Habana Vieja, La Habana, 27 de agosto de 2009, (SDP) Si no fuera porque el sentido común, lo que es evidente, al final se impone, las pocas fábricas y comercios nacionales que más mal que bien funcionan, tendrían que cerrar sus puertas y fuera en la sala de un tribunal o por televisión, el pueblo cubano pasaría los 365 días del año, durante 16 horas diarias, observando los juicios sumarísimos celebrados contra todos aquellos cubanos que han perpetrado actos en contra de la Revolución hasta que a los mismos espectadores de los juicios les llegara el turno de comparecer ante los magistrados. Es decir, el país se paralizaría porque es como si de pronto la nación fuera una máquina de computación inundada por miles de virus y hubiera que desinfectarla y como los programas antivirus piden tanta memoria, hubiera que cerrar todos los programas mientras se buscan “códigos malignos”.
El punto es que el disparate, lo absurdo, la arbitrariedad, se han extendido tan radicalmente (pero no así se ha transformado lo que es “políticamente correcto”) que toda acción, decisión, o eventos naturales de la cotidianeidad, se interpretaría como un acto o metáfora de la contrarrevolución.
Ya jodieron al negro Pánfilo con dos años de privación de libertad por gritar ante una camarita de filmación que en Cuba no había comida con la frase de la negritud, “jama” e “iria”, que significa algo más, algo que el negro Pánfilo expresa sin comprenderlo.
Más que decir que en Cuba no hay comida (lo que no es tan radicalmente exacto), lo que Pánfilo dijo fue que en Cuba no hay libertad, y donde no haya libertad hay falta de todo. Porque la libertad, sea entrecomillada o sin entrecomillar, siempre será libertad. Porque de la libertad nace todo: libertad de conciencia, iniciativa individual, y todo lo que “brille con luz propia”. Porque el bienestar de una nación no sólo nace de una mente, por más brillante que esta pueda ser (y “esté pal’ daño”), sino de ese conjunto amorfo y sin personalidad que denominan sociedad, pueblo, gentes.
Cuando digo que en la Cuba actual todo acto se presta a ser interpretado como contrarrevolución, me faltó decir que los más recalcitrantes contrarrevolucionarios son nuestros propios gobernantes que declaran constantemente que ellos son los mejores defensores de la revolución cubana del año 1959.
Este artículo está inspirado en los carteles empotrados actualmente de modo transitorio en las formidables rejas que protegen el proyecto de “La Fuente”, en la antigua Plaza Vieja, auspiciado e inspirado por el Dr. Eusebio Leal Spengler.
En su intención inicial, el plan era que “La Fuente” (iluminada por la noche) emitiera sus terapéuticos borbotones de agua. Ahora, por el ahorro de la energía y del preciado líquido, no funciona. Es decir, en Cuba todo se inaugura con un propósito, pero sea por Juana o su hermana, al final hay que suspender el proyecto porque las circunstancias no son propicias o por dejadez.
Actualmente en las rejas de la fuente hay unos carteles-fotos donde se muestra a una Polonia destruida por la II Guerra Mundial. En estos montajes gráficos se observan zonas de Polonia tal y como quedaron después de la guerra y fotos que muestran cómo esas mismas zonas han sido reconstruidas y cómo en la actualidad han quedado mejor que antes de la guerra.
La destrucción de Polonia está justificada por el loco de Hitler. Pero, como vivo en la capital de Cuba, me pregunto dónde está la justificación de la total destrucción de mi ciudad. Lo primero que me vino a la mente fue que la culpa por la destrucción de mi ciudad la tiene el gobierno norteamericano con la “Ley del Embargo”. Luego recordé que Cuba tiene relaciones económicas con el resto del mundo y que no todas las compañías de ese mundo poseen parcial o total propiedad norteamericana.
¿Dónde encontrar la justificación de que mi ciudad parezca bombardeada? Ya la tengo, me dije, la idiosincrasia de mi pueblo: bebedores de ron, marihuaneros, hijos de puta… Pero luego recordé que cuando todos los medios de producción son propiedad del Estado sin dejarle un lugar a la iniciativa personal, las gentes, el pueblo, no se sienten partícipes de la gobernabilidad de la nación e inician la “huelga de los brazos caídos”.
Entonces recordé las absurdas órdenes de Hitler cuando le respondió a sus generales durante la batalla por conquistar a Moscú que las tropas no podían retirarse y debían pasar el invierno a pocos metros de la capital rusa. Sin morir de un balazo, dejaron de existir más de 200 mil alemanes por efecto de la congelación. Y el loco de Hitler calificó de traidores y cobardes a los generales que le pidieron retirar a unos kilómetros de Moscú a las tropas hasta que pasara el invierno.
