El Vedado, La Habana, julio 30 de 2009 (SDP) Racismo y homofobia son sufrimiento humano silenciado en el cual habitan historias de rechazo, desconfianza, discriminación y persecución. Zonas discursivas que deben ser objeto de interrogación , reflexión y cuestionamiento. Cavernas que requieren ser exploradas a la sombra de un ambiente que sude honestidad, donde el oportunismo político, los pactos de silencio sean desechados.
Temas como estos de tanta implicación social siguen fragmentados, monopolizados por determinadas instituciones resistentes a divulgar datos estadísticos e información, cuyas investigaciones son interpretadas como materiales clasificados, secreto de estado.
Existen numerosas zonas de silencio en la producción académica e historiográfica, que aún no son visibilizadas en los principales medios de comunicación. Una de esas zonas es la diversidad sexual o ciudadanía sexual, los homoerotismos. Cuba es una sociedad patriarcal y narcisista que le rinde culto a la apariencia. Determinadas identidades escandalizan. Vivimos en una sociedad atrapada en los círculos de fuegos de la intolerancia y la discriminación, anclados al terreno de la indiferencia, en la cual se establecen jerarquías discriminatorias.
En Cuba, la homofobia opera desde un ghetto de cristal, quienes la ejercen sienten amenazadas sus fronteras identitarias. Homofobia es el miedo a reconocer la diferencia. Genera desconfianza, inseguridad, es un contra-discurso que intenta frenar aquellas identidades que le son sospechosas. El miedo es su sustento básico. Conjuntamente con los estereotipos es un mecanismo de poder entronizado en términos políticos e ideológicos.
La presencia sustantiva de la homofobia es muy anterior al movimiento sísmico de 1959. Actores políticos y sociales le dieron la bienvenida al nuevo contrato social el cual fue interpretado como la oportunidad en que la ciudadanía pudiera experimentar grados de libertad, la verdadera emancipación de la dignidad humana. La joven revolución cubana era vista como un nuevo modelo de propósitos inclusivos pero cuando comenzó a deslizarse por la ruta del socialismo real, la homofobia política se transformó en un dispositivo de poder que gana status político a partir de 1960, siendo institucionalizada en un sentido muy fuerte en el peso de la política.
En nombre de la ética humanista revolucionaria y en la búsqueda del hombre nuevo animado por Fanon y Che Guevara, se diseñaron políticas de higienización social que apoyaron y certificaron la cultura de la homofobia y la discriminación de la otredad. El sujeto homosexual junto a otras identidades se convirtió en persona non grata. Experimentó la mutilación de la ciudadanía y el atentado a su integridad personal. Se promovieron cruzadas en nombre de las nuevas políticas discriminatorias, en la cultura se establecieron zonas prohibidas y privadas donde la humillación y las heridas fueron promovidas por decreto.
Eventos como la UMAP, las purgas universitarias y el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura en 1971 violentaron emocionalmente la vida de significativas figuras de la cultura condenadas a la marginación y la muerte civil en una lista interminable
José Lezama Lima pagó con el ostracismo el éxito internacional de Paradiso y fue condenado al más amargo silencio hasta que murió en 1979 sin ser disculpado públicamente. Los pintores Servando Cabrera Moreno y Raúl Martínez, que resultó el iconógrafo de la revolución, fueron expulsados del sistema de enseñanza. En la lista interminable también figuran los dramaturgos Tomas González, Abelardo Estorino, Tomas Milián y Virgilio Piñera, el coreógrafo Ramiro Guerra, los escritores de Ediciones El Puente cuyos miembros pagaron caro el atrevimiento de la duda. Antón Arrufat, Nancy Morejón, Cesar López, Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández y otros con el tiempo recuperaron sus cabezas, de estatuas decapitadas fueron convertidos en figuras honorables, pactaron con el silencio y fueron convertidos en premios nacionales.
