jueves, 19 de marzo de 2009

LOGROS DE LA EDUCACIÓN SOCIALISTA, Elías Paz


Jaimanitas, La Habana, marzo 19 de 2009, (SDP) Alfredo Ramos, un vecino de la calle 236 de este pueblo costero del oeste de la capital, se queja de que en el Tecnológico de Mecánica Industrial, del Instituto “Amistad Cubano-Soviética” escuela donde estudia su hijo; faltan con mucha frecuencia los profesores. Lo mismo le sucede a mi sobrina con sus hijas menores en la escuela primaria “Manolito Aguiar.” Más aún se quejan los familiares de la Secundaria Básica “Jorge Sánchez Villar” de Santa Fe, donde además de faltar los maestros, estos, no tienen ni por asomo, la capacidad requerida para enseñar. La universidad no escapa al dilema y todos concuerdan en que la educación, − insigne logro de la revolución − está en una grave crisis.

La enseñanza es un factor fundamental para estos tipos de regímenes. A través de ella prepara los cuadros que necesita para consolidarse en el poder. También es la base de la propaganda interna y externa; así como de la ideologización y la represión.

Lo primero que hizo el gobierno comunista fue llevar adelante una campaña de alfabetización en todo el país. Miles de jóvenes de la enseñanza media fueron movilizados formando brigadas a la usanza militar, para alfabetizar a los iletrados en los disímiles rincones del país. El manual del alfabetizador era todo un panegírico a los nuevos gobernantes y la campaña fue tal, que más que instruir se politizó.

Esta dicotomía donde lo ideológico predomina sobre la enseñanza, se ha impuesto y mantenido a toda costa durante estos años, para ello: se confiscaron las escuelas; se cambiaron los textos politizándolos, fundamentalmente los de historia; las federaciones estudiantiles de enseñanza media (FEEM) y la universitaria (FEU), dejaron de ser representativas de los intereses del estudiantado, para subordinarse al partido comunista a través de la UJC. Se creo también bajo la misma égida la Unión de Pioneros de Cuba, para politizar a los pequeñines desde la cuna.

Los educandos comienzan a percibir el temor a la represión desde los primeros grados, no es extraño que los padres tengan que responder por una expresión de su hijo incongruente con la línea gubernamental. Las organizaciones estudiantiles se convirtieron en cancerberos de la ideología. Y hubo momentos en que se llegó hasta el punto de que el Comandante en Jefe, llamara a los niños de todas las edades a delatar a sus padres. Las primeras décadas fueron las peores en tal sentido y se llegó incluso a militarizar la mayor parte de la enseñanza a finales de los años 60.

A pesar de todos estos manes, la instrucción escolar progresó y se generalizó en toda Cuba para alcanzar niveles de países desarrollados. Se garantizó el acceso a todos los niveles de enseñanza, previa sumisión del estudiante y sus familiares, muy especialmente para entrar en la universidad. La efervescencia académica fue en ascenso durante décadas.

La calidad comenzó a deteriorarse a mediado de los años 70 con la instauración de las “escuelas en el campo”, como método recurrente para formar al “hombre nuevo”. En el empeño de presentar a este procedimiento como superior, para satisfacer la veleidad del gobernante, se institucionalizó el fraude para obtener promociones en el entorno del 100%. Los profesores de secundaria básica borraban y arreglaban los exámenes a la hora de calificarlos, en preuniversitario se repasaba únicamente, una y otra vez, lo que se examinaría.
En los años 90, al desplomarse el campo socialista y con él la sustentación económica del país, que dieron en llamar “período especial”, un elevado número de profesores perdió el estímulo para trabajar. Comenzaron entonces a abandonar la educación masivamente, en busca de empleos de donde se pudiera extraer mejor provecho. Hasta ese momento los desequilibrios por falta de maestros se resolvían con cursos emergentes, cuyos egresados por especialidad eran apuntalados luego por los más experimentados de sus respectivas cátedras.

A principios del nuevo siglo Castro pretendió resolver el problema cambiando el método de enseñanza por otro nuevo de su creación, que contradictoriamente precisa del doble de los maestros del anterior. Al presentarlo dijo: “mandamos a buscar los libros de secundaria y nos dimos cuenta que todas aquellas asignaturas las podía dominar un solo profesor sin dificultad”; es decir, según él, se percató de lo que no habían visto miles de pedagogos en más de un siglo.

Creó así al “profesor integral”, quien tendrá que lidiar con todas las asignaturas; no podrá contar con colegas más experimentados para auxiliarse; no podrá prepararse suficientemente para las clases, ni dominará las asignaturas. En su lugar tendrá su apoyo en unas clases televisivas, que pretenden en vano suplir la falta del profesor real.

Como resultado, el desastre de la docencia, ya el fraude de que hablamos anteriormente no es suficiente para resolver el problema. El otro día, una amiga me vino a pedir ayuda para reproducir el examen del grupo en que estudia su hija, a quien la maestra integral se lo había encargado. Luego nos preguntábamos si era conveniente ponerle también las respuestas, a fin de cuentas este no es el único problema ni el más serio que enfrenta hoy la docencia.
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