La Habana, agosto 20 de 2009 (SDP) La sorpresiva trasmisión, en la noche televisiva dominical, del documental “La otra Isla” de la realizadora cubana Sara Gómez (1943-1974) produjo en mí una profunda impresión. Por mucho tiempo, la obra de la joven directora, tempranamente malograda, ha sido un secreto muy bien guardado que ni siquiera vio la luz en la muestra antológica que la Cinemateca de Cuba realizó con motivo del aniversario 50 del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Durante años, de Sara Gómez sólo se ha exhibido su único largometraje de ficción y obra póstuma titulada “De cierta manera”, que presenta una mirada crítica a los enclaves periféricos y marginales de la Cuba de los años 70 y a las interrogantes y conflictos personales que enfrentan los protagonistas en busca de identidad e inserción social en un ambiente de pretendidas transformaciones radicales. Sin embargo, su extensa e interesante documentalística, en la cual profundiza en aspectos sensibles y complejos de la Cuba de su tiempo, duerme el sueño de los justos en las bóvedas de la censura y el miedo más terrible, nocivo y peligroso que existe: el miedo de los poderosos.
En el documental exhibido hace pocos días, la realizadora, a través de la entrevista y el testimonio, penetra en las inquietudes, anhelos, motivaciones, expectativas y frustraciones de un grupo de jóvenes que a finales de los años 60 y principios de los 70 emprendieron tareas agropecuarias y productivas en la Isla de Pinos, donde enfrentaron los rigores del momento, así como las duras condiciones de vida y trabajo con la convicción de entregar lo mejor de si a una obra que redundaría en altos beneficios para la sociedad en general y a su realización personal.
El altruismo y la confianza en el proyecto abrazado parece ser el denominador común de estos caracteres disímiles que compartían su vida, esfuerzos y esperanzas en los campamentos de trabajo productivo de la pequeña ínsula ubicada varios kilómetros al sur de la provincia La Habana. Allí pudimos ver al hiperquinetico promotor cultural que no necesitaba mucho tiempo o recursos para hacer teatro y sobre todo motivar a gente sin experiencia, conmueve el caso de la joven hija de una exiliada y un preso político que relata sus dificultades para adaptarse y encajar en los espacios y ambientes que su destino le ha reservado.
Resulta impactante el testimonio del joven cantante graduado de la escuela de arte que prácticamente purga en el surco su culpa por ser negro, después de haber sido expresamente rechazado por sus compañeros del teatro lírico, simplemente por el color de su piel. No obstante lo crudo de su relato, resulta impactante ver como el propio protagonista y víctima se autocensura a la hora de dar cuenta de su amarga experiencia.
En el documental. Sara Gómez, de una manera sencilla y magistral, hace un retrato sociológico, psicológico y ético de una generación dispuesta a entregar lo mejor de si al sueño revolucionario. Pero en mi criterio, el valor fundamental del film es el tiempo, ese tiempo transcurrido y que convierte al documental en un reflejo descarnado de la Cuba que quiso ser y no fue, en una demostración inapelable de cuanta esperanza, sacrificios y buena fe frustradas y traicionadas se compone el sistema de la mentira, el miedo, la simulación y la intolerancia.
A la luz de ese tiempo y las experiencias vividas, el planteamiento que en el film hace una joven dirigente en el sentido de estar convencida que el hijo, prematrimonialmente concebido, que traería al mundo una de sus subordinadas, de seguro seria más comunista que ellos mismos, vale todo el documental.
No por gusto Sara Gómez y su obra constituyen una sombra demasiado incómoda para los que a cuenta de sus intereses de poder han enterrado la voz, los sueños y las esperanzas de todo un pueblo para conservar sobre la sociedad ese dominio absolutista y espurio que ejercen, porque gobernar es otra cosa.
No por gusto Sara Gómez es una de la treintena de cubanos homenajeados en la primera muestra del Salón de Negras y Negros Ilustres de Cuba inaugurado pocas horas antes de la mencionada exhibición televisiva, un proyecto con el cual el Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR) pretende poner en su justo lugar a los notables afrodescendientes que con sus obras o trayectorias tanto han aportado al conocimiento y prestigio internacional de nuestra nación, a pesar de que muchos de ellos, como la joven y talentosa cineasta, no han recibido todavía la alta valoración que merecen.
