Playa, La Habana, marzo 5 de 2009, (SDP) El camarón no sólo desapareció de la mesa del cubano promedio sino de la habitual conversación entre los compatriotas de la Isla. Su simple alusión provoca algo de sobresalto mientras que la presencia en el congelador doméstico constituye una prueba de que el poseedor vive por encima de sus posibilidades económicas.
El crustáceo desapareció de la dieta insular casi al mismo tiempo que la libertad; sólo que ésta fue esfumándose mientras que aquel desapareció de cuajo, de un solo golpe y por decisión del gobierno instaurado en enero de l959.
Entonces se dijo que el producto era muy bien pagado en el mercado internacional y que el gobierno requería de divisas para elevar la calidad de vida del cubano, hasta ponerla a nivel paradisíaco, tal y como reza en el himno de La Internacional. A los padres se les exigió un sacrificio presente en aras del bienestar futuro de sus hijos. Nadie pensó entonces que transcurrido medio siglo, los nietos y biznietos seguirían privados del crustáceo.
Pero el tiempo iba pasando a la vez que el país adquiría un indetenible movimiento cangrejero. El motorcito del modelo socialista, con un paso adelante y dos atrás, alejó, cada día más, al camarón del hombre de pueblo y lo acercó a los turistas y pejes gordos. Como además, otros mil incumplimientos llenaron la copa del desengaño, el nacional decidió tomar cartas en la distribución del alimento muy a su manera y mediante el “invento”.
Al principio, digamos en la década de los ochenta del siglo pasado, eran pescadores quienes empezaron a venderlo de modo furtivo a personas de extrema confianza. La venta ilícita del marisco era considerada, por aquel entonces, como traición a la patria, a la revolución, al socialismo y, por supuesto, a Fidel
Finalmente vino el “periodo especial” tras la debacle del socialismo real y con ella, la venta del producto en dólares en los mercados estatales. Mas su elevado precio sólo lo hacía asequible al bolsillo de muy pocos.
Hoy día, su precio oficial es de unos diez dólares la libra. El kilogramo se vende a 19 pesos convertibles, si se trata de la cola. Una caja de 1,5 kilogramos cuesta 31 pesos convertibles, pero en bolsa negra, esa misma caja se resuelve a 16 CUC.
Sin duda los pocos ciudadanos con acceso al producto lo adquieren en el mercado negro porque ni aún los más exitosos en el “invento” o los que reciben buenas remesas familiares están dispuestos a pagar un precio tan elevado. Esto hace de la venta furtiva del camarón una actividad lucrativa, un negociazo por el que bien vale la pena arriesgarse.
A tal extremo llega el trasiego ilícito, que por ejemplo, la camaronera CULTIZAZA de Sancti Spíritus según reconoce el gobierno, se vió precisada a cerrar, entre otras razones, por “el robo sistemático de camarón y en particular del pienso”.
Para que se tenga una idea de la cuantía del asunto, durante la noche del primero de mayo del año pasado, las autoridades detectaron 9 sacos de camarones en una guagua interprovincial que cubría la ruta Sancti Spíritus-Habana. Ello es reconocido por el órgano oficial del Partido, el rotativo Granma.
Una vendedora furtiva fue detenida y multada en nueve ocasiones hasta pagar la suma de 34 000 pesos. Ello habla, por si solo, de la rentabilidad del negocio.
El hombre de a pie se siente engañado luego de medio siglo sin acceso real a tan exquisito crustáceo cuyo enchilado, junto a la rica mulatona con cola de langosta, solo ha quedado al alcance de los turistas extranjeros y de los mandamases del patio. El de aquí , ni siquiera aspira al camarón entero y de primera al cual tiene pleno derecho, sino al de cola; a aquel que se compraba por 20 centavos el cartucho en el antiguo Mercado Unico o en la otrora Plaza de Marianao y que muchos empleaban como carnada para pescar en el malecón habanero.
