Mantilla, La Habana, 2 de julio de 2009, (SDP) Silvio fue al supermercado frente al parque de la Fraternidad. Allí no compró nada porque no encontró el paquete de café al precio de la posibilidad de su bolsillo. Entonces, deseó llevarse una lata de leche condensada. La etiqueta de la lata le atrajo por sus colores azules y naranja. Revisó la marca y leyó que era de fabricación brasileña.
Yusnaimy se sintió ahogada por el calor del mediodía y sacó diez pesos para pagarse una lata de refresco de cola bien frío. Pensó en un oasis en medio del desierto y una fuente de agua fresca que calmara la sed, representado en el frío metal rojo de una lata de Tukola, de producción nacional. El dependiente del bar donde la compró le dio una lata de la marca Star Cola. La lata anunciaba por un borde “Made in México”.
Anoche mismo, antes de regresar a la casa, me detuve a comprar dos maltas. La marca, Gallo - Made in Guatemala. El sabor no cuadró con el gusto habitual de la excelente malta de fabricación nacional.
En los estantes de los supermercados de las tiendas de recaudación de divisas, la mayoría de productos son de importación. Y la invasión se incrementa a medida que los productos tengan mejor calidad.
Los paquetes de frijoles presentan en un costado del envoltorio, junto a la marca, la inscripción “producto de Méjico”.
Los chorizos son de Asturias. Los vegetales marca Vima, españoles también. Las mayonesas estadounidenses, así como el cátsup y la mostaza. Los vegetales enlatados son fabricados en Méjico o en los Estados Unidos. La sal fina de mesa viene desde el lejano Chile (¿pero no vivimos en una isla?).
Los caramelos los hacen en Costa Rica o en Argentina, de donde son la mayoría de las galleticas dulces con crema, aunque junto a ellas, las de producción brasileña muestran sus coloridos envoltorios.
Los pollos enteros, envueltos con un nylon blanco y naranja con unas figuras en negro, pueden tener letras árabes o si no una inscripción en portugués que revela el origen brasileño. Hace años eran franceses. Los socorridos paquetes de pavo molido son sin duda estadounidenses. Dicen “turkey”.
El calzado mejor viene de China, Brasil, Chile. Los tenis, como le decimos al calzado deportivo, los importan de China, Brasil, Méjico. Adidas, Nike, Reebok, Fila son las marcas preferidas por los jóvenes “tenis – adictos”. Sus precios atraviesan fácilmente la barrera de los cien pesos convertibles, los CUC (Cuban Unity Currently), unos 2, 500 pesos en moneda nacional.
Los perfumes más caros son franceses. (Nobleza obliga). A partir de $ 35 a $ 40 CUC. Pero los hay fabricados por la corporación Nam Do, importados de China o de Vietnam. Y no son malos y a buen precio.
Buena parte del tiempo libre de los cubanos de a pie, se gasta en recorrer tiendas y supermercados llenos de productos importados, mientras contamos los centavos en moneda convertible que gastamos a la manera de la Cucarachita Martina.
A esta altura del recuento, entonces, mi interlocutor, con casi 70 años en las costillas, me dice que en su infancia, casi todo eso se producía en Cuba. Y me lanza a la cara una pregunta: ¿Y ahora qué pasó?
garvecu@yahoo.com
Yusnaimy se sintió ahogada por el calor del mediodía y sacó diez pesos para pagarse una lata de refresco de cola bien frío. Pensó en un oasis en medio del desierto y una fuente de agua fresca que calmara la sed, representado en el frío metal rojo de una lata de Tukola, de producción nacional. El dependiente del bar donde la compró le dio una lata de la marca Star Cola. La lata anunciaba por un borde “Made in México”.
Anoche mismo, antes de regresar a la casa, me detuve a comprar dos maltas. La marca, Gallo - Made in Guatemala. El sabor no cuadró con el gusto habitual de la excelente malta de fabricación nacional.
En los estantes de los supermercados de las tiendas de recaudación de divisas, la mayoría de productos son de importación. Y la invasión se incrementa a medida que los productos tengan mejor calidad.
Los paquetes de frijoles presentan en un costado del envoltorio, junto a la marca, la inscripción “producto de Méjico”.
Los chorizos son de Asturias. Los vegetales marca Vima, españoles también. Las mayonesas estadounidenses, así como el cátsup y la mostaza. Los vegetales enlatados son fabricados en Méjico o en los Estados Unidos. La sal fina de mesa viene desde el lejano Chile (¿pero no vivimos en una isla?).
Los caramelos los hacen en Costa Rica o en Argentina, de donde son la mayoría de las galleticas dulces con crema, aunque junto a ellas, las de producción brasileña muestran sus coloridos envoltorios.
Los pollos enteros, envueltos con un nylon blanco y naranja con unas figuras en negro, pueden tener letras árabes o si no una inscripción en portugués que revela el origen brasileño. Hace años eran franceses. Los socorridos paquetes de pavo molido son sin duda estadounidenses. Dicen “turkey”.
El calzado mejor viene de China, Brasil, Chile. Los tenis, como le decimos al calzado deportivo, los importan de China, Brasil, Méjico. Adidas, Nike, Reebok, Fila son las marcas preferidas por los jóvenes “tenis – adictos”. Sus precios atraviesan fácilmente la barrera de los cien pesos convertibles, los CUC (Cuban Unity Currently), unos 2, 500 pesos en moneda nacional.
Los perfumes más caros son franceses. (Nobleza obliga). A partir de $ 35 a $ 40 CUC. Pero los hay fabricados por la corporación Nam Do, importados de China o de Vietnam. Y no son malos y a buen precio.
Buena parte del tiempo libre de los cubanos de a pie, se gasta en recorrer tiendas y supermercados llenos de productos importados, mientras contamos los centavos en moneda convertible que gastamos a la manera de la Cucarachita Martina.
A esta altura del recuento, entonces, mi interlocutor, con casi 70 años en las costillas, me dice que en su infancia, casi todo eso se producía en Cuba. Y me lanza a la cara una pregunta: ¿Y ahora qué pasó?
garvecu@yahoo.com
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