jueves, 26 de marzo de 2009

EL MOVIMIENTO VETERANISTA, Frank Cosme



Santos Suárez, La Habana, marzo 26 de 2009 (SDP) “Rotas las cadenas, abatidas las servidumbres, el cubano, dueño al fin de su patria, se arrancó la santa ira de la guerra. Al español que le combatiera y al compatriota que le traicionara ofreció por igual sus fértiles tierras, sus industrias, sus libertades y el amparo de sus leyes. Lo único que no podía sin decencia ofrecerles era la dirección de la nueva república. No podían resguardar nuestra libertad los que la habían combatido.”

Así, hace 98 años, encabezaba el manifiesto “Los veteranos de la guerra de independencia al pueblo de Cuba” el general de división Emilio Núñez, que lideró el Movimiento Veteranista, una página casi desconocida de nuestra historia.

“Con todos y para el bien de todos”, expresó Martí, pero fue fatal para Cuba tomar al pie de la letra ese pensamiento del Apóstol sin pensar que para constituir una nación, esta debe tener por cimiento en primer lugar, el orden y la justicia.

En los antecedentes del asunto, para comprender mejor lo espinoso de este, se puede recurrir a las declaraciones hechas por el general Martínez Campos al renunciar a su cargo como Capitán General de Cuba. Esta declaración, que muestra la honestidad y los principios de este hombre, indica también una de las causas del posterior caos que se originó en la naciente república:

“El general que quiera gobernar dejándose imponer por los bodegueros está perdido. Quieren que se repitan horrores como el de pedir bajo estos balcones el fusilamiento de los estudiantes, que fue un borrón para los que lo pidieron y para las autoridades que lo consintieron.”

“Al español que le combatiera y al compatriota que le traicionara”, reza una frase del manifiesto de los veteranos, lo que demuestra que no se odiaba al español como tal.

Muchos de los grandes patriotas descendían de ellos: Varela, Martí, el mismo Emilio Núñez.

Cinco españoles llegaron a generales luchando en nuestras guerras de independencia. Entre ellos, Miró Argenter y Matías Vega Alemán.

Hubo militares españoles de honor como Federico Capdevila o el propio Martínez Campos.

Muchos españoles también simpatizaban con la causa de la independencia de Cuba porque habían sufrido en la propia España los embates de su mala política.

El primer error de los cubanos fue no hacer justicia con los comerciantes que en grupo mayoritario engrosaban las filas del Cuerpo de Voluntarios, cuyos desmanes fueron notorios desde que fue fundado por Someruelos en 1811.

No sólo estadounidenses y españoles corrieron a hacer negocios en Cuba empobrecida por la guerra. Acudieron extranjeros de todas las latitudes.

Apaches franceses trataron de controlar en la capital cubana el negocio de la prostitución.

Un inglés, sir William Van Horne, compró tantas tierras entre Camaguey y Oriente que prácticamente era un soberano en ese territorio. La miseria con que pagaba originó una frase para indicar el abuso: “trabajar para el inglés”.

La madeja se enredaba aún más porque todos los antiguos autonomistas, reformistas y guerrilleros habían ocupado desde los ministerios del primer gobierno de Estrada Palma hasta los puestos de menor cuantía. Quedaron sin empleo los que habían sacrificado su juventud y derramado su sangre para lograr la libertad de Cuba.

Los cubanos de todas las razas que lucharon hombro con hombro en la guerra, ahora se destrozaban entre ellos en interminables luchas verbales, rebeliones y hasta en duelos de honor.

En el vórtice de este caos nacional, Emilio Núñez supo reaccionar y dio un primer paso positivo. En octubre de 1911, los veteranos comenzaron a exigir la destitución de funcionarios que habían sido colaboradores del antiguo régimen colonial.

La reacción de los periódicos pro-españoles no se hizo esperar. Las campañas alarmistas y anticubanas que ya había tenido que soportar Manuel Sanguily en 1899 por sus comentarios de alerta sobre estos problemas en el periódico La Discusión, se cebaron esta vez sobre Emilio Núñez.

Pero las maniobras no dieron resultado. El presidente José Miguel Gómez aprobó una ley para cesantear a estos funcionarios que eran localizados y señalados por los antiguos mambises.

Este primer paso dado por Núñez y los veteranos fue el que despertando poco a poco la conciencia nacional, originó la posterior revolución de 1933. Esa revolución pudo haberse evitado si los cubanos, unidos y conocedores de las leyes sociales, económicas y políticas que rigen las naciones modernas, hubieran actuado con prudencia y justicia.
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