio para cargar con sus viejos huesos a la cárcel. No se decide. Cierra la puerta asustado. Como todos los días, da vueltas sin parar dentro de su celda de castigo, sin encontrarle solución a su diatriba.
beilycorrea@yahoo.es

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