jueves, 2 de julio de 2009

MALA SANGRE, José Antonio Fornaris.



Managua, La Habana, 2 de julio de 2009. (SDP) El 14 de junio en Cuba se celebró el Día Internacional del Donante de Sangre. Hubo un acto central en que hizo uso de la palabra el ministro de Salud Pública y miembro del Buró Político del Partido Comunista, José Ramón Balaguer.

Balaguer destacó el indiscutible valor humano que tiene el gesto de ofrecer de forma voluntaria la sangre propia para ayudar a salvar la vida de alguien totalmente desconocido.

Desde 1972 en la isla, a través de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una presunta ONG, se llevan a efecto campañas de donación voluntaria de sangre. Los donantes más destacados reciben merecido reconocimiento público. Y en algunos casos han tenido la oportunidad de ver materializada sus peticiones de contar con un teléfono de línea fija en sus hogares.

En solo los años 1998- 99, Bárbara Lorenzo de Armas y su esposo Juan Carlos Sánchez realizaron 26 donaciones cada uno. Eran personas bien vistas y citadas como ejemplo ciudadano por el CDR de su cuadra de residencia en el poblado Managua, en La Habana. Eran buenos y solidarios.

Pero en el 2001 Sánchez emigró hacia estados Unidos. Y Lorenzo, que quedó en Cuba, en estado de gestación, poco tiempo después de haber tenido una niña a la que puso por nombre Jessica, comenzó a tratar de reunirse con su esposo.

Probó de varias formas irregulares para salir del país junto a su pequeña, desde rústicas embarcaciones hasta tratar de pagar por una visa a través de una empleada cubana de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana.

De acuerdo con sus afirmaciones (es una historia larga), la estratagema fue casarla con un ciudadano de la provincia Holguín (zona oriental del país). Le proporcionaron un carné de identidad permanente y la incorporaron a ella y a su hija a la libreta de racionamiento de su nuevo esposo. En esos momentos ya había abonado 5 000 dólares y le restaba aún por pagar otros 3 000.

Pero algo salió mal. El día de la entrevista en la Sección de Intereses, la funcionaria estadounidense le dijo que tenía que presentar más pruebas de su matrimonio.

Se sintió estafada, rompió de manera brusca su “contrato” de compra de visa y comenzó a reclamar a viva voz la devolución del dinero. Y en un momento dado, llorando casi sin poder consolarse y a punto de una crisis de nervios, contó que una oficial de la Seguridad del Estado, en una oficina de una estación policial de su lugar de residencia, la había tocado de manera lesiva, mientras que otro agente le decía que si contaba lo sucedido a la prensa independiente cualquier día iba a amanecer con la boca llena de hormigas.

El colofón es que hace cinco años le retiraron a ella y a su niña los documentos de identidad permanente. La pequeña tiene que asistir a la escuela como oyente porque es imprescindible la Tarjeta del Menor para cualquier trámite oficial, y ella ni siquiera puede conseguir empleo para limpiar piso.


Asegura que se siente vigilada y acosada permanentemente. Ninguna entidad estatal, ni el CDR recuerdan que ella fue una destacada donante voluntaria de sangre. De pronto su gesto altruista careció de valor y se convirtió en una gente con mala sangre.
fornarisjo@yahoo.com

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