jueves, 18 de junio de 2009

MI MEJOR ENEMIGO, Richard Roselló



Boyeros, La Habana, 18 de junio de 2009, (SDP) Los cubanos que nacimos entre prohibiciones y necesidades nos contentamos de la nada. Quizás por eso hemos llegado a 50 años con las manos vacías y el cráneo invadido de nostalgias.

Mi generación despertó cuando la primera salida masiva de cubanos a Miami en 1965 por el puente de Camarioca, al norte de Matanzas. Y a consecuencia, comenzó la persecución de jóvenes enviados hacia campos de internamiento para gentes de “conducta impropia”, homosexuales, disidentes, católicos y delincuentes menores. Se gestaba el hombre nuevo alejado del susurro ideológico capitalista. En eso creíamos. Al menos creímos que iban a mejorar.

El Che moría en Bolivia y las relaciones con los Estados Unidos habían quebrado en 1961 en lo económico como en lo político. En los 70 escaseaba hasta el creyón de lápiz.

Entre planes desafiantes azucareros y hermandad con la URSS, Cuba comenzó a construir su socialismo e imponer el nuevo modelo de ingeniería social. Pero los jóvenes empezaron a rechazar ciertos valores de la sociedad y dieron paso a la contracultura. Devino la moda de los jeans, el pelo largo y la revolución musical trajo los géneros del disco, pop y rock, quien nos drogó con simples dosis, sacándonos de la cama a un pueblo con cultura musical.

Las tardes y las noches eran sagrados espacios clandestinos. Los amigos nos reuníamos alrededor de un radio Meridian soviético. No entendíamos nada. Pero nos entretenían las voces en inglés y la música del vecino y “enemigo” del norte.
Había que romper con el apotegma diario: estudio, trabajo, fusil y persecuciones a la que fuimos sometidos. A la par que nos obligaban escuchar noticieros radiales, congresos campesinos, movilizaciones y discursos maratónicos de Fidel Castro, más importante era el hit parade de la semana.

El dial rayaba la WGBS. Era Paul Simon, decía el locutor. Todos nos enamoramos con la pieza: “Fifty ways to leave your lover”. Boca adentro y camino a la escuela, la tatarearíamos insistentemente como un castigo de aula.

Se prohibía escuchar música. Los Beatles incluso, estaban censurados por la radio nacional. Oír música capitalista, vestir sus ropas, mascar chicles, tener fotos o un disco extranjero, eran elementos de acusación por “diversionismo ideológico”.

Al penetrar la onda corta a través de WQ 105, descubrimos otro repertorio del pop: Andy Gibb quien nos sedujo con “I just want to be your everything”, Mientras Rita Coolidge venía con voz melodiosa y: “Higher and higher”. Sin embargo, Leo Sayer le partió el corazón a más de una chica con “When I need you”.

Llegó 1978, Año del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Aunque muy vigilados, los cubanos intercambiamos opiniones con los visitantes foráneos y compartíamos música de los Bee Gees sudando en los salones bajo una fiebre en noche de sábado. Se imitaba a Travolta, otros bailaban como Olivia Newton John.

La música venía de una emisora de radio de Little Rock, Kansas. “I wanna kiss you all over”, en boca de Exile nos erizaba la carne. También Gerry Rafferty debutaba con “Baker Street”, mientras la agrupación The Sweet conquistaba el exitazo desde la metáfora: “Love is like oxygen”

La década del 80 fue el resultado de las sociedades fluidas. Excepto la cubana. Aun así, embrujados por el británico Elton John, encontramos después The Bigs 80. Dejamos de escuchar la WQAM con Eagles y Peter Frampton. John Lennon era asesinado, pero su “Imagine” se perpetuó. Bob Dylan cantaba en su memoria.
Por nuestras emisoras, se autorizaba a Donna Summer correr “On the radio”. Justo cuando Bonny M alcanza fama con su disco “Rivers of Babilon”.

Impulsados hacia un mar de cubanos que penetraran a la embajada del Perú en La Habana, unos 120 000 de ellos se marchan por el puente marítimo de El Mariel hacia la Florida. Y en su lugar, Cristopher Cross gana la semana con “Sailing”. Ruido alcanzó el dúo Hal & Oates que histrionizaban sus voces.

En 1981, los primeros grupos musicales se vieron por la TV cubana. Rupert Holmes salía en el matutino Revista de la Mañana con “Piña Colada”. Seguido en el verano llegaba: Kool & the Gang con “Too hot”.

Un saldo cualitativo dio la música con la llegada de los radios Selena. Las grabadoras escaseaban. El aparato con frecuencia modulada (FM) alcanzó fidelidad del sonido. Los inventos quedaban atrás, desde el radio de bombillo, el cable de cobre y las antenas de percheros.

Nuestro receptor se estrenaba con la pareja de Captain & Tennille y un record de ventas “Do that to me one more time”, así dijo la emisora 92.5 en inglés. El mercado del CD penetra y revoluciona la calidad musical.

Por la estación radial 97 de rock, se escucha a Boston. Luego a Supertramp y Rod Steward. Kansas aglutinó nuestros tediosos espacios a través de “Dust in the wind”. Desde la 99. 8 llegaba la voz rajada de Pat Benatar, el timbre de Stix y el piano de Billy Joel, quien una vez nos visitó.

En el Camilo Cienfuegos, del Vedado, un círculo social al aire libre en La Habana, se reunían los jóvenes. Era la meca de rock en la ciudad. Entre roqueros, hippies, punk y freekies se estrena: “Tom Sawyer” con la banda Rush. Un heavy metal bien recibido fue “Black in black” de AC/DC.

La presencia de “Jump” por Van Halen y “Escaleras al cielo” del legendario Led Zeppelín hacia mover el pavimento. Foreigner tocaba “Urgent” en un teatro de Miami y los cubanos exiliados saltaban unos sobre otros. Todo se calmó cuando se dejó escuchar “Waiting for a girl like you”. Una fuerza de voz mayor “Who`s crying now”, en 1981, salía de Journey. Después vino un largo repertorio: Police, Toto, Stars on 45, Blondie, Little River Band… pasaron todos a los billboard top con lo mejor de su repertorio.

Y mientras más eran las prohibiciones en Cuba más música norteamericana escuchábamos. Más desafiantes fuimos. Somos. Seremos…
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