jueves, 26 de marzo de 2009

LAS DAMAS DE BLANCO, Ramón Díaz-Marzo




La Habana Vieja, La Habana, marzo 26 de 2009, (SDP) El pasado 18 de marzo se cumplieron 6 años de cautiverio de un grupo de valientes ciudadanos discípulos del apóstol de Cuba José Martí. Salí de mi casa y bajé por la calle de Monserrate. A la altura del edificio “Bacardí”, al salir de la calle Ánimas, cruzar Monserrate y entrar por Empedrado, divisé a una hilera de mujeres vestidas de blanco.

De inmediato supe que eran ellas. Corrí y al llegar a la esquina de Monserrate y Empedrado, coincidí con un auto que frenó y del cual salieron dos jóvenes con aspecto de delincuentes. Pero uno de los jóvenes salió del coche hablando por un móvil. Comprendí que se trataba del departamento KJ-9 del MININT, cuyo trabajo es el seguimiento.

¿De dónde venían y hacia dónde iban las Damas de Blanco? No lo sabía. Pero todo estaba bajo control. La fecha, 18 de marzo de 2009, 6to Aniversario del encarcelamiento de los periodistas independientes y opositores cubanos, era demasiado importante para que la Seguridad del Estado dejara a las Damas de Blanco salir a la calle, sin que “el asunto” no estuviera bajo control. Eran las 5 y 30 minutos de la tarde.

Continué la carrera hasta alcanzar a las Damas a la altura de la calle Villegas. Me detuve para guardar una distancia prudencial: 10 metros. A ambos lados de la calle Empedrado (y ello ocurrió hasta el final donde la calle termina en la Catedral de La Habana) las gentes salían de sus casas y con respeto, casi con veneración, observaban a estas mujeres que, en una doble fila, marchaban con un cartel en la espalda que tenía estampado en su parte superior el número 75, debajo una raya, y a continuación el número 54; lo cual significaba que de los 75 periodistas independientes arrestados en la Primavera Negra (2003) aun quedaban en prisión 54 colegas.

Algunos vecinos a todo lo largo de la calle no pudieron aguantarse y gritaban: “¡Libertad para los presos!”, “¡Que Dios las bendiga!”. Me sorprendió un poco que los vecinos no tuvieran miedo de expresar sus emociones. Es cierto que el posible seguimiento de la Seguridad del Estado, no se notaba por ningún lado. Son unos Ninjas estos segurosos, pensé. Pero de que todo estaba bajo control y la Seguridad filmaba la peregrinación, que nadie lo dude.

La fila era larga e intenté divisar a la esposa de Ricardo González Alfonso, pero no la vi. A quien reconocí fue a Laura, la esposa de Maceda. Nunca había hablado con ella. Ella era la última de las parejas que cerraba la fila. Me le acerqué y le tendí la mano. Le dije que era un honor conocerla. Que había conocido a su esposo quien en más de una ocasión me invitó a su casa. Y que aunque nunca la había visto personalmente, la conocía por vídeos y fotos. Ella se mostró muy amable cuando le dije que colaboro con el “Semanario Digital Primavera”, cuyo director es Johnny. Me pidió que le saludara de su parte.

Yo observaba el rostro de aquella mujer que pretendía expresar alegría y plenitud y ciertamente casi lo logra. Pero al mirar al fondo de sus ojos, descubrí un sufrimiento indescriptible. Un sufrimiento que no han podido expresar las palabras y las filmaciones de los mejores periodistas independientes o extranjeros. Un dolor no comparable con nada. Vi el coraje con que soportaba el sufrimiento, lo llevaba a cuestas y se sobreponía.

Cuando llegamos a la Catedral de La Habana pregunté hacia dónde se dirigían y dijo que hacia la Capilla. Era una construcción lateral de reciente inauguración, por la calle de San Ignacio. Ella creía que había que entrar por la puerta principal de la Iglesia. Le indiqué por donde era la entrada a la capilla. Las Damas ya se habían esparcido en la plazoleta de la Catedral donde hay un restaurante (“El Patio”). Los extranjeros, sentados en sus mesas al aire libre, no sospecharon la batalla silenciosa que allí se libraba. Había varios camarógrafos que filmaban el acontecimiento, pero apenas se notaban. Casi todos los turistas tenían su cámara de vídeo.

Cuando todas las Damas de Blanco se encontraban por la calle San Ignacio en una cola esperando ser llamadas para entrar a la capilla, reconocí a varios periodistas independientes que cubrían el evento. Uno de ellos fue quien me alertó de 4 ómnibus y un camión lleno de policías listos para salir en caso de que faltara control.

Me fijé que de 4 ómnibus, tres estaban vacíos y uno parcialmente lleno. El colega me dijo que aunque no se vieran, el operativo ‘Damas de Blanco’ siempre está rodeado por cientos de policías mujeres y hombres vestidos de civil, listos para entrar en acción.

Finalmente la misa se efectuó. Las Damas de Blanco volvieron a subir por la calle del Empedrado y no hubo que lamentar ninguna desgracia.
ramon597@correodecuba.cu

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