jueves, 25 de junio de 2009

ANDARIVELES, Antonio Conte


El solar La California se levanta en la esquina de Crespo y Colón. En Crespo está la entrada principal. El patio inmenso, cortado por el inodoro, el baño y algunos lavaderos, es el límite natural de las habitaciones que pululan alrededor, en la primera y segunda plantas. Los que viven abajo, cuyos cuartos dan a la calle del Gran Almirante, tienen entrada independiente. Una puerta para cada cuarto. En la acera de enfrente, el almacén del Chino Wong, y un poco más arriba, en Colón y Águila, la farmacia del doctor Tarke, inventor del Testivital, que daba fuerza y vigor al hombre agotado, una especie de Viagra en jarabe que nadie se atrevió a declarar si funcionaba y que Pedro, el mensajero de la botica, repartía en su bicicleta a aquellos que les costaba Dios y San Antonio enderezar el aparato como es debido.

Colón 257 era la sede del prostíbulo más prestigioso de la ciudad: la casa de Marina, no apta para pelagatos. Políticos clase A, comerciantes de billeteras suculentas y bandidos atapiñados (todos uno y lo mismo) frecuentaban la morada del portón gris de aquella dama, a la que no se le conoció otra cosa que el nombre.

René Arcadio vivía con su madre en una habitación que daba a Colón, lo que te evitaba entrar y salir por la puerta principal, donde se reunía la canalla a joder de lo lindo y tramar fechorías menores. Arcadio no participaba del bonche cotidiano donde iban de un lugar a otro, el ron Palmita, la yerba de la Sierra, el puñal toledano, la navaja sevillana y la fuca 38 de Colt especial de tiro. Nacido en el solar, era amigo de todos, los de su edad y los más viejos. Estudiaba el último año de bachillerato en el Instituto de La Habana y trabajaba 3 horas 4 veces a la semana en la frutería de Galiano y Concordia. Casi toda la sirigaña que ganaba se la entregaba a Librada, la madre, para que aliviara sus pulmones del triqui traqui de la batea y la plancha. Al principio de la aventura, una parte de lo que ganaba se diluía entre las caricias y las piernas de Gladis, china cubana de 20 años que hizo furor en el bayú de Crespo 43. No había allí la fastuosidad de la casa de Marina, pero se exhibía de vez en cuando algún primor de inocencia y voluptuosidad que elevaba la bolsa de valores del puteadero. Gladys era uno.

Una tarde de agosto (soplaba un calor de tres pares) Arcadio compraba arroz, aceite y galletas El Gozo en el almacén de Wong. Se le acercó una muchacha medio china que comía un panqué Llave.

-Chico, tienes tipo de artista, ven a verme y actuamos juntos.

Se quedó tieso, reaccionó a tiempo y le sonrió:

-No sé de donde sacas eso, pero iré a verte, aunque no me gusta el artistaje.

-Te estaré esperando, ricura, ve entre semana, el sábado aquello está alborotado, me caes como plátano para sinsonte.

Se acercó y acarició las dos mejillas de Arcadio, que sintió una palangana de agua helada estrellándose contra su cabeza.

-¿Estás donde María?
-Allí. Si vas el miércoles, mejor.

La vio alejarse con su vestido de algodón azul, transparente, sandalias sin talón, taconeando.

-¡Arcadio, búscame las chancletas! –escuchó la voz de la madre cuando salía del baño.

Mapache bloqueaba el paso; un mulato alto, de ojos claros, parecido a Arcadio, salvo por el color de la piel y los cabellos.

-Oye, ecobio, dime si vienes con nosotros, te vas a buscar un baro largo de jamón, no tienes que hacer mucho, sólo vigilar, no va a haber sangre. Es una operación sorpresa, nadie ha asaltado un cine, no puede fallar –le dijo.

-No voy en esa ni en ninguna, Mapa, estoy enamorado.