Mi preocupación consiste en que algún dirigente de la Revolución Cubana pase por “La Fuente” y al mirar el foto-montaje de las fotos sobre Polonia antes y después de la guerra, interprete que el Dr. Eusebio Leal Spengler utiliza esta exposición venida de Polonia como una metáfora para decir que en la capital de Cuba ha ocurrido o está ocurriendo algo peor cuando nadie, aún, nos ha bombardeado.
El punto es que el disparate, lo absurdo, la arbitrariedad, se han extendido tan radicalmente (pero no así se ha transformado lo que es “políticamente correcto”) que toda acción, decisión, o eventos naturales de la cotidianeidad, se interpretaría como un acto o metáfora de la contrarrevolución.
Ya jodieron al negro Pánfilo con dos años de privación de libertad por gritar ante una camarita de filmación que en Cuba no había comida con la frase de la negritud, “jama” e “iria”, que significa algo más, algo que el negro Pánfilo expresa sin comprenderlo.
Más que decir que en Cuba no hay comida (lo que no es tan radicalmente exacto), lo que Pánfilo dijo fue que en Cuba no hay libertad, y donde no haya libertad hay falta de todo. Porque la libertad, sea entrecomillada o sin entrecomillar, siempre será libertad. Porque de la libertad nace todo: libertad de conciencia, iniciativa individual, y todo lo que “brille con luz propia”. Porque el bienestar de una nación no sólo nace de una mente, por más brillante que esta pueda ser (y “esté pal’ daño”), sino de ese conjunto amorfo y sin personalidad que denominan sociedad, pueblo, gentes.
Cuando digo que en la Cuba actual todo acto se presta a ser interpretado como contrarrevolución, me faltó decir que los más recalcitrantes contrarrevolucionarios son nuestros propios gobernantes que declaran constantemente que ellos son los mejores defensores de la revolución cubana del año 1959.
Este artículo está inspirado en los carteles empotrados actualmente de modo transitorio en las formidables rejas que protegen el proyecto de “La Fuente”, en la antigua Plaza Vieja, auspiciado e inspirado por el Dr. Eusebio Leal Spengler.
En su intención inicial, el plan era que “La Fuente” (iluminada por la noche) emitiera sus terapéuticos borbotones de agua. Ahora, por el ahorro de la energía y del preciado líquido, no funciona. Es decir, en Cuba todo se inaugura con un propósito, pero sea por Juana o su hermana, al final hay que suspender el proyecto porque las circunstancias no son propicias o por dejadez.
Actualmente en las rejas de la fuente hay unos carteles-fotos donde se muestra a una Polonia destruida por la II Guerra Mundial. En estos montajes gráficos se observan zonas de Polonia tal y como quedaron después de la guerra y fotos que muestran cómo esas mismas zonas han sido reconstruidas y cómo en la actualidad han quedado mejor que antes de la guerra.
La destrucción de Polonia está justificada por el loco de Hitler. Pero, como vivo en la capital de Cuba, me pregunto dónde está la justificación de la total destrucción de mi ciudad. Lo primero que me vino a la mente fue que la culpa por la destrucción de mi ciudad la tiene el gobierno norteamericano con la “Ley del Embargo”. Luego recordé que Cuba tiene relaciones económicas con el resto del mundo y que no todas las compañías de ese mundo poseen parcial o total propiedad norteamericana.
¿Dónde encontrar la justificación de que mi ciudad parezca bombardeada? Ya la tengo, me dije, la idiosincrasia de mi pueblo: bebedores de ron, marihuaneros, hijos de puta… Pero luego recordé que cuando todos los medios de producción son propiedad del Estado sin dejarle un lugar a la iniciativa personal, las gentes, el pueblo, no se sienten partícipes de la gobernabilidad de la nación e inician la “huelga de los brazos caídos”.
Entonces recordé las absurdas órdenes de Hitler cuando le respondió a sus generales durante la batalla por conquistar a Moscú que las tropas no podían retirarse y debían pasar el invierno a pocos metros de la capital rusa. Sin morir de un balazo, dejaron de existir más de 200 mil alemanes por efecto de la congelación. Y el loco de Hitler calificó de traidores y cobardes a los generales que le pidieron retirar a unos kilómetros de Moscú a las tropas hasta que pasara el invierno.
Mi preocupación consiste en que algún dirigente de la Revolución Cubana pase por “La Fuente” y al mirar el foto-montaje de las fotos sobre Polonia antes y después de la guerra, interprete que el Dr. Eusebio Leal Spengler utiliza esta exposición venida de Polonia como una metáfora para decir que en la capital de Cuba ha ocurrido o está ocurriendo algo peor cuando nadie, aún, nos ha bombardeado.
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