La Habana Vieja. Lunes 2 de marzo de 2009. Son numerosos los músicos que pululan los lugares turísticos del casco histórico de la Habana Vieja. Algunos de estos músicos (son una minoría) no están autorizados a tocar y cantar en estos lugares. Necesitan una licencia que sólo la otorga la oficina del historiador de la ciudad Dr. Eusebio Leal Spengler. La historia que les traigo hoy trata de la cantante y ejecutante Sra. Bárbara quien recorre hace años las calles de la vieja ciudad con una guitarra y su potente voz, acompañada por un señor que toca la clave y la acompaña haciendo entre los dos un dúo. Ellos interpretan canciones tradicionales de Manuel Corona, Sindo Garay, y toda la pléyade de músicos y cantantes conocidas como la Trova de Oriente. Esa música es nuestro sello nacional. Yo los conozco personalmente y me siento muy a gusto cuando cantan en estos lugares donde hemos coincidido porque mientras ellos cantan yo escribo acompañado por una lata de refresco. A mí nunca me molestan. Tampoco creo que molesten al turista a quien he visto entusiasmado cuando este par de músicos fenomenales se aproximan a la mesa guardando una distancia prudencial y comienzan a exponer su repertorio que es un regalo que el extranjero agradece al final con una propina.
El lunes en la tarde me encuentro con Bárbara y me dice que en el mes de enero le pusieron dos multas de 200 cuotas de a peso cada una, y la semana final de febrero los inspectores acompañados por un capitán de la policía le pusieron de multa a ella y su compañero por separado una multa de 500 pesos en moneda nacional. Que como la orden que traían estos inspectores era decomisar guitarras se la llevaron en un patrullero de la PNR y en la Estación de Policía de la calle Dragones le quitaron la guitarra. Que estando allí se enteró de que había una habitación de la unidad policial con más de 20 guitarras decomisadas. Que ella, que se siente revolucionaria y siempre ha creído en la justicia social de la revolución cubana, jamás pensó que la Revolución le prohibiera ganarse unos pesos decente y artísticamente.
Mientras hablábamos llegó un señor de más de 75 años y Bárbara me dijo que a él también le habían quitado la guitarra. El anciano me dijo que ya se la habían devuelto, porque fue a entrevistarse con un coronel de la PNR. Se la entregaron pero no pudo escapar de una multa de 200 pesos. Que su caso ocurrió del siguiente modo:
“Yo y mi amigo íbamos por la calle de Lamparilla. No nos encontrábamos tocando en ningún cafetín turístico. Mi amigo iba delante empuñando la guitarra y cantando para sí mismo. Entonces un joven policía se le acercó, pidió identificación, llamó al patrullero, y a ambos los condujeron a la Estación de Policía de Dragones. Que allí le quitaron la guitarra a su amigo. Que él alegó que la guitarra era suya, no del amigo, y que ellos no estaban tocando en ningún sitio. Pero el policía alegó que presumía que ellos eran trovadores ambulantes y la orientación que tenía era interceptar a todos los trovadores que anduvieran por la Habana Vieja sin credenciales”.
Yo pienso que el Dr. Eusebio Leal Spengler, que es un amante de nuestra cultura nacional en todas sus disciplinas, debería tomar cartas en el asunto. Incluso, en la Habana Vieja ya existen limosneros profesionales que se han convertido en una suerte de baluartes de nuestra historia ciudadana. Y propongo que a los limosneros, que también son perseguidos por la policía, se les haga un censo y se les entregue una credencial que los acredite, valga la redundancia, como personajes que forman parte del patrimonio histórico cultural de nuestra amada ciudad.
También le sugiero a los inspectores y a la policía que no persigan más a estos ancianos (todos con más de 70 años) y se dediquen a perseguir a los verdaderos delincuentes.
ramon597@correodecuba.cu
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