Playa, La Habana, 7 de mayo de 2009, (SDP) La insuficiente cantidad de moneda fraccionaria en circulación adquiere la categoría de problema angustioso pues lejos de solucionarse se recrudece con el decursar del tiempo.
El mal parece endémico de la variante criolla del totalitarismo marxista asentada en la Isla desde hace medio siglo atrás y hace ver el fenómeno como algo insoluble e inevitable, algo consustancial al sistema comunista.
El asunto se las trae y aunque parece sencillo, tiene enorme incidencia en la vida diaria del cubano a cuyo quehacer agrega un motivo más, pero de enorme peso, para el descontento y la insatisfacción.
En el comercio al por menor se ha convertido en práctica generalizada redondear el monto equivalente de la compra efectuada. Así pues, las dos libras de boniato adquiridas en el agro mercado estatal cuyo precio suma un peso y 80 centavos se redondean a dos pesos debido a la falta de menudo.
En el caso del artículo que se expende por piezas como es el “flautín” (flauta de pan de menor tamaño que el habitual), su precio es de 3 pesos y veinte centavos pero el dependiente lo redondea a 4 pesos con una afectación de 80 centavos para el bolsillo del cliente. La otra variante, cobrar tres pesos, no se aplica en ningún caso. De tal modo, el comprador es sometido a una especie de ley del embudo donde siempre le toca la parte estrecha.
Ni que decir del transporte público. Como el pasaje cuesta 40 centavos, si se trata de una guagüa con conductor hay que estar dispuesto a darle el peso con los consiguientes 60 centavos de afectación.
En el caso del ómnibus con alcancía, la gente trata de desquitarse al evadir el pago. Los pasajeros suben la escalerilla del ómnibus y pasan frente a la alcancía sin siquiera dirigirle una mirada. Desde la más encumbrada profesora universitaria hasta el más humilde zapatero remendón, incluyendo al buzo y al monaguillo de la iglesia, todos pasan indiferentes y con la cerviz erguida junto a la alcancía como si con ellos no fuera.
Al respecto se ha hablado por la televisión, la radio y la prensa escrita para recordar que el pago es un deber social; se ha denunciado la indolencia y la desfachatez de no pocos que en lugar de una calderilla depositan una moneda extranjera en la alcancía, una tuerca, una arandela y, según “Radio Bemba”, hasta preservativos en su cajita. Claro que sin usar. ¡Lo otro sería el colmo!
Lo más inquietante del asunto de la falta de menudo es el velo de misterio que lo envuelve. Al parecer, una cuestión de tan poca sustancia se convierte en un secreto de estado. Los dependientes y administradores de la red comercial sostienen que el banco no les suministra suficiente moneda fraccionaria y la unidad bancaria suele argumentar que los administradores no gestionan debidamente el menudo. Por su parte la perspicacia popular u olfato callejero piensa que los detallistas exageran la crisis del menudo para redondear el precio a su favor o quedarse con el vuelto.
Sea como sea, lo cierto es que el bolsillo, de por sí enflaquecido por unos precios que andan por las nubes, se ve afectado por la crisis del menudo cuyos efectos se hacen sentir con mayor intensidad en las capas más humildes del pueblo.
Pese a que la emisión de monedas es costosa, al gobierno no le quedará mas remedio que proceder a su acuñación aunque para ello tenga que tocar a las puertas de Hugo Chávez, cuyas bisagras sufren un severo enmohecimiento debido a los bajos precios del petróleo.
osmariogon@yahoo.com
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