Otros eventos que dieron lugar a estas políticas de exclusión se manifiestan a través del éxodo marítimo del Mariel y sus actos de repudio que laceraron la dignidad de muchas personas incluido aquellos calificados como seres extravagantes, de conductas impropias reñidas en el cultivo del jardín socialista. Se criminalizó la condición del sujeto homosexual, el travestismo se interpretó como un estado peligroso, una figura delictiva sancionada por el código penal. Entre los que pagaron caro el precio de la diferencia y fue quemado por las llamas del volcán revolucionario se encuentra Reinaldo Arenas quien tuvo como opción e índice de libertad el camino del exilio.
En 1988 fue derogada “la ley de ostentación homosexual”. Un evento significativo que contribuyó a establecer un diálogo respecto al tema con la sociedad civil fue el multipremiado filme cubano FRESA Y CHOCOLATE, que se convirtió en la antesala de un discurso contra la intolerancia. No sólo marcó una evolución en el cine cubano, también reivindicó la estatura de Lezama, ese padre ultrajado. El abrazo entre David y Diego entraña una transgresión más delicada que la política. El filme se convirtió en una parábola general sobre la defensa de la elección individual en cualquier ámbito, lo mismo en el campo de la sexualidad que en el de la política.
La sexualidad en la construcción de la nación cubana es un campo apenas explorado y descifrado públicamente. El Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) ha contribuido a penetrar el mural sensitivo de la otredad pero aún la sexualidad disidente es mirada como un grupúsculo ofensivo. Es un reto dinamitar el autoritarismo discriminador. Se impone actualizar jurídicamente y socializar la igualdad en la diferencia, conquistar el derecho ciudadano, disparar todas nuestras flechas contra todo tipo de intolerancia pues las fórmulas de silencio son renovadas bajo distintas máscaras.
Al igual que el racismo, la homofobia es un hábito ideológico socializado por la cultura patriarcal que reproduce patrones hegemónicos de exclusión. Un espejo de violencia en el cual seres humanos que habitan múltiples cuerpos, son presa fácil de la humillación.
La sociedad cubana ante la búsqueda de un nuevo contrato social tiene como asignatura pendiente apostar por la diversidad sin otra militancia que la condición humana, conquistar espacios e índices de libertad y correspondencia como un derecho humano.
primaveradigital@gmail.com
Juan Antonio Madrazo es Coordinador Nacional del Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR).
Temas como estos de tanta implicación social siguen fragmentados, monopolizados por determinadas instituciones resistentes a divulgar datos estadísticos e información, cuyas investigaciones son interpretadas como materiales clasificados, secreto de estado.
Existen numerosas zonas de silencio en la producción académica e historiográfica, que aún no son visibilizadas en los principales medios de comunicación. Una de esas zonas es la diversidad sexual o ciudadanía sexual, los homoerotismos. Cuba es una sociedad patriarcal y narcisista que le rinde culto a la apariencia. Determinadas identidades escandalizan. Vivimos en una sociedad atrapada en los círculos de fuegos de la intolerancia y la discriminación, anclados al terreno de la indiferencia, en la cual se establecen jerarquías discriminatorias.
En Cuba, la homofobia opera desde un ghetto de cristal, quienes la ejercen sienten amenazadas sus fronteras identitarias. Homofobia es el miedo a reconocer la diferencia. Genera desconfianza, inseguridad, es un contra-discurso que intenta frenar aquellas identidades que le son sospechosas. El miedo es su sustento básico. Conjuntamente con los estereotipos es un mecanismo de poder entronizado en términos políticos e ideológicos.
La presencia sustantiva de la homofobia es muy anterior al movimiento sísmico de 1959. Actores políticos y sociales le dieron la bienvenida al nuevo contrato social el cual fue interpretado como la oportunidad en que la ciudadanía pudiera experimentar grados de libertad, la verdadera emancipación de la dignidad humana. La joven revolución cubana era vista como un nuevo modelo de propósitos inclusivos pero cuando comenzó a deslizarse por la ruta del socialismo real, la homofobia política se transformó en un dispositivo de poder que gana status político a partir de 1960, siendo institucionalizada en un sentido muy fuerte en el peso de la política.
