jueves, 14 de mayo de 2009

MADRES EN LA DISTANCIA, Ana Aguililla Saladrigas




Jaimanitas, La Habana, 11 de mayo del 2009 (SDP) Dar a luz en nuestro idioma es traer una criatura al mundo. Es también la placidez más grande que existe. Toda madre aspira a que esa felicidad no las abandone nunca. Para una mamá, su hijo es siempre bueno, inocente y excepcional.

Tita aún recuerda el día en que nació Luís ¡Su primer varón! Llevó una vida normal igual a todos los niños del barrio, recibió todas las doctrinas escolares y hasta ganó concursos. Después de la enseñanza preuniversitaria, comenzó a trabajar para el Estado (como decimos los cubanos para describir un puesto legal). Sin embargo, él soñaba mejor vida y llegó el día en que Luís quiso probar ventura.

El 5 de agosto de 1994, el hijo de Tita embarcó en “La Lanchita de Baraguá” junto a un grupo de amigos con la intención de desviarla hacia el territorio de Estados Unidos. No era un acto criminal, sino una necesidad, huir era el clamor popular.

Ya la lanchita había sido desviada en dos ocasiones en los días anteriores y casi todos los viajeros se quedaron sin mayor percance. Muchos viajaban en la lancha en espera de que la desviaran.

70 personas de su barrio acompañaron a Luís en el intento. Era un secreto a voces, una salida más entre las tantas de aquellos días. Pero fracasó. En el intento murió un policía. Se ahogó al tirarse a la bahía para abandonar la lancha en fuga. Por eso, el grupo enrolado en el desvío, fue sancionado, con todo el odio de los que gobiernan, a condenas realmente excesivas.

Quince años de penurias siguen la historia de esta madre que mes a mes carga una jaba con comida para su hijo amado a quien los años de encarcelamiento han dañado fuertemente su salud.

Tita ya tiene más de 60 años de edad, y a duras penas, puede llegar hasta la Prisión de Agüica, que está en la provincia de Matanzas, lejos de su casa en La Habana, pero el amor de madre no entiende de distancias.

Berta conoció a Tita en el centro penitenciario cuando visitaba a su esposo Franco que es preso de conciencia. Este mes, como estaba cerca el día de las madres, Berta se hizo acompañar de su vecinita Anaisa para no sentir tanta nostalgia por la ausencia de su hija Liset, que vive en el exilio. Sin embargo en el salón donde las tres esperaban el permiso para entrar, brotaron los recuerdos. Berta les contó entonces que cuando despidió a su hija en el aeropuerto le entregó como dote una libreta con varios consejos impresos y que hace unos días le envió un - no muy académico, pero sí amoroso-poema.

“Mi mamá me escribe siempre en prosa, pero hace días no recibo carta de ella. Ahora la situaron en un puesto médico que queda lejos de Caracas”, dice Anaisa, refiriéndose a su madre, la doctora Elvira. “Hemos perdido un poco de comunicación, pero ella piensa que vale la pena el sacrificio, pues aunque no le pagan ni la mitad de lo que gana, con lo que recibe por la izquierda de los pobladores que le retribuyen sus servicios, al término de dos años, cuando pueda venir, habrá reunido suficiente dinero para terminar de arreglar y amueblar la casa”. Y agrega: “¿Por qué no nos dices tu poema?”.

Berta mira a su vecinita con cariño y haciendo un esfuerzo por recordar le recita parte de sus versos:

Quien te dice que no te veo a diario
se equivoca
Te veo en cada paso cotidiano

No estamos separadas


Quien dice que aún no somos una
no nos conoce
Yo estoy en ti
Recuerda mis escritos y consejos
Estoy contigo y lo estaré siempre
Aún desde el sepulcro-que está lejos-

Regálame un gran triunfo
Y será la misma vida
Para una madre que está a tu lado en una geografía distante.

Berta, Tita y Elvira no son excepciones, muchas madres cubanas están físicamente lejos de sus hijos.
primaveradigital@gmail.com

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