Habana Vieja, La Habana, julio 23 de 2009, (SDP) Conocemos más o menos los defectos de nuestra sociedad, pero uno sale a la calle y recibe mucha información de la población cuando se manifiestan y no saben que uno es periodista independiente.
Ayer en la tarde tomé un taxi y una joven comenzó a quejarse del nivel de corrupción que ejercen algunos inspectores en su municipio. Para cuidar a esta joven, no diremos a qué se dedica ni cuál es su municipio, sólo diremos que es una trabajadora por cuenta propia.
Según la muchacha, los inspectores existen para llegar a los negocios particulares y buscar algún error, alguna anomalía, algo que no esté en regla, para de inmediato aplicar multas, que inicialmente son de 400 pesos (moneda nacional) y luego se pueden convertir en 1.500 pesos. Según cuenta la muchacha, los inspectores cuando logran encontrar alguna “irregularidad”, sacan sus formularios oficiales y comienzan a llenarlos. Mientras esto ocurre, la mayoría de los trabajadores por cuenta propia comienzan a decirle al inspector (los hay de ambos sexos) que las cosas se pueden resolver sin llegar tan lejos. Es decir, el cuentapropista intenta sobornar al inspector que, aparentemente es una persona honrada y en ningún momento es un delincuente con carné oficial del estado. El inspector se hace el honesto durante los primeros minutos. Es el tiempo que tiene para observar a su víctima y saber si puede quitarse la careta.
La muchacha, mientras íbamos en el taxi (también por cuenta propia: un cacharro de la década de los años 50 del siglo pasado) con otros pasajeros más, nos dijo que con ella intentaron la artimaña de llevarla al plano de pagar menos dinero con la mano izquierda y no pagar la multa de 1.500 pesos que le impusieron. No intentó sobornar al inspector porque tempranamente supo que era un desvergonzado.
Luego que el inspector se marchara, fue a buscar a un abogado. El abogado, que en la Cuba actual también ha tenido que acudir a las cabronadas, le dijo que llevar el asunto a juicio le iba a salir más caro que si pagaba los 1.500 pesos. Posteriormente, ganara o no el pleito, todos los inspectores se pondrían de acuerdo para ir varias veces por semana a su casa y hacerle la vida imposible con constantes inspecciones. No la dejarían vivir y siempre le encontrarían irregularidades y las multas lloverían sobre ella hasta que no tuviera más remedio que cerrar el negocio. Pero nos contó la muchacha que ella llevó su caso a los tribunales y ganó el pleito y no ha vuelto a ser molestada por estos ladrones.
Nuestra población, atemorizada por un régimen despótico, está acostumbrada a no reclamar su derecho. Nosotros quisiéramos tener un periódico que circulara dentro del país y que reflejara las irregularidades, corrupciones, fraudes, estafas y mentiras de todo calibre que se perpetran contra nuestro pueblo.
Lo que el gobierno cubano sólo ha permitido hasta el presente es que en un periódico como el “Juventud Rebelde” exista un periodista, que también tiene un programa fijo en la televisión cubana titulado “Los papelitos hablan”, de nombre José Alejandro Rodríguez, que se parece mucho a nosotros, los periodistas independientes. Lo celebro desde estas páginas porque tiene la honestidad necesaria que nuestro país necesita de sus periodistas, sean oficiales o independientes. Espero que la Seguridad del Estado no tome represalias contra José Alejandro Rodríguez por el merecido elogio.
ramon597@correodecuba.cu
Ayer en la tarde tomé un taxi y una joven comenzó a quejarse del nivel de corrupción que ejercen algunos inspectores en su municipio. Para cuidar a esta joven, no diremos a qué se dedica ni cuál es su municipio, sólo diremos que es una trabajadora por cuenta propia.
Según la muchacha, los inspectores existen para llegar a los negocios particulares y buscar algún error, alguna anomalía, algo que no esté en regla, para de inmediato aplicar multas, que inicialmente son de 400 pesos (moneda nacional) y luego se pueden convertir en 1.500 pesos. Según cuenta la muchacha, los inspectores cuando logran encontrar alguna “irregularidad”, sacan sus formularios oficiales y comienzan a llenarlos. Mientras esto ocurre, la mayoría de los trabajadores por cuenta propia comienzan a decirle al inspector (los hay de ambos sexos) que las cosas se pueden resolver sin llegar tan lejos. Es decir, el cuentapropista intenta sobornar al inspector que, aparentemente es una persona honrada y en ningún momento es un delincuente con carné oficial del estado. El inspector se hace el honesto durante los primeros minutos. Es el tiempo que tiene para observar a su víctima y saber si puede quitarse la careta.
La muchacha, mientras íbamos en el taxi (también por cuenta propia: un cacharro de la década de los años 50 del siglo pasado) con otros pasajeros más, nos dijo que con ella intentaron la artimaña de llevarla al plano de pagar menos dinero con la mano izquierda y no pagar la multa de 1.500 pesos que le impusieron. No intentó sobornar al inspector porque tempranamente supo que era un desvergonzado.
Luego que el inspector se marchara, fue a buscar a un abogado. El abogado, que en la Cuba actual también ha tenido que acudir a las cabronadas, le dijo que llevar el asunto a juicio le iba a salir más caro que si pagaba los 1.500 pesos. Posteriormente, ganara o no el pleito, todos los inspectores se pondrían de acuerdo para ir varias veces por semana a su casa y hacerle la vida imposible con constantes inspecciones. No la dejarían vivir y siempre le encontrarían irregularidades y las multas lloverían sobre ella hasta que no tuviera más remedio que cerrar el negocio. Pero nos contó la muchacha que ella llevó su caso a los tribunales y ganó el pleito y no ha vuelto a ser molestada por estos ladrones.
Nuestra población, atemorizada por un régimen despótico, está acostumbrada a no reclamar su derecho. Nosotros quisiéramos tener un periódico que circulara dentro del país y que reflejara las irregularidades, corrupciones, fraudes, estafas y mentiras de todo calibre que se perpetran contra nuestro pueblo.
Lo que el gobierno cubano sólo ha permitido hasta el presente es que en un periódico como el “Juventud Rebelde” exista un periodista, que también tiene un programa fijo en la televisión cubana titulado “Los papelitos hablan”, de nombre José Alejandro Rodríguez, que se parece mucho a nosotros, los periodistas independientes. Lo celebro desde estas páginas porque tiene la honestidad necesaria que nuestro país necesita de sus periodistas, sean oficiales o independientes. Espero que la Seguridad del Estado no tome represalias contra José Alejandro Rodríguez por el merecido elogio.
ramon597@correodecuba.cu
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