Marianao, La Habana, marzo 19 de 2009, (SDP) El primer Clásico mundial de Béisbol en el 2006 coincidió con mi visita familiar a La Florida y pude disfrutarlo junto a mi hijo. Esta lejanía del ambiente isleño me facilitó vivirlo sin padecer la intoxicación política del evento. En su lugar, experimenté la no menos patológica politización del mismo a cargo de las emisoras radiales que expresan los sentimientos y las opiniones políticas del llamado exilio histórico, las cuales aceptaban las reglas del juego impuestas por su contraparte cubana y deseaban apasionadamente la derrota de los peloteros nacionales, puesto que se trataba del equipo de Castro.
Ahora estoy viéndolo desde aquí y no he podido ignorar que el MVP* universal de nuestra Isla durante los pasados 50 años, ha asumido la total responsabilidad por el éxito o el fracaso de esta batalla entre la pelota libre y la pelota esclava. Así que uno tendrá que pensarlo dos veces antes de meter la cuchareta y contradecir a tan descomunal manager ni en un conteo. No obstante, la prosapia beisbolera de mi reglano apellido me fuerza a salir a la palestra.
El equipo acaba de caer ante Japón por amplia lechada. Excepto Frederick Cepeda, el resto se vio incapaz de atinarle a los envíos de los lanzadores contrarios, cuyo excelente control los hizo lucir como jugadores de una categoría inferior. Lo cierto es que Peraza, por ejemplo, no se enfrenta aquí a un pitcheo similar a ese prácticamente nunca. No es su culpa si se le vio desconcertado.
La superioridad del béisbol profesional asiático sobre el nuestro se ha hecho evidente en los últimos años. Para recuperar el liderazgo perdido no bastarán los entrenamientos intensivos ni los topes aislados contra equipos profesionales de ligas menores. Si verdaderamente aspiramos a que los peloteros se superen a sí mismos es imprescindible que puedan participar en igualdad de condiciones en el juego diario de esos exigentes circuitos.
Ha llegado el momento que demanda la abolición de normas que se han tornado obsoletas y cuya vigencia no responde a las realidades concretas del actual deporte de alto rendimiento. Los bellos tiempos del amateurismo, cuyos jugadores lo hacían sólo los fines de semana y sin necesidad de profesionalizarse, pasaron. Ya las limitaciones que velaban por la pureza del deporte aficionado no existen ni siquiera en el Ajedrez.
En la Pelota, pasatiempo nacional que compartimos con norteamericanos y caribeños. Los años de coger mangos bajitos contra los equipos universitarios o de aficionados, ya son pasados. La calidad de los peloteros cubanos no es un logro del sistema político. La numerosa participación y la celebración organizada de un campeonato que se juega en toda la Isla sí deben reconocerse como tales. Sin embargo, la vanidad no debe hacernos creer que lo establecido deba permanecer encerrado en sí mismo y reacio a todo cambio.
De inmediato, pudiera pensarse en una liga de béisbol del Caribe, con la participación de Venezuela, Dominicana, Panamá, Puerto Rico y México. Tampoco sería inverosímil la participación, durante una parte del año, de peloteros cubanos en el circuito asiático o europeo, sin esperar para ello a que los atletas hayan visto pasar sus mejores años. Ese roce diario con un rigor competitivo fuerte desarrollará sus potencialidades al máximo, sin detrimento del espectáculo nacional, que también se vería renovado por su apertura al nivel internacional. Por otra parte, los beneficios económicos aportarían recursos imprescindibles para que campos deportivos como el Rafael Conte y el Cardona de 10 de Octubre, el Eladio Cid, de Arroyo Naranjo o el Juan Manuel Márquez de Marianao recuperen la funcionalidad perdida, pues ellos son, en realidad, las canteras que garantizan los éxitos estelares.
Del mismo modo que el País comercializa sus resultados científicos, en la biotecnología por ejemplo, sin sentirse obligado a obsequiarlos, no veo ninguna justificación válida para negarnos a obtener ganancias mediante el don natural concedido a nuestros atletas. No sé cuál es hoy en día el tratamiento vigente para los músicos con cartel internacional, que no son pocos, pero me llama la atención el hecho de que Sotomayor, por ejemplo, haya hecho sus pininos como salsero, pero no he oído nunca que el Dúo Buena Fe piense empezar a practicar con el equipo Habana.
Es hora también de suprimirle la censura a las noticias y a la transmisión por TV de los partidos de las Grandes Ligas, tanto norteamericanas como asiáticas. Es mezquino que los aficionados estén reducidos a los días del Clásico para ver en acción a las estrellas de su pasatiempo favorito.