En nombre de la ética humanista revolucionaria y en la búsqueda del hombre nuevo animado por Fanon y Che Guevara, se diseñaron políticas de higienización social que apoyaron y certificaron la cultura de la homofobia y la discriminación de la otredad. El sujeto homosexual junto a otras identidades se convirtió en persona non grata. Experimentó la mutilación de la ciudadanía y el atentado a su integridad personal. Se promovieron cruzadas en nombre de las nuevas políticas discriminatorias, en la cultura se establecieron zonas prohibidas y privadas donde la humillación y las heridas fueron promovidas por decreto.
Eventos como la UMAP, las purgas universitarias y el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura en 1971 violentaron emocionalmente la vida de significativas figuras de la cultura condenadas a la marginación y la muerte civil en una lista interminable
José Lezama Lima pagó con el ostracismo el éxito internacional de Paradiso y fue condenado al más amargo silencio hasta que murió en 1979 sin ser disculpado públicamente. Los pintores Servando Cabrera Moreno y Raúl Martínez, que resultó el iconógrafo de la revolución, fueron expulsados del sistema de enseñanza. En la lista interminable también figuran los dramaturgos Tomas González, Abelardo Estorino, Tomas Milián y Virgilio Piñera, el coreógrafo Ramiro Guerra, los escritores de Ediciones El Puente cuyos miembros pagaron caro el atrevimiento de la duda. Antón Arrufat, Nancy Morejón, Cesar López, Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández y otros con el tiempo recuperaron sus cabezas, de estatuas decapitadas fueron convertidos en figuras honorables, pactaron con el silencio y fueron convertidos en premios nacionales.
Otros eventos que dieron lugar a estas políticas de exclusión se manifiestan a través del éxodo marítimo del Mariel y sus actos de repudio que laceraron la dignidad de muchas personas incluido aquellos calificados como seres extravagantes, de conductas impropias reñidas en el cultivo del jardín socialista. Se criminalizó la condición del sujeto homosexual, el travestismo se interpretó como un estado peligroso, una figura delictiva sancionada por el código penal. Entre los que pagaron caro el precio de la diferencia y fue quemado por las llamas del volcán revolucionario se encuentra Reinaldo Arenas quien tuvo como opción e índice de libertad el camino del exilio.
En 1988 fue derogada “la ley de ostentación homosexual”. Un evento significativo que contribuyó a establecer un diálogo respecto al tema con la sociedad civil fue el multipremiado filme cubano FRESA Y CHOCOLATE, que se convirtió en la antesala de un discurso contra la intolerancia. No sólo marcó una evolución en el cine cubano, también reivindicó la estatura de Lezama, ese padre ultrajado. El abrazo entre David y Diego entraña una transgresión más delicada que la política. El filme se convirtió en una parábola general sobre la defensa de la elección individual en cualquier ámbito, lo mismo en el campo de la sexualidad que en el de la política.
La sexualidad en la construcción de la nación cubana es un campo apenas explorado y descifrado públicamente. El Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) ha contribuido a penetrar el mural sensitivo de la otredad pero aún la sexualidad disidente es mirada como un grupúsculo ofensivo. Es un reto dinamitar el autoritarismo discriminador. Se impone actualizar jurídicamente y socializar la igualdad en la diferencia, conquistar el derecho ciudadano, disparar todas nuestras flechas contra todo tipo de intolerancia pues las fórmulas de silencio son renovadas bajo distintas máscaras.
Al igual que el racismo, la homofobia es un hábito ideológico socializado por la cultura patriarcal que reproduce patrones hegemónicos de exclusión. Un espejo de violencia en el cual seres humanos que habitan múltiples cuerpos, son presa fácil de la humillación.
La sociedad cubana ante la búsqueda de un nuevo contrato social tiene como asignatura pendiente apostar por la diversidad sin otra militancia que la condición humana, conquistar espacios e índices de libertad y correspondencia como un derecho humano.
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Juan Antonio Madrazo es Coordinador Nacional del Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR).
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