jueves, 5 de marzo de 2009

EN EL GHETTO, Luís Cino


Arroyo Naranjo, La Habana, marzo 5 de 2009 (SDP) Quisiera responder el artículo de Ivette Leyva Martínez “El muro de la disidencia” (El Nuevo Herald, febrero 25), pero tengo que confesar que no es fácil. El artículo, por duro que sea admitirlo, dice unas cuantas verdades. Hay muchas afirmaciones desafortunadas, prefiero pensar que producto del desconocimiento de la autora, en los que no vale la pena detenerse.

De inmediato me pregunté por qué este trabajo y por qué ahora. La conclusión no demoró: se trata de dinero. Esa combinación de odio-dinero-intereses-añoranza, juega y ha jugado muchas malas pasadas.

A esta bella e inteligente mujer no parecen gustarle los líderes nacionales de la oposición. Tampoco los periodistas independientes y muchísimo menos el gobierno de Raúl Castro. ¿Qué le gusta? ¿Cuál es la solución que propone para pasar la hoja a este tiempo de exilios y cárcel? La solución de la Sra. pasa por blogueros y rockeros punk underground. De políticos en lucha en la Isla nada. De periodistas independientes, tal vez por “inexactos”, menos.

No encuentro forma de rebatir su afirmación de que la dirigencia opositora está tan anquilosada como el régimen. Debe ser por contacto. Pelean a corta distancia. De las peleas cuerpo a cuerpo, Yvette Leyva y sus colegas, sólo conocen las zancadillas, a distancia.

Me abochorna tener que aceptar que en ocasiones, nuestros líderes parecen aquejados por una artritis tan paralizante o aún más que la oficial. El régimen mantiene (aunque sea a la cañona) la disciplina y los criterios centralizados. Y se mueve, aunque sea dos pasos atrás y medio adelante.

No es que el Líder Máximo, el Partido Único y las falsas unanimidades sean rasgos que merezcan ser envidiados por un movimiento pro-democracia. Pero sucede que la dictadura, tan ocupada en ganar tiempo como la disidencia interna, parece estar más al tanto de los riesgos que corre que la oposición a ambas orillas.

Dice una amiga, trasplantada de Guanabacoa a Miami, opositora hasta la médula y alérgica a las unidades monolíticas del Partido Único, que las divisiones en las organizaciones disidentes son, después de todo, estratégicamente convenientes. Según ella, las picadas de varios mosquitos molestan más que las de uno solo. Por mi parte, si de picadas se trata, prefiero la del alacrán.

Protagonismos, acusaciones mutuas, paranoias, conflictos de personalidades. Las épocas de definiciones no son buen momento para arrastrar lastres tan pesados.

Por supuesto, no se trata de enviar, alegremente y desde Miami, a la papelera de reciclaje los años de prisión que acumulan, por citar sólo seis ejemplos, Marta Beatriz Roque, Vladimiro Roca, Héctor Palacios, Elizardo Sánchez , El Negro Bonne Carcassés y René Gómez. Son muchos más de los vividos, en Cuba y en Miami, por la señora Yvette Leyva.

La ola represiva de la primavera de 2003 no fue tan devastadora como supone la dama. El miedo lo puso el régimen. La oposición puso los presos, pero logró recomponerse pronto. La moral siempre estuvo alta. Los periodistas independientes reportaron durante y después de la ola represiva.

El actual tsunami de conflictos, por desmoralizante, es peor. Y ahora el que logra reacomodarse, con la complicidad de alcahuetas y sinvergüenzas de medio mundo sumada a la estupidez nuestra, es el régimen de sucesión.

Los opositores siguen encerrados en un ghetto político. Y lo que es peor, pensando con mentalidad de ghetto. Prestos a arrancar las tiras del pellejo a todo aquel que no apoye en cada detalle la propuesta personal para el cambio; total, lo más probable es que sea un agente de penetración de la policía política. Casualmente, el otro piensa exactamente lo mismo respecto a nosotros.

No culpemos sólo a la represión por el miedo del pueblo. ¿Para qué andar con medias tintas? La falta de madurez política de la oposición ha hecho lo suyo y es en parte culpable de la apatía y la indefensión ciudadana. También la estampida hacia el exilio de esas lúcidas inteligencias que hoy escriben en El Nuevo Herald, tan cerca pero tan lejos, tan seguros y a buen recaudo de cárceles y golpizas.

Antes que alguien se atreva a escribir otro artículo similar, es mejor lavar los trapos sucios en casa. Más vale deponer la soberbia y preguntarse en qué fallamos. Más que buscar justificaciones, el liderazgo opositor debe salir del ghetto y ponerse a la altura de las circunstancias. Todavía hay tiempo.
luicino2004@yahoo.com


VER: EL MURO DE LA DISIDENCIA, Ivete Leyva M.:

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