jueves, 9 de julio de 2009

INVERTIR LA ECUACIÓN, Aleaga Pesant



El Vedado, La Habana, 9 de julio de 2009, (SDP) La sensación de libertad que sienten los periodistas independientes cubanos no la comparten en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana. En una encuesta realizada en el año 2006 sobre los intereses profesionales de alumnos de ese Colegio, ninguno consideró la posibilidad o interés de ser periodista independiente. Claro, la pregunta tampoco estaba incluida.

En la isla, los profesionales universitarios, como la mayor parte de la sociedad, se desentienden del pensamiento oficial. Según el último audiovisual de la dictadura, el ex canciller Felipe Pérez, el memo Carlos Lage o el secretario Carlos Valenciaga, paladines de la “joven guardia revolucionaria”, tampoco comulgan con la satrapía insular. ¿Por qué entonces los periodistas oficiales Jorge Martín Blandino o Deysi Mexidor y sus colegas de Granma, Juventud Rebelde u otros medios, deben ser excepciones?

No obstante, sumarse al discreto grupo de periodistas independientes no es una opción profesional atractiva o viable para los que estudian o ejercen la comunicación social, un total de cerca de 10 mil profesionales La “masa crítica” la componen algo más de 60 informadores independientes, a los que se suman 26 presos políticos y de conciencia.

Encarcelados o “libres” y presionados por la policía política que acecha, los independientes cargan sobre sus hombros mal auxiliados y bien perseguidos, el ser la conciencia crítica de la nación. Cumplen su trabajo con disciplina y honradez, la mayoría de las veces bordeando los escarpados precipicios de la intolerancia gubernamental y la Ley Mordaza.

La mayoría de los medios que usan los despachos informativos de los independientes dentro en la isla, no remuneran las colaboraciones con responsabilidad, o se demoran tanto en hacerlo, que los informadores no valoran con seriedad esos presupuestos al concebir proyectos de trabajo o sustentar la canasta familiar.

Los periodistas independientes disfrutan más del quinto nivel de la Pirámide de Maslow, que de medios materiales para desarrollar su trabajo, desbordados de conocimiento, cultura y pobreza en cualquier lugar del país.

De allende nuestras costas, llegan mensajes o emisarios interesados en aumentar el número de periodistas independientes, proponen cursos y talleres para formar nuevos periodistas independientes. Entre los casos mas reconocidos están los cursos-teleconferencias que brinda el gobierno de los Estados Unidos, en un gigantesco esfuerzo por apoyar la construcción democrática.

Contra esas iniciativas, la policía política desarrolla una verdadera “caza de leones” sobre los que asisten a esos cursos. Además de cada 30 estudiantes, sólo uno llega a ser informador. La razón es que la mayoría de los alumnos posee bajo nivel cultural y provienen de la periferia intelectual.

Si el interés es aumentar el peso y nivel del periodismo independiente, ¿por que no invertir la ecuación? En vez de “producir” nuevos informadores, con un resultado inferior al 0.1 % de la plantilla de educandos, aprovechemos a los profesionales existentes en la isla, mas interesados de lo que se supone en ejercer un periodismo libertario e incidir de forma estable y segura en la transición a la democracia.

La fórmula para lograr ese trasvase debe ser aumentar el nivel de la ayuda a los independientes, convertirlos en paradigmas, no solo de honestidad y valentía, que lo son, sino además de talento, tecnología, visión, rigor, dominio de las técnicas del periodismo. Para llegar a esos resultados, se deben entregar premios por el trabajo realizado o por proyectos de información. Estas propuestas estimularían a los actuales informadores independientes y movería el péndulo de los indecisos que a regañadientes trabajan para la prensa oficial.

En esa línea, se pudiera crear el Premio Nacional de Periodismo José Martí. Bien dotado, con un jurado riguroso y premiados fuera de toda duda razonable. Alejado lo mas posible de las características del que entrega la oficial Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Además se debieran publicar los libros de crónicas, artículos, ensayos o testimonio escritos por los periodistas y que se acumulan en sus gavetas. También se podría dotar sustancialmente los premios literarios como por ejemplo El Heraldo.

Todo eso se podría hacer con una pequeña parte de los fondos que se invierten sin resultados en proyectos como TV-Martí, las teleconferencias en la SINA y algunos centros de investigación de universidades del sur de la Florida.

Invertir la ecuación dará a los informadores independientes la posibilidad de convertirse en paradigmas en los sectores intelectuales, tanto por el aumento de su nivel intelectual como por la capacidad de crear y ejecutar proyectos. Estimularía a muchos de los jóvenes profesionales, sin compromisos con la actual situación nacional, a participar de manera honesta y crítica en la construcción democrática.

Este verano se gradúa en las universidades del país al menos a 150 nuevos comunicadores sociales. ¿Cual de ellos se convertirá en periodista independiente?
aleagapesant@yahoo.es

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