Arroyo Naranjo, La Habana, agosto 13 de 2009, (SDP) Resulta que un sujeto, masculino o femenino, quien dice nombrarse L. E. Rodríguez Reyes, decidió enviar su opinión acerca de la libreta de abastecimiento a la sección “Cartas a la Dirección” que se publica cada viernes en la edición ampliada del Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Granma.
Como dicha sección se consagra, según dice en su encabezamiento en las páginas intermedias, en “continuar mejorando nuestra sociedad”, L. E. pudo ver su descarga publicada el viernes 7 de agosto con el título “Sí por Cuba”.
Cuesta creer como todavía existen incrédulos o incrédulas que se resisten a la idea de seguir con la libreta de productos normados por considerarla una carga insostenible para el Estado. Coincido con L. E. que tal subvención es una cruz que el poder centralizado arrastra por más de 50 años. Pero en cuanto a eliminar los racionamientos, debo sugerirle que sembraría la hambruna en un 70 % aproximadamente de la población cubana.
Al igual que L. E. conozco familias que venden su cuota mensual de arroz, leche en polvo, café y cigarros. Es cierto que algunos lo hacen para alimentar vicios y sinvergüencerías de toda índole, pero la mayoría, créanme, lo hacen para suplir otras necesidades básicas.
L. E. refiere “que en un principio podría no suspenderse la subvención total a los productos, pero sí disminuirla considerablemente…” ¿Cuánto sería la norma a reducir, si considerablemente ya lo estipulado en la cuartilla de racionamiento apenas dura los primeros diez días del mes?
En cuánto a disminuir cuotas o aumentarles su precio, ese perro nos ha mordido más de una vez y L. E. no lo recuerda, o no quiere recordarlo. Basta recordar el año 2005 cuando el entonces presidente Fidel Castro, en plena facultad como relacionista público o como experto en marketing socialista, propuso subirle el precio al “cafetín” e insertar en la cuota el famoso “chocolatín”, que no hay quien se lo empuje.
No me extraña que el 90 % de las opiniones de “Cartas a la Dirección”, además de pasar por la criba de la censura, estén aderezadas con ese apoyo incondicional a la revolución y sus líderes. Para L. E., “hay muchas formas de ayudar a un núcleo familiar con bajos ingresos, pudiera incrementarse la pensión si es jubilado imposibilitado de trabajar, dárseles una pequeña pensión a los padres de niños menores de tal edad…”
Todo en teoría encaja bien a favor del Estado. Ahora, prescindir de la libreta de racionamiento, o en el mejor de los casos, limitar las cuotas de los productos importados, sería un desajuste total para la economía familiar; más cuando “Sí por Cuba” sea para el ciudadano común, comprar a tiempo completo arroz, granos, azúcar, café, pasta dental y jabón a sobreprecio.
De todas formas, la sugerencia de L. E. Rodríguez Reyes viene como Juan que se despetronca. No hay mal que por bien no venga y ese lastre, con sus altas y bajas, ya suma cinco décadas.
¿Cómo resolveremos, después de este, otro libretazo? Quizás L. E. tenga la respuesta.
odelinalfonso@yahoo.com
Como dicha sección se consagra, según dice en su encabezamiento en las páginas intermedias, en “continuar mejorando nuestra sociedad”, L. E. pudo ver su descarga publicada el viernes 7 de agosto con el título “Sí por Cuba”.
Cuesta creer como todavía existen incrédulos o incrédulas que se resisten a la idea de seguir con la libreta de productos normados por considerarla una carga insostenible para el Estado. Coincido con L. E. que tal subvención es una cruz que el poder centralizado arrastra por más de 50 años. Pero en cuanto a eliminar los racionamientos, debo sugerirle que sembraría la hambruna en un 70 % aproximadamente de la población cubana.
Al igual que L. E. conozco familias que venden su cuota mensual de arroz, leche en polvo, café y cigarros. Es cierto que algunos lo hacen para alimentar vicios y sinvergüencerías de toda índole, pero la mayoría, créanme, lo hacen para suplir otras necesidades básicas.
L. E. refiere “que en un principio podría no suspenderse la subvención total a los productos, pero sí disminuirla considerablemente…” ¿Cuánto sería la norma a reducir, si considerablemente ya lo estipulado en la cuartilla de racionamiento apenas dura los primeros diez días del mes?
En cuánto a disminuir cuotas o aumentarles su precio, ese perro nos ha mordido más de una vez y L. E. no lo recuerda, o no quiere recordarlo. Basta recordar el año 2005 cuando el entonces presidente Fidel Castro, en plena facultad como relacionista público o como experto en marketing socialista, propuso subirle el precio al “cafetín” e insertar en la cuota el famoso “chocolatín”, que no hay quien se lo empuje.
No me extraña que el 90 % de las opiniones de “Cartas a la Dirección”, además de pasar por la criba de la censura, estén aderezadas con ese apoyo incondicional a la revolución y sus líderes. Para L. E., “hay muchas formas de ayudar a un núcleo familiar con bajos ingresos, pudiera incrementarse la pensión si es jubilado imposibilitado de trabajar, dárseles una pequeña pensión a los padres de niños menores de tal edad…”
Todo en teoría encaja bien a favor del Estado. Ahora, prescindir de la libreta de racionamiento, o en el mejor de los casos, limitar las cuotas de los productos importados, sería un desajuste total para la economía familiar; más cuando “Sí por Cuba” sea para el ciudadano común, comprar a tiempo completo arroz, granos, azúcar, café, pasta dental y jabón a sobreprecio.
De todas formas, la sugerencia de L. E. Rodríguez Reyes viene como Juan que se despetronca. No hay mal que por bien no venga y ese lastre, con sus altas y bajas, ya suma cinco décadas.
¿Cómo resolveremos, después de este, otro libretazo? Quizás L. E. tenga la respuesta.
odelinalfonso@yahoo.com
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