jueves, 16 de julio de 2009

DEL OTTAWA AL ALMENDARES, Aleaga Pesant


Como los ríos que cruzan las capitales de Cuba y Canadá, las tranquilas relaciones entre los gobiernos se mantienen inalterables.
El Vedado, La Habana, 16 de julio de 2009, (SDP) Los incidentes en Honduras recuerdan que los demócratas siempre están dispuestos a negociar, mientras que sus antónimos prefieren perpetuar sus posiciones.

La referencia intenta visualizar las relaciones entre los gobiernos de Canadá y Cuba. El primero, un apostador al “real politik”, aprovecha el embargo norteamericano y la ausencia de libertades en la isla para aumentar su presencia aquí. No obstante, las negociaciones con dictaduras son difíciles. Con ellas, el proverbio ir por lana y salir trasquilado siempre está a la orden.

Como se sabe, las relaciones entre los dos gobiernos están marcadas por su tranquilidad, resultado del bochornoso silencio guardado por los súbditos de la reina inglesa ante las permanentes violaciones de los derechos humanos en Cuba. Sus actos mas ásperos con la dictadura son los de recibir a todos o casi todos los cubanos quedados durante años en el aeropuerto de Terranova y servir de puente para la emigración ilegal hacia los Estados Unidos, con la malograda esperanza de que anclen en sus tierras, por su necesidad de aumentar la población.

En Canadá, los partidos políticos más fuertes durante el siglo XX fueron el Liberal y el Conservador Progresista. Su alternancia en los últimos cincuenta años no significó cambios sustanciales en la política de afecto al gobierno militar.

Los gobiernos canadienses protestaron quizás, de vez en cuando y muy tímidamente, por las violaciones de los derechos humanos en la isla, pero no rompió las relaciones en el momento de las mayores violaciones de los derechos humanos y cuando mas crímenes se cometían en la década de los sesenta del siglo XX, ni tan siquiera en 1962 cuando la OEA pidió a sus estados miembros que lo hicieran.

En la década del setenta, surgió el matrimonio entre Fidel Castro y Pierre Trudeau, porque el “quebecua” veía la isla como el paraíso de justicia deseado también para su país. Por suerte sus conciudadanos no se lo permitieron. Sus visitas a la isla se hicieron frecuentes. A su funeral en septiembre del año 2000, no faltó Fidel Castro, que le dedicó emocionadas palabras mientras abrazaba a su viuda.

Con el premierato de Jean Chretien en 1998, comenzó la política liberal del llamado “Constructive Engagement”, que rige actualmente las relaciones entre los dos gobiernos. Canadá, un país sin grandes monopolios o corporaciones financieras e industriales, aprovecha la inexistencia de la competencia norteamericana, la ausencia de libertades políticas y sindicales y la proliferación del trabajo semi esclavo entre los nativos, para abrirse paso en sus objetivos económicos y políticos. La presencia de Sherrit, en el área geominera y de la energía y la construcción de la terminal internacional del aeropuerto de La Habana, son el mejor ejemplo.

En noviembre del 2008, Raúl de la Nuez, entonces Ministro de Comercio Exterior, señaló que La Habana tiene 82 proyectos de colaboración con Ottawa por 24 millones de dólares, mientras se ejecutan 30 inversiones conjuntas en la minería y producción de electricidad. También destacó a Canadá como el mayor emisor de turistas a la isla, con más de 620.000 en el año 2007 y que nuestro vecino es el tercer socio comercial con, 1.400.000.000 de dólares de intercambio.

En este tiempo nuestro vecino del norte, sirve de plataforma para las campañas de comunicación del gobierno cubano entre intelectuales y artistas y académicos norteamericanos. En el 2008, el entonces Vicecanciller Bruno Rodríguez, desarrolló un programa de trabajo en Canadá durante los días 5 y 6 de mayo como parte de la reunión inter cancillerías y fue nombrada como embajadora Teresita Vicente quien previamente se desempeñaba como Director de Europa en el Minrex.

Sin embargo, en los últimos meses las declaraciones del Primer Ministro Stephen Harper y del Vicecanciller Peter Kent sobre la situación en la isla, enfurecieron a las autoridades de La Habana, quienes le negaron la entrada al país. Canadá en respuesta negó la visa al flamante Ministro de la Inversión Extranjera Isidoro Malmierca, todavía enredado en la unificación de su ministerio con el de Comercio Exterior. Malmierca, debía participar en la Junta anual de accionista de la Sherrit International, con la cual el gobierno militar tiene grandes y atrasadas deudas. Según Asdrubal Caner, en su artículo Tensión entre Canadá y Cuba, Malmierca haría el viaje para convencer a los accionistas de que su gobierno honraría los compromisos, algo difícil, luego de la estampida de Pebercan –otra empresa canadiense- por falta de pago, de algo mas de treinta millones de dólares.

Los dominios financieros internacionales conocen de la delicada situación económica isleña, por lo que no extraña que la “radical” preocupación canadiense por la situación en isla fuera una manera de expresar el descontento con el deudor, que a su vez lo interpretó a lo tremendo e interrumpió el canal de comunicación hasta que las aguas vuelvan a tomar su nivel.
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