jueves, 12 de marzo de 2009

UN LAMENTABLE OLVIDO, Oscar Mario González



Playa, La Habana, marzo 12 de 2009, (SDP) Resulta lamentable el intencionado olvido hacia los marinos cubanos caídos en el cumplimiento del deber durante la Segunda Guerra Mundial.

Para honrar su memoria se erigió un monumento a un costado del Templete y al fondo de la Plaza de Armas de la Habana Vieja, en la intersección de la calle O’Reilly con la Avenida del Puerto, justo frente al muelle de la lanchita de Casablanca.

Un bello relieve en bronce muestra a un marinero aferrado al timón de un barco en medio del mar encrespado mientras a su alrededor y en medio de las olas, flotan los cuerpos sin vida de dos compatriotas. La trágica escena se inserta en un monolito de piedra de forma piramidal de unos cinco metros de altura.

La obra fue erigida por el antiguo Ministerio de obras Públicas a iniciativa del Club de Rotarios de Cuba. Esta es una institución no gubernamental fundada en 1905 en Illinois, Estados Unidos, cuya finalidad es promover la solidaridad y ayuda mutua entre sus miembros así como luchar por la paz mundial y el progreso humano. En Cuba fue una de las primeras instituciones civiles que sucumbió al influjo totalitario.

En una lápida de bronce, debajo del relieve escultórico, aparecen los nombres y apellidos de 82 marineros, 79 cubanos y tres norteamericanos, cuyos buques fueron hundidos por los submarinos nazis durante los años comprendidos entre 1942 y 1944.
Entre los siete barcos cubanos hundidos por el nazismo aparecen algunos como el “24 de Febrero” donde sólo pereció un marinero hasta el “Libertad” con 24 víctimas.

Durante muchos años el monumento estuvo totalmente abandonado y sumido en el mayor olvido. Para regocijo de los cubanos y respeto a la memoria histórica, fue restaurado en años recientes y hoy goza del cuidado y la atención debidos.

Era de esperar que un gobierno enfrentado durante medio siglo al de los Estados Unidos y por demás aliado a la potencia enemiga del coloso norteño, no mostrara mayor interés y simpatías hacia una obra que exaltaba la colaboración y amistosas relaciones entre Cuba y su vecino del norte. Más aún cuando a ese vecino se le atribuye la culpa por el rosario de dificultades y miserias sufrido por los cubanos durante este último medio siglo.

Sin embargo la obra no corrió igual suerte que el monumento al Maine, la estatua de Alfredo Zayas o la escultura de Tomas Estrada Palma, por sólo citar tres casos.

Es cierto que durante años el área aledaña al monolito estuvo llena de malezas y escombros. El pedestal servía de asiento durante las horas del día a los que esperaban la guagua mientras por la noche era lugar de encuentro entre parejas de enamorados. Pero felizmente, nunca se llegó al extremo de destruirlo y pasado un tiempo, y por tal vez por encontrarse en pleno corazón turístico, se le restituyó la belleza original.

El valor histórico que atesora es ignorado por un régimen que sin embargo acude constantemente a la exaltación de aquellos cubanos caídos en tierras extrañas cumpliendo misiones internacionalistas. Estos compatriotas dieron sus vidas en gesto generoso frente a una potencia enemiga de la humanidad que, de haber resultado vencedora en aquella contienda, habría sumido al mundo en la esclavitud más abyecta.

Los marineros inmolados en aquella contienda ofrendaron sus vidas por la patria. Bien merecen el respeto y la admiración de cualquier hijo de Cuba amante de la libertad y la democracia.
osmagon@gmail.com

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