jueves, 9 de julio de 2009

OTRA VEZ MARTICA EN UN SUEÑO DE 12 HORAS, Ramón Díaz-Marzo


(Fragmento del “Libro de los Sueños”)
He llegado a un país donde hay mucha gente y ya no me siento vigilado como en Cuba. Al fin gozo del placer del anonimato porque estoy convencido que mi vida personal no es importante ni peligrosa para nadie: personas particulares o Núcleos de Poder.

Es de día. Hay alguien del sexo masculino que es como un nuevo amigo que me está explicando como es el mecanismo de supervivencia en ese país. Exactamente no podría precisar si es España o los Estados Unidos, pero si sé, por la cantidad de personas que me rodean en la vía pública y la modernidad y altitud de los edificios, que se trata de una capital del Primer Mundo.

El nuevo amigo me explica como es la vida en esta ciudad: “no puedes detenerte para que te mantengas con vida, es decir, con dinero. Hay que trabajar duro. Pero por tu edad y la profesión tuya, no es tu trabajo algo que agote o destruya tu salud. Podrás vivir perfectamente aunque trabajes mucho.”

En esta ciudad bajo y subo muchas escaleras eléctricas junto al nuevo amigo que en un momento me habla de Martica como si conociera mi pasado.

- Puedo indicarte donde vive - me dice.

Acepto. Y andamos dentro de un vehículo que lo mismo pudiera ser un ómnibus que un vehículo personal. Durante varios minutos estamos recorriendo la ciudad y alejándonos del centro. Entonces el vehículo se detiene y el nuevo amigo me dice que mire hacia las ventanas del primer piso de una casa independiente en un reparto que no está tan lejos del centro.

-¡Mírala! - me dice señalando hacia la ventana.

En efecto, puedo ver a Martica como viene y va dentro de la casa en tareas domésticas.

- Si quieres puedes hacerle la visita. Ella está sola, y te recibirá - me dice el amigo nuevo.

Salgo del vehículo. Y en el sueño no vuelvo a saber más del amigo nuevo. Entonces subo por una escalera que está a un costado de la casa. Llamo a la puerta y es la propia Martica quien la abre. Está sola. No me sonríe, pero me invita a pasar. Dos niños me miran. Uno de 10 años, y el otro apenas alcanza los cinco. Martica no deja de hacer las tareas de la casa. No nos hablamos, pero ella siente una pequeñísima alegría de que yo la haya visitado. Camino hacia uno y otro lado, y en esos cortos paseos (pues el tiempo de tomar una decisión dentro del sueño es corto) sé que tengo que tomar una decisión.

Martica no necesita hablar porque nuestra comunicación es telepática. Y en ese lenguaje ella me esta diciendo que podrá ser mi mujer, pero no podrá amarme como antes, cuando éramos mas jóvenes y no existían sus hijos. Entonces comprendo que a su lado siempre podría estar toda la vida, pero nunca ocuparé un primer lugar en su corazón, antes al contrario, sin dejar de quererme y respetarme siempre seré el último en sus afectos. Los niños siempre estarán primeros que yo, sean quienes sean en el futuro y a pesar de que yo logre ser quien sea también en ese futuro.
La conclusión que saco es que ya Martica no me conviene como mujer o esposa. Yo necesito a una mujer que viva para mí, y Martica, como no lo estuvo ni al principio, y menos ahora que tiene dos hijos, nunca vivirá para mí, y casi no le importara en ocasiones lo que yo haga o me suceda.

Entonces sin que sea necesario despedirme, abandono su casa, comprendiendo definitivamente que lo pasado no puede revivirse, y si estoy en el presente, tengo que renovar mi amor con otra mujer; volver a comenzar y esta vez no equivocarme. O de lo contrario elegir de modo definitivo a la soledad que no es tal, siempre que tenga a mi lado los libros y la capacidad de escribir.
ramón@correodecuba.cu

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