¡Triste balance el de este socialismo criollo que al cabo de medio siglo ha dejado a los hijos de Liborio sin camarones ni mamoncillos!
osmagon@yahoo.com
El crustáceo desapareció de la dieta insular casi al mismo tiempo que la libertad; sólo que ésta fue esfumándose mientras que aquel desapareció de cuajo, de un solo golpe y por decisión del gobierno instaurado en enero de l959.
Entonces se dijo que el producto era muy bien pagado en el mercado internacional y que el gobierno requería de divisas para elevar la calidad de vida del cubano, hasta ponerla a nivel paradisíaco, tal y como reza en el himno de La Internacional. A los padres se les exigió un sacrificio presente en aras del bienestar futuro de sus hijos. Nadie pensó entonces que transcurrido medio siglo, los nietos y biznietos seguirían privados del crustáceo.
Pero el tiempo iba pasando a la vez que el país adquiría un indetenible movimiento cangrejero. El motorcito del modelo socialista, con un paso adelante y dos atrás, alejó, cada día más, al camarón del hombre de pueblo y lo acercó a los turistas y pejes gordos. Como además, otros mil incumplimientos llenaron la copa del desengaño, el nacional decidió tomar cartas en la distribución del alimento muy a su manera y mediante el “invento”.
Al principio, digamos en la década de los ochenta del siglo pasado, eran pescadores quienes empezaron a venderlo de modo furtivo a personas de extrema confianza. La venta ilícita del marisco era considerada, por aquel entonces, como traición a la patria, a la revolución, al socialismo y, por supuesto, a Fidel
Finalmente vino el “periodo especial” tras la debacle del socialismo real y con ella, la venta del producto en dólares en los mercados estatales. Mas su elevado precio sólo lo hacía asequible al bolsillo de muy pocos.
Hoy día, su precio oficial es de unos diez dólares la libra. El kilogramo se vende a 19 pesos convertibles, si se trata de la cola. Una caja de 1,5 kilogramos cuesta 31 pesos convertibles, pero en bolsa negra, esa misma caja se resuelve a 16 CUC.
Sin duda los pocos ciudadanos con acceso al producto lo adquieren en el mercado negro porque ni aún los más exitosos en el “invento” o los que reciben buenas remesas familiares están dispuestos a pagar un precio tan elevado. Esto hace de la venta furtiva del camarón una actividad lucrativa, un negociazo por el que bien vale la pena arriesgarse.
A tal extremo llega el trasiego ilícito, que por ejemplo, la camaronera CULTIZAZA de Sancti Spíritus según reconoce el gobierno, se vió precisada a cerrar, entre otras razones, por “el robo sistemático de camarón y en particular del pienso”.
Para que se tenga una idea de la cuantía del asunto, durante la noche del primero de mayo del año pasado, las autoridades detectaron 9 sacos de camarones en una guagua interprovincial que cubría la ruta Sancti Spíritus-Habana. Ello es reconocido por el órgano oficial del Partido, el rotativo Granma.
Una vendedora furtiva fue detenida y multada en nueve ocasiones hasta pagar la suma de 34 000 pesos. Ello habla, por si solo, de la rentabilidad del negocio.
El hombre de a pie se siente engañado luego de medio siglo sin acceso real a tan exquisito crustáceo cuyo enchilado, junto a la rica mulatona con cola de langosta, solo ha quedado al alcance de los turistas extranjeros y de los mandamases del patio. El de aquí , ni siquiera aspira al camarón entero y de primera al cual tiene pleno derecho, sino al de cola; a aquel que se compraba por 20 centavos el cartucho en el antiguo Mercado Unico o en la otrora Plaza de Marianao y que muchos empleaban como carnada para pescar en el malecón habanero.
¡Triste balance el de este socialismo criollo que al cabo de medio siglo ha dejado a los hijos de Liborio sin camarones ni mamoncillos!
osmagon@yahoo.com
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