Durante años, de Sara Gómez sólo se ha exhibido su único largometraje de ficción y obra póstuma titulada “De cierta manera”, que presenta una mirada crítica a los enclaves periféricos y marginales de la Cuba de los años 70 y a las interrogantes y conflictos personales que enfrentan los protagonistas en busca de identidad e inserción social en un ambiente de pretendidas transformaciones radicales. Sin embargo, su extensa e interesante documentalística, en la cual profundiza en aspectos sensibles y complejos de la Cuba de su tiempo, duerme el sueño de los justos en las bóvedas de la censura y el miedo más terrible, nocivo y peligroso que existe: el miedo de los poderosos.
En el documental exhibido hace pocos días, la realizadora, a través de la entrevista y el testimonio, penetra en las inquietudes, anhelos, motivaciones, expectativas y frustraciones de un grupo de jóvenes que a finales de los años 60 y principios de los 70 emprendieron tareas agropecuarias y productivas en la Isla de Pinos, donde enfrentaron los rigores del momento, así como las duras condiciones de vida y trabajo con la convicción de entregar lo mejor de si a una obra que redundaría en altos beneficios para la sociedad en general y a su realización personal.
El altruismo y la confianza en el proyecto abrazado parece ser el denominador común de estos caracteres disímiles que compartían su vida, esfuerzos y esperanzas en los campamentos de trabajo productivo de la pequeña ínsula ubicada varios kilómetros al sur de la provincia La Habana. Allí pudimos ver al hiperquinetico promotor cultural que no necesitaba mucho tiempo o recursos para hacer teatro y sobre todo motivar a gente sin experiencia, conmueve el caso de la joven hija de una exiliada y un preso político que relata sus dificultades para adaptarse y encajar en los espacios y ambientes que su destino le ha reservado.
Resulta impactante el testimonio del joven cantante graduado de la escuela de arte que prácticamente purga en el surco su culpa por ser negro, después de haber sido expresamente rechazado por sus compañeros del teatro lírico, simplemente por el color de su piel. No obstante lo crudo de su relato, resulta impactante ver como el propio protagonista y víctima se autocensura a la hora de dar cuenta de su amarga experiencia.
En el documental. Sara Gómez, de una manera sencilla y magistral, hace un retrato sociológico, psicológico y ético de una generación dispuesta a entregar lo mejor de si al sueño revolucionario. Pero en mi criterio, el valor fundamental del film es el tiempo, ese tiempo transcurrido y que convierte al documental en un reflejo descarnado de la Cuba que quiso ser y no fue, en una demostración inapelable de cuanta esperanza, sacrificios y buena fe frustradas y traicionadas se compone el sistema de la mentira, el miedo, la simulación y la intolerancia.
A la luz de ese tiempo y las experiencias vividas, el planteamiento que en el film hace una joven dirigente en el sentido de estar convencida que el hijo, prematrimonialmente concebido, que traería al mundo una de sus subordinadas, de seguro seria más comunista que ellos mismos, vale todo el documental.
No por gusto Sara Gómez y su obra constituyen una sombra demasiado incómoda para los que a cuenta de sus intereses de poder han enterrado la voz, los sueños y las esperanzas de todo un pueblo para conservar sobre la sociedad ese dominio absolutista y espurio que ejercen, porque gobernar es otra cosa.
No por gusto Sara Gómez es una de la treintena de cubanos homenajeados en la primera muestra del Salón de Negras y Negros Ilustres de Cuba inaugurado pocas horas antes de la mencionada exhibición televisiva, un proyecto con el cual el Comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR) pretende poner en su justo lugar a los notables afrodescendientes que con sus obras o trayectorias tanto han aportado al conocimiento y prestigio internacional de nuestra nación, a pesar de que muchos de ellos, como la joven y talentosa cineasta, no han recibido todavía la alta valoración que merecen.
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