Hay que confiar de verdad en nuestros peloteros para que puedan participar en igualdad de condiciones tanto deportiva como material. Así, sus victorias serán de la Patria, que es de todos, y de ellos mismos como personas.
*Most Valuable Player
primaveradigital@gmail.com
Ahora estoy viéndolo desde aquí y no he podido ignorar que el MVP* universal de nuestra Isla durante los pasados 50 años, ha asumido la total responsabilidad por el éxito o el fracaso de esta batalla entre la pelota libre y la pelota esclava. Así que uno tendrá que pensarlo dos veces antes de meter la cuchareta y contradecir a tan descomunal manager ni en un conteo. No obstante, la prosapia beisbolera de mi reglano apellido me fuerza a salir a la palestra.
El equipo acaba de caer ante Japón por amplia lechada. Excepto Frederick Cepeda, el resto se vio incapaz de atinarle a los envíos de los lanzadores contrarios, cuyo excelente control los hizo lucir como jugadores de una categoría inferior. Lo cierto es que Peraza, por ejemplo, no se enfrenta aquí a un pitcheo similar a ese prácticamente nunca. No es su culpa si se le vio desconcertado.
La superioridad del béisbol profesional asiático sobre el nuestro se ha hecho evidente en los últimos años. Para recuperar el liderazgo perdido no bastarán los entrenamientos intensivos ni los topes aislados contra equipos profesionales de ligas menores. Si verdaderamente aspiramos a que los peloteros se superen a sí mismos es imprescindible que puedan participar en igualdad de condiciones en el juego diario de esos exigentes circuitos.
Ha llegado el momento que demanda la abolición de normas que se han tornado obsoletas y cuya vigencia no responde a las realidades concretas del actual deporte de alto rendimiento. Los bellos tiempos del amateurismo, cuyos jugadores lo hacían sólo los fines de semana y sin necesidad de profesionalizarse, pasaron. Ya las limitaciones que velaban por la pureza del deporte aficionado no existen ni siquiera en el Ajedrez.
En la Pelota, pasatiempo nacional que compartimos con norteamericanos y caribeños. Los años de coger mangos bajitos contra los equipos universitarios o de aficionados, ya son pasados. La calidad de los peloteros cubanos no es un logro del sistema político. La numerosa participación y la celebración organizada de un campeonato que se juega en toda la Isla sí deben reconocerse como tales. Sin embargo, la vanidad no debe hacernos creer que lo establecido deba permanecer encerrado en sí mismo y reacio a todo cambio.
De inmediato, pudiera pensarse en una liga de béisbol del Caribe, con la participación de Venezuela, Dominicana, Panamá, Puerto Rico y México. Tampoco sería inverosímil la participación, durante una parte del año, de peloteros cubanos en el circuito asiático o europeo, sin esperar para ello a que los atletas hayan visto pasar sus mejores años. Ese roce diario con un rigor competitivo fuerte desarrollará sus potencialidades al máximo, sin detrimento del espectáculo nacional, que también se vería renovado por su apertura al nivel internacional. Por otra parte, los beneficios económicos aportarían recursos imprescindibles para que campos deportivos como el Rafael Conte y el Cardona de 10 de Octubre, el Eladio Cid, de Arroyo Naranjo o el Juan Manuel Márquez de Marianao recuperen la funcionalidad perdida, pues ellos son, en realidad, las canteras que garantizan los éxitos estelares.
Del mismo modo que el País comercializa sus resultados científicos, en la biotecnología por ejemplo, sin sentirse obligado a obsequiarlos, no veo ninguna justificación válida para negarnos a obtener ganancias mediante el don natural concedido a nuestros atletas. No sé cuál es hoy en día el tratamiento vigente para los músicos con cartel internacional, que no son pocos, pero me llama la atención el hecho de que Sotomayor, por ejemplo, haya hecho sus pininos como salsero, pero no he oído nunca que el Dúo Buena Fe piense empezar a practicar con el equipo Habana.
Es hora también de suprimirle la censura a las noticias y a la transmisión por TV de los partidos de las Grandes Ligas, tanto norteamericanas como asiáticas. Es mezquino que los aficionados estén reducidos a los días del Clásico para ver en acción a las estrellas de su pasatiempo favorito.
Hay que confiar de verdad en nuestros peloteros para que puedan participar en igualdad de condiciones tanto deportiva como material. Así, sus victorias serán de la Patria, que es de todos, y de ellos mismos como personas.
*Most Valuable Player
primaveradigital@gmail.com
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