Jaimanitas, La Habana, agosto 20 de 2009 (SDP) Daba gusto esperar sentados en aquel pequeño vestíbulo de la Clínica Veterinaria de los Mayo, situada en las calles Belascoaín y Virtudes, en La Habana. Por los años 50 contaba con un instrumental quirúrgico de primera, medicamentos, aire acondicionado, cómodos muebles y un trato de primera para quienes llegaban con sus animales domésticos enfermos o necesitados de vacunación.
Luego, con el desplome, quiero decir, con el desarrollo del castrismo en Cuba, la clínica comenzó a deteriorarse. El instrumental quirúrgico se fue agotando, los muebles se rompieron, el aire acondicionado dejó de funcionar, los bonitos cuadros de perros y gatos colocados en las paredes palidecieron y comenzaron a faltar los medicamentos y las vacunas. Sólo quedaba el nombre de la Clínica y su fachada de cristales transparentes.
A pesar de que todo había sido intervenido por el gobierno, milagrosamente la Clínica de los Mayo permaneció de forma privada casi cuarenta años de castrismo, pero sin la ayuda estatal que requirió y pidió durante todo ese tiempo y que nunca recibió. Ni siquiera podían recetar medicamentos, de acuerdo a las disposiciones del Ministerio de Salud Pública. Se les prohibió a todos los médicos veterinarios del país tener recetarios propios, para que la persona dueña de un animal enfermo tuviera que forrajear la receta de la medicina necesaria, muchas veces sobornando al farmacéutico.
Esta es posiblemente una de las causas por lo que en Cuba se ven tantos animales enfermos en la vía pública. El dueño de un animal enfermo se enfrenta a tantas dificultades para curarlo que opta por abandonarlo en las calle para que otra persona se haga cargo de él.
Datos del Departamento de Higiene y Epidemiología del Ministerio de Salud Pública y publicados en la prensa oficialista, demuestran que decenas de miles de perros callejeros deambulan por las calles del país, muchos de ellos enfermos.
Sin embargo, pese a tantos obstáculos provocados no sólo por la escasez propia del socialismo sino además por la indiferencia que sintió siempre el Estado Cubano por estos centros privados de veterinaria, los doctores en Veterinaria Calixto y Danilo Mayo, ambos hermanos, continuaron su labor durante largos años, sobre todo porque contaban con una clientela fija diaria que confiaba en sus conocimientos y disfrutaba de un servicio económico de primera.
Durante muchos años, el Consultorio de los Mayo tuvo como empleada a Gladys Pérez, quien hizo las funciones de recepcionista para la reservación de los turnos, una persona que todos querían por su buen carácter y su solidaridad con tantos animales enfermos que ella recibía. Somos muchos los que la recordamos como el alma caritativa de aquella pequeña clínica.
Estoy segura de que esta Clínica, desaparecida desde hace diez años, pasará a la historia como uno de los pocos centros veterinarios privados capaces de haber soportado todo tipo de vendavales y huracanes propios de una economía socialista. Muchos de los que salimos de allí felices con nuestras mascotas, vivas y sanas, la recordaremos siempre.
Para aquellos hombres amantes de los animales domésticos y respetuosos de su trabajo profesional por cuenta propia, nuestra gratitud y respeto.
vlamagre@yahoo.com
Luego, con el desplome, quiero decir, con el desarrollo del castrismo en Cuba, la clínica comenzó a deteriorarse. El instrumental quirúrgico se fue agotando, los muebles se rompieron, el aire acondicionado dejó de funcionar, los bonitos cuadros de perros y gatos colocados en las paredes palidecieron y comenzaron a faltar los medicamentos y las vacunas. Sólo quedaba el nombre de la Clínica y su fachada de cristales transparentes.
A pesar de que todo había sido intervenido por el gobierno, milagrosamente la Clínica de los Mayo permaneció de forma privada casi cuarenta años de castrismo, pero sin la ayuda estatal que requirió y pidió durante todo ese tiempo y que nunca recibió. Ni siquiera podían recetar medicamentos, de acuerdo a las disposiciones del Ministerio de Salud Pública. Se les prohibió a todos los médicos veterinarios del país tener recetarios propios, para que la persona dueña de un animal enfermo tuviera que forrajear la receta de la medicina necesaria, muchas veces sobornando al farmacéutico.
Esta es posiblemente una de las causas por lo que en Cuba se ven tantos animales enfermos en la vía pública. El dueño de un animal enfermo se enfrenta a tantas dificultades para curarlo que opta por abandonarlo en las calle para que otra persona se haga cargo de él.
Datos del Departamento de Higiene y Epidemiología del Ministerio de Salud Pública y publicados en la prensa oficialista, demuestran que decenas de miles de perros callejeros deambulan por las calles del país, muchos de ellos enfermos.
Sin embargo, pese a tantos obstáculos provocados no sólo por la escasez propia del socialismo sino además por la indiferencia que sintió siempre el Estado Cubano por estos centros privados de veterinaria, los doctores en Veterinaria Calixto y Danilo Mayo, ambos hermanos, continuaron su labor durante largos años, sobre todo porque contaban con una clientela fija diaria que confiaba en sus conocimientos y disfrutaba de un servicio económico de primera.
Durante muchos años, el Consultorio de los Mayo tuvo como empleada a Gladys Pérez, quien hizo las funciones de recepcionista para la reservación de los turnos, una persona que todos querían por su buen carácter y su solidaridad con tantos animales enfermos que ella recibía. Somos muchos los que la recordamos como el alma caritativa de aquella pequeña clínica.
Estoy segura de que esta Clínica, desaparecida desde hace diez años, pasará a la historia como uno de los pocos centros veterinarios privados capaces de haber soportado todo tipo de vendavales y huracanes propios de una economía socialista. Muchos de los que salimos de allí felices con nuestras mascotas, vivas y sanas, la recordaremos siempre.
Para aquellos hombres amantes de los animales domésticos y respetuosos de su trabajo profesional por cuenta propia, nuestra gratitud y respeto.
vlamagre@yahoo.com
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