jueves, 26 de marzo de 2009

CON LA CORAZA, PERO SIN EL ESCUDO, Odelin Alfonso Torna.



Arroyo Naranjo, La Habana, marzo 26 de 2009, (SDP). A las 2: 35 de la madrugada del jueves 19 de febrero, el equipo cubano de pelota se despedía del II Clásico Mundial de Béisbol, esta vez jugando la segunda de las cuatro rondas del torneo. En menos de 72 horas, Cuba era dominada en dos partidos por el pitcheo de Japón, equipo que se llevó el cetro frente a los antillanos en la primera justa de 2006.

En una primera etapa celebrada en el estadio Foro Sol de la capital azteca, la selección cubana lideró fácilmente su grupo al disponer del equipo mexicano dieciséis carreras por cuatro. En encuentros anteriores, Cuba se había anotado victorias ante Sudáfrica (8-1) y Australia (5-4), estos dos últimos considerados los equipos más débiles del torneo.

En los cruces de la segunda ronda, efectuada en el Petco Park, de San Diego, California, Cuba se enfrentó a la novena de Japón el domingo 15. Japón, segundo lugar de su grupo después de Corea del Sur, propinó lechada de seis carreras por cero a los pupilos del mentor Higinio Vélez.

Esta derrota, en la que Cuba sólo pudo conectar ocho hits sin anotaciones ante el diestro lanzador nipón Daisuke Matsuzaka, originó preocupación ante la crítica y los especialistas dentro y fuera del terreno. Una amplia reflexión del Comandante en Jefe Fidel Castro, publicada por la prensa oficial el miércoles 18, ratificaba su potencial ideológico como instrumento de presión sobre los jugadores criollos.

“El equipo de Japón nos ganó el día 15 porque sin duda cometimos errores de dirección en aquel punto, a miles de kilómetros, donde es casi imposible para Cuba influir en la dirección de su equipo”, dijo Fidel en el panfleto titulado “La importancia moral del Clásico”.

En ningún momento percibimos un equipo cubano animado a compartir experiencias con los asiáticos. Ni siquiera fueron cómplices de esa variabilidad y rapidez de los jugadores y las jugadas, propias de su béisbol. Matsuzaka se anotó ocho ponches ante los antillanos. Otros cuatro fueron a la cuenta de los relevistas Iwakuma, Mahara y Fujikawa, para completar doce. Un solo jugador cubano logró llegar a la antesala.

“Nos vemos obligados a librar nuestra batalla y elaborar la estrategia en medio de esas vicisitudes”, dijo el reflexivo en jefe.

El segundo encuentro, lanzado por el abridor Hisashi Iwakuma, comenzó a las 11:00 PM, hora de Cuba, del miércoles 18. Japón volvió a ganar sin la menor resistencia. La ofensiva cubana conectó cinco hits y recibió seis ponches. El juego terminó en otra lechada a la cuenta de los nipones (cinco carreras por cero).

Fidel Castro volvió a la carga con sus reflexiones el viernes 20, publicadas también por la prensa plana. Esta vez culpó a los organizadores del II Clásico Mundial de Béisbol por “planificar” el cruce de Cuba con nipones y coreanos en la segunda ronda del torneo.

Para Fidel Castro, el equipo de béisbol se asemejaba a una de aquellas escuadras militares en Cabinda o Cuito Cuanavale que él dirigía desde su puesto en el Estado Mayor del occidente cubano. El enemigo, encarnado ahora por el “brutal” béisbol rentado de los asiáticos, hizo retroceder a los cubanos.

Cuba terminó sexto lugar en el torneo. Ni siquiera regresaron a la patria sobre el escudo, como hubiese querido su manager de siempre, Fidel Castro. La coraza moral suele pesar frente a equipos rápidos. No lo digo yo, lo dicen los numeritos.
odelinalfonso@yahoo.com

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