Capdevila, La Habana, agosto 13 de 2009 (SDP) A juzgar por las palabras del general Raúl Castro, pareció que el VI Pleno del Partido Comunistas puso fin a la etapa de provisionalidad de 21 meses iniciada el 31 de julio de 2006 con la proclama de Fidel Castro. En la práctica, nunca se supo quien realmente gobernó en ese periodo en Cuba.
Los acuerdos del Pleno, para los incautos y los que no dominan los juegos turbios de la dictadura, presuntamente estuvieron dirigidos a desmontar el gabinete de crisis impuesto por Fidel Castro en su proclama.
Aparentemente la sucesión transcurrió de modo sosegado, pero ya convaleciente y en sus cabales, convencido que no podría retomar las riendas del gobierno, Fidel Castro se resistió (y aún resiste) a acatar como primera autoridad del Estado y el Gobierno a su hermano Raúl.
Tal parece que lo decidido por el Pleno se salió del guión de la “Proclama”. El Dr. Fidel Castro tuvo sumo cuidado en el momento de redactar el documento en que anunciaba su abandono “provisional” del poder. En ninguna de las partes de dicho texto le traspasaba temporalmente la Presidencia de la República ni la Secretaría General del Partido a su hermano. Lo que hizo el 31 de julio de 2006 fue delegar funciones, pero no poder. Esta es la razón por lo cual no carecen de razón aquellos que sospechan una bicefalia gubernamental y ponen en tela de juicio la autoridad real del Presidente Raúl Castro desde aquel momento hasta el presente.
La falla de procedimiento legal de la “Proclama” residió en que la misma deliberadamente desconoció lo que al respecto establece la Constitución. Su desconocimiento campante fue aceptado a sabiendas de que se violaba flagrantemente el procedimiento legal que fija la Carta Magna, ya que no era al dictador sino al Consejo de Estado, al que correspondía decretar la sustitución temporal del Presidente de la República.
La “Proclama”, tal como quedó redactada, no dejó el mínimo asomo de duda para que la salida temporal del Dr. Fidel Castro de sus múltiples responsabilidades se interpretara como una sucesión, ni tan siquiera pasajera. Para todos debía quedar claro que aún en el quirófano y con anestesia general, el que realmente continuaba al mando en Cuba era él.
La única responsabilidad del General Raúl Castro era la de un simple administrador, sin facultad alguna de tomar iniciativas que contravinieran las disposiciones que el tirano enfermo claramente dejó fijadas en la “Proclama”. Entre ellas, la más humillante fue que el sustituto tenía que compartir su gestión con una especie de gabinete de crisis designado por Fidel Castro.
La elección de Raúl Castro como presidente de la República el 24 de febrero de 2008, en los hechos, no ha puesto fin a la provisionalidad. El fantasma de la “Proclama” ronda por las altas esferas del poder. El Dr. Fidel Castro, que nominalmente ya no tiene ninguna autoridad gubernamental, continúa inmiscuyéndose en asuntos que son privativos del Presidente y del gobierno.
El fantasma de la “Proclama” es real. La mayoría de la población pone en tela de juicio que Raúl Castro sea el verdadero Presidente de Cuba. Ya cumplió más de un año en el poder y no se han producido las anunciadas trasformaciones estructurales así como la eliminación de una infinidad de prohibiciones. No se ha hecho nada y todo tiene que ver con las presiones que en dirección contraria impone el Dr. Fidel Castro para que no se produzca ningún cambio.
La muestra más reciente de esa injerencia la tenemos en el finalizado VII Pleno del Comité Central, que confirmó lo que ya era un secreto a voces: la posposición del VI Congreso del Partido Comunista. Lo único que le queda al Dr. Fidel Castro es la Secretaría General del Partido Comunista y parece que está rotundamente negado a hacer dejación de la misma.
ramsetgandhi@yahoo.com
Los acuerdos del Pleno, para los incautos y los que no dominan los juegos turbios de la dictadura, presuntamente estuvieron dirigidos a desmontar el gabinete de crisis impuesto por Fidel Castro en su proclama.
Aparentemente la sucesión transcurrió de modo sosegado, pero ya convaleciente y en sus cabales, convencido que no podría retomar las riendas del gobierno, Fidel Castro se resistió (y aún resiste) a acatar como primera autoridad del Estado y el Gobierno a su hermano Raúl.
Tal parece que lo decidido por el Pleno se salió del guión de la “Proclama”. El Dr. Fidel Castro tuvo sumo cuidado en el momento de redactar el documento en que anunciaba su abandono “provisional” del poder. En ninguna de las partes de dicho texto le traspasaba temporalmente la Presidencia de la República ni la Secretaría General del Partido a su hermano. Lo que hizo el 31 de julio de 2006 fue delegar funciones, pero no poder. Esta es la razón por lo cual no carecen de razón aquellos que sospechan una bicefalia gubernamental y ponen en tela de juicio la autoridad real del Presidente Raúl Castro desde aquel momento hasta el presente.
La falla de procedimiento legal de la “Proclama” residió en que la misma deliberadamente desconoció lo que al respecto establece la Constitución. Su desconocimiento campante fue aceptado a sabiendas de que se violaba flagrantemente el procedimiento legal que fija la Carta Magna, ya que no era al dictador sino al Consejo de Estado, al que correspondía decretar la sustitución temporal del Presidente de la República.
La “Proclama”, tal como quedó redactada, no dejó el mínimo asomo de duda para que la salida temporal del Dr. Fidel Castro de sus múltiples responsabilidades se interpretara como una sucesión, ni tan siquiera pasajera. Para todos debía quedar claro que aún en el quirófano y con anestesia general, el que realmente continuaba al mando en Cuba era él.
La única responsabilidad del General Raúl Castro era la de un simple administrador, sin facultad alguna de tomar iniciativas que contravinieran las disposiciones que el tirano enfermo claramente dejó fijadas en la “Proclama”. Entre ellas, la más humillante fue que el sustituto tenía que compartir su gestión con una especie de gabinete de crisis designado por Fidel Castro.
La elección de Raúl Castro como presidente de la República el 24 de febrero de 2008, en los hechos, no ha puesto fin a la provisionalidad. El fantasma de la “Proclama” ronda por las altas esferas del poder. El Dr. Fidel Castro, que nominalmente ya no tiene ninguna autoridad gubernamental, continúa inmiscuyéndose en asuntos que son privativos del Presidente y del gobierno.
El fantasma de la “Proclama” es real. La mayoría de la población pone en tela de juicio que Raúl Castro sea el verdadero Presidente de Cuba. Ya cumplió más de un año en el poder y no se han producido las anunciadas trasformaciones estructurales así como la eliminación de una infinidad de prohibiciones. No se ha hecho nada y todo tiene que ver con las presiones que en dirección contraria impone el Dr. Fidel Castro para que no se produzca ningún cambio.
La muestra más reciente de esa injerencia la tenemos en el finalizado VII Pleno del Comité Central, que confirmó lo que ya era un secreto a voces: la posposición del VI Congreso del Partido Comunista. Lo único que le queda al Dr. Fidel Castro es la Secretaría General del Partido Comunista y parece que está rotundamente negado a hacer dejación de la misma.
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