La Chirusa, Villa Clara, 16 de julio de 2009, (SDP) Lo interesante de la prostitución en el sistema castrista como fenómeno social, es que las hetairas pueden encontrarse en cualquier estamento de la sociedad cubana. Esto, aunque la propaganda mediática de los organismos informativos del totalitarismo trate de circunscribirla sólo a las llamadas jineteras.
El resquebrajamiento de las más mínimas normas morales en el seno de la sociedad cubana trajo como consecuencia que el ejercicio del meretricio, sea visto primordialmente desde el punto de vista económico. Se relegan otras aristas de la convivencia entre seres humanos que hacen que se pierda la vergüenza como valor social.
El pueblo cubano ha tenido que soportar unas dos décadas de crisis económica, escondidas bajo la denominación de ‘periodo especial en tiempos de paz’. Desde los años 1989-1991, a raíz de la caída del campo socialista, los nacionales de a pie, no conocen el significado práctico del término solvencia en sus vidas.
Ejercer el comercio de caricias sexuales se convirtió, para algunas familias en Cuba, en la única tabla de salvación. Lo esencial fue llenar la canasta básica en los paupérrimos hogares azotados por el hambre y las necesidades materiales. La esencia de la cuestión era y hoy también lo es, intentar acercarse a una calidad de vida material próspera.
Las mujeres que cursan estudios universitarios en los distintos planteles de la república, tienen ventajas en relación a sus condiscípulos del sexo opuesto. Ellas no se encuentran exentas de los males éticos que aquejan a todos los que habitan en la mayor de las Antillas.
Si las jóvenes alumnas no asimilan el currículo académico y se percatan que sus maduros educadores son proclives a ceder a las tentaciones de la carne, sin pensarlo, se aferran a este recurso desesperado. Como féminas determinadas a obtener el fin, se lanzan sin frenos morales a obtener lo que persiguen y para ello usan los atributos físicos con que Dios las proveyó. Con esto vencen a sus catedráticos, que no saben desmarcarse de los males endémicos de la Isla y sucumben a estos con placer.
En los centros de educación superior, universidades e institutos, bellas jóvenes negocian con sus cuerpos bien dotados las calificaciones que las proveerán del ansiado título universitario. Esto no se hace en el mejor espíritu helénico, por amor y respeto a la sabiduría representada por los docentes.
Varios han sido los escándalos que se han suscitado en este sentido. Aunque el control totalitario de la información ha impedido una amplia divulgación, muchos se han hecho públicos a través de vías alternativas. Se trata de preservar el prestigio de uno de los grandes mitos del sistema: el sistema nacional de educación, supuestamente gratuito.
Los escándalos sexuales en las universidades han trascendido en La Habana, Camagüey, Santa Clara, Matanzas, Santiago de Cuba, Holguín, etc. Según nuestras fuentes, existen tarifas para los intercambios sexuales.
Dos años de brindar servicios de sexo a un catedrático o a varios de ellos, compran un diploma de oro. Entre tres y cinco encuentros sexuales garantizan la buena calificación en un semestre. Dos ‘acostadas’ garantizan un examen semestral.
En algunas universidades y en algunos casos, las cosas se hacen a la vieja usanza. Las alumnas fingen enamorarse del profesor.
Aceptar carencias morales en Cuba, es nuestro pan de cada día. Técnicos y especialistas se asombran ante las lagunas cognitivas de las recién graduadas. Ignoran que quizás están ante las Diablas Universitarias.
cocofari62@yahoo.es
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