-¡Cómoooo!...¿De la putica de la esquina? Tú sí tienes gandinga, ya el chulo se enteró que andas enredado con la mujer. ¿Sabes cómo le dicen al tipo? Machete. Así que cuídate, si quieres un hierro avísame. Si te metes con la jeva de un chulo te la estás jugando al pegao y sin ganancia.

Mapache le lanzó un gancho al estómago que Arcadio esquivó. El amigo se fue sonriendo y Arcadio entró en el cuarto, buscó las chancletas de la madre. Había una cama en el cuarto, una cocina de luz brillante de dos hornillas sobre una meseta, un escaparate del tamaño de un galeón, una mesa, una coqueta contra otra pared y una nevera Oso Blanco de botellón. “El mes que viene hay que comprar el Frigidaire, 20 pesos de entrada y 5 mensuales”-dijo.

-Tú andas enredado con una muchacha de la esquina, me vas a matar de susto si coges una enfermedad. Y el marido dicen que es guapo, yo lo he visto y es más grande que tú, me he jodido mucho pa que te maten de una puñalada en la puerta de tu casa, en vez de buscarte una novia decente de aquí mismo del solar.

A las 10 regresó del trabajo pero no llegó a la casa. Cuando pasó por la puerta del solar, Mapache lo llamó, metió la mano en el bolsillo y sacó un revolver 32.

-Pa que no te mueras como un bobo. Ese tipo te anda buscando.

El romance circulaba por todo el bayú y las cuadras aledañas. Decían que Arcadio no pagaba luego de la función y se pasaba más de lo debido con Gladys, lo que provocó que la matrona se fuera de lengua con Machete y le llamara la atención a la muchacha, que, cuando Arcadio no estaba con ella, atraía tantos clientes que no cabían en los sillones del vestíbulo y tenían que esperar en la acera a que los llamaran.

Cuando Arcadio entró en el cuarto, Gladys lo esperaba, de pie, en blúmers y ajustadores, los ojos hinchados, moratones en las piernas y la espalda. No lloraba, no se quejaba, sólo le dijo que el chulo lo estaba esperando en la esquina de San Lázaro. “Me dijo que te iba a picar la cara linda que tienes”. Lo abrazó, lo besó en la boca, la frente, las mejillas, el cuello. Arcadio se sentó en la cama a acariciarla. Luego se acostó con ella.
Salió del prostíbulo a las 11 de la noche. Miró hacia San Lázaro. En la esquina estaba Machete. Apretó el revolver en el bolsillo. Avanzó hacia el hombre que seguía de pie en la esquina, sin moverse. Cuando lo tuvo frente a él, sacó el Colt y disparó dos veces al pecho del tipo, que se desplomó sin tiempo para nada.

Arcadio dobló en San Lázaro y caminó hasta Prado sin mirar atrás. En el Parque Central se sentó en un banco, compró un helado y vio varias perseguidoras en la puerta del cine Payret y un grupo de curiosos alrededor de los carros. A la una de la mañana regresó a la casa. Todavía se comentaba el asesinato de Machete. La madre lo esperaba, sentada en la cama. Lo miró, pero no comentó nada.

-Alcánzame las chancletas que voy al baño.

Al otro día leyó en Diario La Marina la siguiente nota a una columna en la primera plana:

Asaltan cines
Anoche tres hombres enmascarados arrasaron con las taquillas de los cines América, Payret y Negrete. El factor sorpresa propició que los maleantes actuaran con total impunidad. La suma sustraída en los tres cines asciende a 5 000 pesos. Ayer, en horas de la tarde, se estrenó en varios cines de la capital y del interior el filme “Cantando bajo la lluvia”, protagonizado por Gene Kelly, Debbie Reynolds, Donald O Connor, Jean Hagen y Cyd Charisse. Hasta el momento de redactar esta nota no hay pistas sobre los delincuentes.

Arcadio sonrió. Metió el periódico debajo del brazo y cruzó la calle Neptuno rumbo al instituto.
aconte1812@aol.com

Antonio Conte. Escritor, poeta y periodista cubano. Es editor de Cubanet.org. Reside en Miami.

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