jueves, 12 de marzo de 2009

CUBA Y LA FELICIDAD EDITORIAL Nro. 59


Se ha dicho hasta el hartazgo que la felicidad no existe. Dicen que es cuando mucho, la suma de pequeños momentos o meramente una sensación. Hay tantas formas para la felicidad como rostros huraños ve uno cada mañana. Ningún gobierno sobre la tierra puede garantizar la felicidad de sus ciudadanos o de sus súbditos. Pero todos están en la obligación de crear las premisas, para que cada quien disponga de la garantía de emprender su búsqueda.

En Cuba, resulta ya una recurrencia escuchar que alguien, un rostro que reconocíamos entre muchos, desapareció de nuestro paisaje. Se marchó a buscar la felicidad. Sucede que desde hace cincuenta largos años, Fidel Castro y su banda armada y desalmada, le robaron al pueblo de Cuba el derecho a la búsqueda de la felicidad.

La gente se marcha de nuestra bella Isla no sólo porque quieren ser felices. Se trata que aspiren a buscar esa felicidad concebida por cada uno. Y sólo para emprender la búsqueda, una gran parte considera que primero que todo, hay que salirse del alcance de la banda de viejos zánganos que gobierna o bebe la miel del poder, a costa de nuestro sacrificio.

Descubrimos que es cierto que ningún gobierno puede garantizar la felicidad de la gente, pero todos tienen la obligación de garantizar el derecho a tal búsqueda. Para garantizar este derecho, es prioritario garantizar el primer derecho entre todos: la libertad.

Sin libertad no hay felicidad. Sin libertad, ni pensar en que alguien pueda emprender la búsqueda de la felicidad. El rostro incierto de la felicidad, no es más que el derecho a ser diferentes, e iniciar nuestra búsqueda personal. Quien nos roba esta alternativa, esta posibilidad de organizar un plan de vida, nos roba la vida toda.

Decía Martí que radical es ir a la raíz. Seamos radicales. No pongamos más paños tibios y que nadie vuelva a proponer algo que no exprese directamente la idea de desembarazarnos de una santa y buena vez de la banda de criminales que nos roba la vida, la libertad y el derecho divino de buscar esa felicidad que cada quien sueña y recorta a la medida de su deseo.
SDP

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