jueves, 12 de marzo de 2009

REGIMEN INSANO, José Antonio Fornaris.




Managua, La Habana, marzo 12 de 2009. (SDP) Los últimos eventos políticos en la isla son parte de un mismo acto. Lo que aún está por definir es a cual género teatral pertenece.

El lunes dos de marzo, sin el anuncio previo en el órgano oficial Granma, se informó a través de emisoras de radio y televisión de la democión de nueve ministros y del Secretario de los Consejo de Estado y de Ministros. Entre ellos Felipe Pérez Roque y Carlos Lage Dávila.

El miércoles cuatro, Fidel Castro publicó una “reflexión” bajo el título “Cambios sanos en el Consejo de Ministros” en la que afirma en uno de sus párrafos:

“Ninguno de los dos mencionados por los cables como más afectados, (Lage y Pérez Roque) pronunció una palabra para expresar inconformidad alguna. No era en absoluto ausencia de valor personal. La razón era otra. La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos.”

La Constitución socialista de 1976 consagra en su artículo 43 que los ciudadanos “tienen acceso, según méritos y capacidades, a todos los cargos y empleos del Estado, de la Administración Pública y de la producción y prestación de servicios.”

Si a esas personas, la capacidad (se supone que mental) no se les veía por ninguna parte, y tampoco tenían los méritos revolucionarios avalados por el sacrificio, ¿cómo pudieron obtener tan altos cargos y mantenerlos por años en el Estado, en el gobierno y en el Partido Comunista, donde se asegura que sólo llegan los ejemplares?

Es muy difícil encontrar en Cuba a otros dos individuos que hayan manifestado de forma tan abierta su incondicionalidad a Fidel Castro como lo hicieron Lage y Pérez Roque. Ambos pertenecieron al llamado “Grupo de Apoyo del Comandante en Jefe”.

Pérez Roque fue nombrado ministro de relaciones exteriores por ser quien mejor interpretaba el pensamiento de Fidel Castro. Lage gozaba tanto de su confianza que lo representó en varias Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobiernos.
Hace unos meses, la madre de Lage, la escritora de novelas radiales Iris Dávila, murió y Castro le dedicó una elogiosa “reflexión”.

Ahora, de la noche a la mañana, a esas dos figuras públicas la ambición las condujo “a un papel indigno.”

El jueves cinco, los medios publicaron cartas fechadas dos días antes, de Lage y Pérez Roque dirigidas al general Raúl Castro en la que presentan las renuncias a sus cargos en el Consejo de Estado, en el Partido Comunista y a la condición de Diputados. Y aseguran reconocer que cometieron errores.

En ninguna parte de las atribuciones que la Constitución asigna al Presidente del Consejo de Estado aparece que esté facultado para aceptar renuncias de los Diputados a esa condición.
Se presume que los funcionarios públicos están en función de los ciudadanos de una nación. El pueblo, en general, es quien paga todos los gastos relacionados con la labor que desempeñan, incluye sus salarios. ¿Entonces porque no se informa de manera pública cuales fueron los graves errores en que incurrieron los diez cesanteados?

Estamos ante una de las peores crisis intestinas que ha afrontado la dictadura de los Castro en sus cincuenta años. La cacareada presunta confianza en las nuevas generaciones como fieles continuadoras de la “obra revolucionaria” ha sufrido un golpe contundente.

Y en todo esto hay un detalle, que aunque no está dentro del contexto, sí forma parte del entorno. En Cuba hay 3 681 integrantes de la prensa oficialista, ninguno ha escrito o dicho una palabra de lo que está ocurriendo. Y su organización, la UPEC, dice que son periodistas que quieren “ofrecer con mayor calidad a la población y al mundo, el cotidiano acontecer de un pueblo colmado de luchas y desafíos.”

Al parecer lo que está ocurriendo es que el espíritu caudillista de la generación de 1959, que ha secuestrado para sí de manera absoluta y con manifiesto deseo de que sea por siempre de esa forma, los más altos cargos políticos, ha disgustado a los “seleccionados” de la generación subsiguiente que aspiraban a obtener el bastón de mando.

El régimen es insano. No es difícil vaticinar, por lo tanto, que lo llevado en estos momentos al escenario tendrá uno o dos actos más. Aunque los intermedios sean más o menos largos, ni pensar en que la pieza ya concluyó.
fornarisjo@yahoo.com

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