Santa Clara, Villa Clara, marzo 26 de 2009 (SDP) La mayoría de los cubanos residentes en cualquier parte del mundo se encuentran ante una polémica espiritual con la celebración del Clásico Mundial de Béisbol 2009, un evento deportivo que se celebra entre los 16 mejores equipos de esta disciplina atlética que ya se practica en los cinco continentes.
En Cuba, “la pelota”, como se le conoce popularmente, es algo que va más allá de una pasión, pues este deporte forma parte de la idiosincrasia del pueblo. Amén de ser el pasatiempo nacional, con una competencia de esta magnitud, hasta cierto punto existe una tregua tácita entre los cubanos.
Es una dicotomía en las emociones entre aquellos que se consideren patriotas cubanos, a pesar de sus disímiles ideologías políticas o las diversas residencias geográficas. Se alegran o sufren con lo que ocurra con el equipo de peloteros cubanos, tanto los fidelistas con mayor ortodoxia como sus encarnizados enemigos.
Estas posiciones encontradas vienen dadas porque en sus más íntimos fueros internos, ambas partes quisieran que el equipo representativo de la mayor isla del mar Caribe ganara el primer lugar en la justa, porque todos se consideran buenos hijos de esta tierra y prevalece el orgullo nacionalista.
Por otro lado, estos mismos cubanos, en sus proyecciones públicas, se manifiestan contra la obtención por parte de la selección nacional de béisbol de una de las preciadas medallas en disputa. Todo debido a las enrarecidas circunstancias políticas que rodean al caso del deporte en Cuba
El asunto en sí consiste en que el gobierno castrista ha usado los triunfos deportivos de los cubanos que viven dentro de Cuba como un soporte de su propaganda a favor del socialismo que defiende a toda costa. Quien no sea un seguidor notorio del Dr. Fidel Castro no puede representar a su patria como atleta de alto rendimiento.
Pero quienes padecen en un superior grado son aquellos cubanos que viven al interior de su terruño y se ven en la necesidad de simular que desean la victoria del deporte castrista, ya que apoyar los triunfos de la Revolución Socialista es un aval para la obtención de las escasas prebendas materiales que oferta el régimen.
Su sufrimiento proviene de un arraigado mecanismo de defensa psico-social para intentar engañar a los siempre escrutadores organismos de vigilancia y control social conque cuenta la cúpula gobernante. Es una angustia por no ser detectados como malos seguidores del fidelismo por los abundantes órganos represivos cubanos.
Los nacionales de Cuba anhelan de todo corazón que gane su equipo de béisbol, como le ocurre a cualquiera de los fanáticos de otras selecciones nacionales de los equipos participantes. Esa es la tendencia a la normalidad que lleva en su espíritu todo ser humano que se emocione ante la palabra patria. Pero al mismo tiempo no quieren ser utilizados por unos inescrupulosos gobernantes que se aprovechan de las competencias deportivas, para exaltar sus convicciones político-ideológicas.
El rechazo a esta manipulación es algo sutil y silencioso para que quienes detentan el mando del estado no se percaten del rechazo.
Como dicen los propios cubanos a sotto voce y cuando más, entre sus cercanos e íntimos familiares: “La Seguridad del Estado todavía no ha comprado la máquina que sea capaz de leer el pensamiento”. Con esta frase dan a entender que una cuestión es la conducta externa visible y otra la conciencia interna inescrutable.
No se confundan los analistas y visitantes extranjeros que ven alegría en los rostros de los cubanos ante las victorias y las lágrimas al soportar la derrota de Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol 2009. En el totalitarismo, las derrotas deportivas son descalabros para gobierno que se disfrutan de corazón, pues en él coexiste el desnaturalizado patriotismo.
cocofari62@yahoo.com
En Cuba, “la pelota”, como se le conoce popularmente, es algo que va más allá de una pasión, pues este deporte forma parte de la idiosincrasia del pueblo. Amén de ser el pasatiempo nacional, con una competencia de esta magnitud, hasta cierto punto existe una tregua tácita entre los cubanos.
Es una dicotomía en las emociones entre aquellos que se consideren patriotas cubanos, a pesar de sus disímiles ideologías políticas o las diversas residencias geográficas. Se alegran o sufren con lo que ocurra con el equipo de peloteros cubanos, tanto los fidelistas con mayor ortodoxia como sus encarnizados enemigos.
Estas posiciones encontradas vienen dadas porque en sus más íntimos fueros internos, ambas partes quisieran que el equipo representativo de la mayor isla del mar Caribe ganara el primer lugar en la justa, porque todos se consideran buenos hijos de esta tierra y prevalece el orgullo nacionalista.
Por otro lado, estos mismos cubanos, en sus proyecciones públicas, se manifiestan contra la obtención por parte de la selección nacional de béisbol de una de las preciadas medallas en disputa. Todo debido a las enrarecidas circunstancias políticas que rodean al caso del deporte en Cuba
El asunto en sí consiste en que el gobierno castrista ha usado los triunfos deportivos de los cubanos que viven dentro de Cuba como un soporte de su propaganda a favor del socialismo que defiende a toda costa. Quien no sea un seguidor notorio del Dr. Fidel Castro no puede representar a su patria como atleta de alto rendimiento.
Pero quienes padecen en un superior grado son aquellos cubanos que viven al interior de su terruño y se ven en la necesidad de simular que desean la victoria del deporte castrista, ya que apoyar los triunfos de la Revolución Socialista es un aval para la obtención de las escasas prebendas materiales que oferta el régimen.
Su sufrimiento proviene de un arraigado mecanismo de defensa psico-social para intentar engañar a los siempre escrutadores organismos de vigilancia y control social conque cuenta la cúpula gobernante. Es una angustia por no ser detectados como malos seguidores del fidelismo por los abundantes órganos represivos cubanos.
Los nacionales de Cuba anhelan de todo corazón que gane su equipo de béisbol, como le ocurre a cualquiera de los fanáticos de otras selecciones nacionales de los equipos participantes. Esa es la tendencia a la normalidad que lleva en su espíritu todo ser humano que se emocione ante la palabra patria. Pero al mismo tiempo no quieren ser utilizados por unos inescrupulosos gobernantes que se aprovechan de las competencias deportivas, para exaltar sus convicciones político-ideológicas.
El rechazo a esta manipulación es algo sutil y silencioso para que quienes detentan el mando del estado no se percaten del rechazo.
Como dicen los propios cubanos a sotto voce y cuando más, entre sus cercanos e íntimos familiares: “La Seguridad del Estado todavía no ha comprado la máquina que sea capaz de leer el pensamiento”. Con esta frase dan a entender que una cuestión es la conducta externa visible y otra la conciencia interna inescrutable.
No se confundan los analistas y visitantes extranjeros que ven alegría en los rostros de los cubanos ante las victorias y las lágrimas al soportar la derrota de Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol 2009. En el totalitarismo, las derrotas deportivas son descalabros para gobierno que se disfrutan de corazón, pues en él coexiste el desnaturalizado patriotismo.
cocofari62@yahoo.com
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