Ranchuelo, Villa Clara, marzo 5 de 2009, (CP-SDP) Cuando Cuba arribe a la democracia se hablará del trabajo desempeñado por diferentes partidos políticos, organizaciones sindicales, campesinas, femeninas y proyectos independientes dentro de la isla y la diáspora. Igualmente se hablará de quienes desde las cárceles contribuyeron al derrocamiento del castrismo.
Juan Ruperto Becerra Alfonso, es el menor de los dos hijos procreados por el matrimonio de Herminio Becerra Llerena, ya fallecido y Nieves Teresa Alfonso Gonzáles, de 91 años. Ella ha sufrido dos infartos cardiovasculares, isquemias cerebrales y padece de hipertensión arterial.
Con la tez blanca, 1.75 metros de estatura y 56 kilogramos de peso, Becerra nació el 12 de mayo de 1967. Reside en el domicilio # 4602, de la calle 67, entre 46 y 48, en la Perla del Sur, fue sancionado a los 21 años por un delito de hurto y sacrificio de ganado mayor. Su hija Pilar Lisandra Becerra Montalvo tan sólo tenía 12 meses de nacida.
A partir del año 1996 ingresó en la organización contestataria “Presidio Político Pedro Luís Boitel”, que agrupa entre otros, a reos que denuncian las violaciones de derechos humanos en los centros penitenciarios de la isla.
Mediante la prensa independiente, el hijo varón de Herminio informa las pateaduras, puñetazos y bastonazos propinados injustamente a los penados, de los suicidios frecuentes, del quebrantamiento de los derechos a las visitas familiares, el soleador, la correspondencia, el teléfono, la asistencia médica y religiosa.
En octubre del pasado año la Dirección de Establecimientos Penitenciarios ordenó una vez más, recluir a Becerra durante siete meses en el régimen de máxima severidad del penal de Ariza. Como medio de intimidación, lo internaron junto a Alexander Tartabul González y Javier Díaz Consuegra, ambos condenados a cadena perpetua por el delito de asesinato.
Pernocta en un calabozo iluminado las 24 horas del día con una lámpara de 20 watts que le imposibilita dormir. La cama es de hormigón, está empotrada a la pared y carece de colchón. Se moja cuando ponen el agua, una sola vez al día, a las 6 de la tarde, dada la proximidad al baño. Realiza las funciones fisiológicas en un hueco situado en el piso de la celda.
Sus conversaciones telefónicas son vigiladas por uniformados que son situados a escasos metros del lugar donde las efectúa. A su vez le prohíben la tenencia de libros, bolígrafos, lápices y papel.
Las autoridades le niegan la realización de ejercicios físicos y le prohíben taparse con una sabana cuando duerme para que sufra las temperaturas por debajo de los 10 grados Celsius, que afectan el territorio central en invierno. Le conceden cada cuatro meses el contacto con su familia y ha sido golpeado en varias ocasiones.
Juan Ruperto, quien presenta dificultades digestivas y de la visión, no se amedrenta porque por vía telefónica o en misivas que sacan a escondidas y llegan a nuestra redacción manifiesta: “Mis objetivos son desenmascarar las mentiras que expone el gobierno sobre el sistema carcelario cubano y luchar por el futuro de las nuevas generaciones”.
primaveradigital@gmail.com
Juan Ruperto Becerra Alfonso, es el menor de los dos hijos procreados por el matrimonio de Herminio Becerra Llerena, ya fallecido y Nieves Teresa Alfonso Gonzáles, de 91 años. Ella ha sufrido dos infartos cardiovasculares, isquemias cerebrales y padece de hipertensión arterial.
Con la tez blanca, 1.75 metros de estatura y 56 kilogramos de peso, Becerra nació el 12 de mayo de 1967. Reside en el domicilio # 4602, de la calle 67, entre 46 y 48, en la Perla del Sur, fue sancionado a los 21 años por un delito de hurto y sacrificio de ganado mayor. Su hija Pilar Lisandra Becerra Montalvo tan sólo tenía 12 meses de nacida.
A partir del año 1996 ingresó en la organización contestataria “Presidio Político Pedro Luís Boitel”, que agrupa entre otros, a reos que denuncian las violaciones de derechos humanos en los centros penitenciarios de la isla.
Mediante la prensa independiente, el hijo varón de Herminio informa las pateaduras, puñetazos y bastonazos propinados injustamente a los penados, de los suicidios frecuentes, del quebrantamiento de los derechos a las visitas familiares, el soleador, la correspondencia, el teléfono, la asistencia médica y religiosa.
En octubre del pasado año la Dirección de Establecimientos Penitenciarios ordenó una vez más, recluir a Becerra durante siete meses en el régimen de máxima severidad del penal de Ariza. Como medio de intimidación, lo internaron junto a Alexander Tartabul González y Javier Díaz Consuegra, ambos condenados a cadena perpetua por el delito de asesinato.
Pernocta en un calabozo iluminado las 24 horas del día con una lámpara de 20 watts que le imposibilita dormir. La cama es de hormigón, está empotrada a la pared y carece de colchón. Se moja cuando ponen el agua, una sola vez al día, a las 6 de la tarde, dada la proximidad al baño. Realiza las funciones fisiológicas en un hueco situado en el piso de la celda.
Sus conversaciones telefónicas son vigiladas por uniformados que son situados a escasos metros del lugar donde las efectúa. A su vez le prohíben la tenencia de libros, bolígrafos, lápices y papel.
Las autoridades le niegan la realización de ejercicios físicos y le prohíben taparse con una sabana cuando duerme para que sufra las temperaturas por debajo de los 10 grados Celsius, que afectan el territorio central en invierno. Le conceden cada cuatro meses el contacto con su familia y ha sido golpeado en varias ocasiones.
Juan Ruperto, quien presenta dificultades digestivas y de la visión, no se amedrenta porque por vía telefónica o en misivas que sacan a escondidas y llegan a nuestra redacción manifiesta: “Mis objetivos son desenmascarar las mentiras que expone el gobierno sobre el sistema carcelario cubano y luchar por el futuro de las nuevas generaciones”.
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