jueves, 19 de marzo de 2009

¿CRISIS EN LA ÉLITE?, Jorge Olivera Castillo.



Habana Vieja, La Habana, marzo 19 de 2009, (SDP) No hay dudas de que todavía el totalitarismo es un saurio dispuesto a mantener la primacía dentro de Cuba. Parte del personal escogido para su alimentación y cuidado, cayó en sus fauces. Las víctimas se creyeron el cuento de que sobándole el lomo al engendro, entre otras atenciones, habían comprado un seguro de vida. Se equivocaron.

La fiera los devoró en un abrir y cerrar de ojos. Si algo hay de cierto en el contexto cubano es que los presuntos amparos ante las acechanzas y las dentelladas, quedan bajo la estricta soberanía de las ilusiones.

El plato fuerte del banquete contó con cuatro piezas notables: el canciller Felipe Pérez Roque; el Secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, Carlos Lage Dávila; el Ministro de Economía y Planificación, José Luis Rodríguez; y el responsable de las Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista, Fernando Remírez de Estenoz.

Todos sellaron su trayectoria política abruptamente. Subestimaron los instintos de ese animal que creían domesticado y sin ánimos de atacar a sus ilustres servidores.

Una vez más queda demostrada la adopción de la fuerza y otros correctivos por parte del poder en aras de conservarse, independientemente de la procedencia de los destinados a fungir como las ovejas para el sacrificio.

Lo importante en este nuevo ciclo de ajustes de cuentas es el fin y no los medios. Ha sido así durante el medio siglo de socialismo real –escrito con letras mayúsculas- en las páginas de la historia.

La docena de defenestrados por causas hasta ahora no esclarecidas, inclinan a pensar en hipótesis de diferente signo. Esto pudiera estar en consonancia con la decisión de romper los contactos y afinidades que pudieran haber desarrollado estas personas, durante el ejercicio de sus responsabilidades, con actores internacionales de peso e influencia.

También es posible que hubieran serias preocupaciones con unos intermediarios que por causas generacionales, objetivas y de puro pragmatismo, no estuviesen totalmente de acuerdo con la dinámica de una estructura política dominada por lo que se ha dado en llamar una gerontocracia de dudosas inclinaciones en llevar a cabo cambios de envergadura.

Otra respuesta con la pretensión de encontrar explicaciones a una purga que a partir de los personajes destituidos, casi obliga a pensar en una crisis hacia el interior de la élite política nacional, tendría que ver con el posible movimiento hacia la distensión del presidente norteamericano Barack Obama, que pudiera ser el catalizador de una ofensiva multilateral que combinaría diplomacia y otros elementos de poder blando con el propósito de incentivar un proceso hacia la democratización.

Los hilos del ala reformista o menos conservadora en la nomenclatura podrían estar reflejados en la mayoría de los otrora dirigentes de primer nivel, hoy convertidos en piltrafas humanas a partir de declaraciones públicas de los afectados aceptando graves faltas, aún desconocidas por la opinión pública en intramuros y allende los mares.

Controlar lo más directamente posible y con el menor grado de interferencias, un escenario, sin dudas, mucho más peligroso debido a la probable disminución de los niveles de la confrontación con un enemigo externo, podría ser otra de las interpretaciones en torno a la cadena de destituciones.

Sin la presencia física de Fidel Castro, se hará difícil huir hacia adelante, es decir, desenvolverse a gusto en medio de las crisis, bien surgidas por la dialéctica de la vida o simplemente creadas como cortinas de humo para ocultar fallos o excesos del sistema.

La dictadura cubana no está preparada para sobrevivir en un ambiente de normalidad. Su andar por los terrenos de la historia durante tanto tiempo responde a una ideología donde la exclusión, el terror y la confrontación devienen pilares insustituibles.
El título de caudillo es intransferible, a pesar de que se tenga la intención de llenar el vacío con una réplica menor, sin calcular los inconvenientes.

A raíz de las circunstancias actuales, sería oportuno darle una oportunidad a la sensatez, echar a un lado las ambiciones personales y salir- de una vez- de la órbita de la intransigencia. Proseguir sobre los carriles del estalinismo es la peor de las opciones. Desafortunadamente, no aparecen señales de rectificaciones serias en la ruta de una revolución en bancarrota.

Es complicado apostar por el optimismo desde el lugar de los hechos. Las evidencias apuntan a un castrismo algo menos rocambolesco, pero tan cruel y obstinado como el protagonizado por Fidel de 1959 hasta el 2006.

La reciente purga es el acicate para numerosas especulaciones. No hay nada claro en el horizonte.
jorgeolivera@yahoo.com

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