viernes, 1 de mayo de 2009

EL CALLEJÓN DE HAMLET Y EL AMBIA, Luis Cino


Arroyo Naranjo, La Habana, abril 30 de 2009 (SDP) El Callejón de Hammel, un parche de música, bailes y colores en el barrio de Cayo Hueso, en el corazón de la bravía y maltrecha Centro Habana, cumplió 19 años. Si alguna vez el callejón tuvo el loable objetivo de preservar las tradiciones afrocubanas, hace mucho tiempo que las intenciones tomaron por otro rumbo.

En los muros del Callejón siguen las firmas de los plantes abakuás y las pinturas restallantes desmesuradamente naif que pretenden una mezcla absurda con el realismo socialista, el cubismo y la post-modernidad. Se invoca a los orishas, suenan los tambores batá, bailan rumba y cantan en clave de guaguancó. Pero el olor del aguardiente y el perfume Siete Potencias Africanas (ambos comprados en pesos convertibles) no logran opacar el tufo de la engañifa para extranjeros.

El Callejón de Hammel se tornó en una colorida postal turística para vender exotismo. Se convirtió en el patio de un solar de utilería, maquillado y rebosante de las murumacas y artimañas del marketing habanero post totalitario.

Sonrosados visitantes extranjeros, solidarios con la revolución y adoradores del Che Guevara, acuden a comprar, a precios de liquidación, tamboreros, pintores, bailarines o carne negra de cualquier sexo para llevar a la cama. Los turistas tiran fotos, tintinean las monedas, las baratijas y las llaves del paraíso.

Pero el callejón no es un mercado para exhibir esclavos. No faltara más. Dicen los nuevos amos, los “tally men bananas” del socialismo, que se acabó el abuso. No pudieron erradicar el hambre o los derrumbes de los edificios viejos, pero creen que por decreto eliminaron el racismo.

En el Callejón, las piezas de ébano y bronce de ambos sexos zorrean en los bancos, exhiben los muslos, el ombligo o los músculos, proponen habanos, apuntan teléfonos y direcciones, se contonean con sensualidad y se menean al compás de la música. Listos al primer guiño para chapurrear: oh, yeah, OK. How much?

Algunos artistas colaboraron activamente hace dos décadas en la creación del Callejón de Hammel. Dos de ellos fueron el pintor Choco y el poeta Eloy Machado “El Ambia”. Sería muy positiva su preocupación porque se retomaran las buenas intenciones, pero es poco probable. Ambos artistas ahora tienen otras preocupaciones. Tienen tanto que “les da pena decirlo todo”.

Choco es un pintor de éxito, es bien cotizado y recibe deferencias oficiales. “El Ambia”, por su parte, es “panga” de Miguel Barnet, el cacique de la UNEAC, dedica poemas al Máximo Líder y le desea aché al pie de Orúmila. “Gracias, Fidel, abbure, gracias por su santo juicio”, escribió El Ambia arrodillado y sonó la maraca azul con reverencia: “Asesú Yemayá”.

Como El Ambia ya no es quien solía ser, ahora que está tan ocupado en procurar aché para El Jefe, supongo que no disponga de tiempo y deseos para ayudar a reencauzar el Callejón de Hammel.





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