jueves, 9 de julio de 2009

EN MODA LAS CRISIS DE INGOBERNABILIDAD, Laritza Diversent


Calvario, La Habana, 9 de julio de 2009, (SDP) No estoy de acuerdo con que se tome el poder por la fuerza, pero tampoco con que se observe pasivamente como se destruye el Estado de Derechos en un país. La Constitución política de un Estado es de estricto cumplimiento para todos, así sea mandatario o presidente, diputado o congresista.

Los sucesos en Honduras demuestran que los izquierdistas latinoamericanos son capaces de cualquier cosa, hasta de lo más ridículo, una huelga de hambre para ascender y mantenerse en el poder. La alianza bolivariana incitando a la rebelión de los ciudadanos de ese país y de los soldados del ejército es la mayor prueba de ello.

En medio del caos no faltan las provocaciones absurdas y desmedidas. El hipócrita Chávez, aparte de su habitual falta de educación, criticó el golpe (cuando fue un golpista), amenazó con intervenir militarmente con sus fuerzas, culpó al imperio de todo lo sucedido, brindó apoyo de todo tipo y habló miles de barbaridades más.

Raúl Castro, por la parte que le tocó, reprochó al gobierno de Estados Unidos por no realizar actos concretos para solucionar la crisis política en Honduras, cuando no se cansa de exigir a los cuatro vientos, la no injerencia en sus asuntos internos.

Aparte de las reacciones internacionales, me parece ver una película repetida. Veo similitud entre los acontecimientos actuales en Honduras y el golpe de estado en Venezuela unos años atrás. Chávez fue elegido democráticamente, el giro radical en su política le proporcionó muchos opositores. El golpe, lejos de amilanarlo, lo reafirmó en el poder. Ahora está consolidado ahora con una reforma constitucional que asegura su reelección indefinida.

Parece que lo mismo pretende Manuel Zelaya. Un hacendado, empresario y coleccionista, nada que ver con los pobres de la región. Electo democráticamente, da un vuelco en su política. Ya no es parte de la oligarquía hondureña, ahora lucha por los pobres de su país. El primer paso en su intento es una reforma constitucional a favor de una reelección que la actual Carta Magna no le permite hacer.

Zelaya se aprovechó de su elección popular para desafiar los otros poderes constituidos. Sabía que actuaba en contra de la ley. Como máximo representante del pueblo hondureño debió prever que se produciría una crisis política. No obstante continuó con su objetivo.

Chávez lo ayudó en su propósito, puso a su disposición los recursos necesarios. Él, por su parte, buscó la pugna con el Ejército, al destituir al Jefe del Estado Mayor por negarse a cumplir sus ilegales ordenes. Nada parecía hacerle entrar en razones. Parece que todo estaba planeado.

Ahora destituido pide a su pueblo que lo apoye. No importa cuanta sangre se derrame, los exhorta a que sigan fuertes en sus posiciones hasta que vuelva retomar su cargo.
Si esto sucede, es difícil que no logre realizar su pretendida reforma y asegure la reelección.

Una vez más, los presidentes de la izquierda latinoamericana demuestran que las pasiones populares son su mayor arma. Les encanta tocar la fibra dolorosa del pueblo enardecido. De ello se aprovechan para hacer explotar el fervor popular y crear crisis de ingobernabilidad que reviertan la situación política nacional a su favor.
laritzadiversent@yahoo.es

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