viernes, 1 de mayo de 2009

UNA TRAGEDIA DOMÉSTICA, Félix Reyes Gutiérrez


Ranchuelo, Villa Clara, 30 de abril de 2009, (CP-SDP) Durante los 50 años de castrismo, el abasto de agua se ha convertido en un obstáculo diario para los ciudadanos. El preciado líquido no sólo falta en las viviendas en los períodos de seca, de enero a marzo y entre julio y septiembre.

Con los subsidios soviéticos, el régimen fabricó nuevas fuentes de aprovisionamiento, como por ejemplo la creación de los acueductos en localidades como La Esperanza, en Villa Clara y Cruces, en Cienfuegos. Sin embargo, a pesar de estas construcciones, sus habitantes aún no disfrutan del suministro constante del líquido. Para colmo, como muchos otros a lo largo y ancho del archipiélago todavía sufren las consecuencias del inconcluso proceso inversionista. Numerosas calles donde se abrieron zanjas para la instalación de las conductoras están todavía carentes de asfalto.

Igual situación presentan los habitantes de ciudades con gran densidad de población como La Habana o Santa Clara, donde la generalidad de sus barriadas recibe agua en un intervalo de cuatro a cinco días a la semana. Cuestión esta que se prolonga cuando se producen roturas en bombas, tuberías e interrupciones eléctricas.

Dado el insuficiente abastecimiento del líquido a través de pipas estatales, los santaclareños residentes en las proximidades de la plaza Ernesto Guevara De la Serna, en el reparto ‘Virginia”, se ven obligados a hurtar el agua que nunca le falta a dicho memorial y la trasladan hacia sus hogares para paliar su déficit.

Algunos la almacenan en tanques metálicos y plásticos que adquieren a través del mercado negro y los sitúan dentro de las cocinas y en los patios de sus domicilios. Ello origina el incremento de peligrosas larvas de mosquitos, causantes de enfermedades gastrointestinales, dengue y hasta el mortífero paludismo.

Solo gozan de la provisión constante de agua los miembros de la nomenclatura provincial domiciliados en los repartos congelados “La Riviera” y “La Doble Vía”, así como los pobladores que viven en las proximidades de zonas hospitalarias, del céntrico parque Leoncio Vidal, además de algunos moradores de repartos militares.

Municipalidades como Ranchuelo, aún esperan la construcción de un sistema de acueducto y alcantarillado. Sus habitantes obtienen el líquido de pozos artesanos construidos en su totalidad antes de 1959, los que están situados en los patios de los hogares y a escasos metros de fosas. Ellos son fuentes de vectores como amebas y giardias.

Los ciudadanos carentes de pozos se ven obligados a transportar el agua desde las casas de sus vecinos. Para ello emplean cubetas de plástico, metal o carretones sobre ruedas de goma y hierro, en la mayoría de los casos, tirados por ellos mismos.

Cuando se agrava la situación del agua, algunos parroquianos se olvidan de la solidaridad constantemente proclamada por la Revolución Socialista. Entonces es cuando los propietarios de pozos venden el envase de 5 galones a un precio de 5 pesos o simplemente se la niegan al prójimo.
Quienes deciden construir un pozo de 40 varas por sus propios medios, a través del mercado sumergible, emprenden una costosa odisea. Tienen que desembolsar alrededor de 6000 pesos. Perforar un hueco de una vara (equivalente a 0.8356 metros) tiene un costo de 25 pesos. El tubo de seis metros de largo vale 600 pesos, al igual que el émbolo para estabilizar la necesaria agua. El importe de un metro de cabilla lisa de 3/8 es de 10 pesos, el cheque 100 pesos y los empalmes de tubos y cabillas fluctúan entre 10 y 50 la unidad respectivamente. Una bomba de agua ya usada, pues las nuevas están en falta, tiene un valor de 1500 pesos.

Un galón de agua mineral en las tiendas dolarizadas de las cadenas Cubalse, Caracol, Panamericanas y TRD-Caribe se expende a un precio de 1.90 pesos convertibles (CUC), equivalentes a 50 pesos. Comparado con los 16 CUC que devenga como promedio mensual el cubano de a pie, consumir el imprescindible líquido significa una auténtica tragedia.
feregut@yahoo.es

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