jueves, 25 de junio de 2009

CURIOSIDADES ITALIANAS EN CUBA I, Richard Roselló

Boyeros, La Habana, 25 de junio de 2009, (SDP) La historia de los italianos en su paso por Cuba está llena de anécdotas y curiosidades, muchas de ellas sorprendentes. Seguidamente les presentamos una variedad de hechos recogidos en largo y paciente estudio, de su huella en el país.

¿Quién descubrió a Cuba?
Una pluma autorizada de Cuba, el historiador César García del Pino, señala que un marino “que ha producido toda clase de ecos en la historia de los descubrimientos”, fue la figura de Juan Cabotto. Hipótesis no despreciables lo señalan durante su segundo y último viaje a América como descubridor de la insularidad de Cuba, aún antes de que lo hiciera el almirante Cristóbal Colón. Fábula o realidad, la confirmación, que pondría los pelos de punta a la Historia, espera por la aparición de nuevos documentos.

La reliquia más antigua de Colón en América
En la Iglesia Parroquial de la ciudad de Baracoa, al Oriente del país, se conserva la Santa Cruz de la Parra, una pieza histórica y religiosa que testimonia el paso del Gran Almirante por la comarca. El 1º de diciembre de 1492 la fijó en la tierra, en un sitio que él denominó Puerto Santo. Años después, sería encontrada oculta entre las ramas y la raíz de una vieja parra –de ahí su nombre. Su madera proviene de un mangle cubano ya en extinción y es tan dura que ha desafiado el paso del tiempo. Inicialmente tenía siete pies de altura, pero los fieles, al considerarla milagrosa, comenzaron a quitarle astillas y la redujeron a menos de un metro de altura. Para detener esto, hoy está enchapado en latón plateado por los cuatro extremos. En la actualidad mide un metro y diez centímetros.

El secreto de Rossini con Cervantes
En 1865, el músico habanero Ignacio Cervantes hizo un viaje a París en unión de sus padres, con el propósito de estudiar en el célebre conservatorio de esa ciudad. Para suerte de su familia, su carrera fue notoria y le permitió codearse con músicos de gran talla universal, entre ellos Lizt y Rossini. Sobre su amistad con el compositor italiano se narran interesantes anécdotas, como la siguiente: En cierta ocasión Rossini lo invitó en su casa a acompañarlo a una habitación interior. Cervantes creyó que le iba a enseñar alguna partitura hasta el momento desconocida. Pero el músico italiano, abrió un armario, le mostró una variopinta colección de pelucas y le dijo: “Estas son las pelucas que he usado durante toda mi vida, no se lo cuente a nadie”.

Un cubano-italiano presidente de Cuba
Juan Bautista Spotorno, de sangre italiana pero nacido en Cuba, en la ciudad de Trinidad, el 18 de septiembre de 1832, alcanzó el grado de Coronel del Ejército Libertador y fue miembro de la Cámara de Representantes. Llegó más tarde a ser presidente de la República de Cuba en Armas durante los años 1875 y 1876.

La primera ópera en italiano y cantada por italianos en Cuba
La Elisa e Claudio, del maestro Saverio Mercadante, se presentó el 16 de enero de 1834 en el Teatro Principal de La Habana, desaparecido más tarde durante el fuerte huracán de 1846.

El segundo automóvil que rodó en Cuba era italiano
En 1898, cuando rodaba por la Habana el primer automóvil, muchos pensaron que se trataba de una broma. El referido era un vehículo francés. Dos años más tarde, en 1901, un triciclo de motor de fabricación italiana, perteneciente al comerciante Avignone y Co., poseía dos caballos de fuerza y era capaz de hacer 100 kilómetros de recorrido.

La primera patente de oxígeno para uso médico
Discretos pero seguros fueron los aportes de los italianos a la medicina cubana en el siglo XIX, algunos significativos, otros malogrados. En 1883, el napolitano doctor Alfonso Giacobelli presentó a la Academia Médico-Quirúrgica cubana la primera patente para la aplicación de oxígeno a pacientes. Su propuesta fue acogida con mucho interés, pero la falta de recursos no hizo posible tal novedad.

Una de la las primeras damas de la República de Cuba fue italiana
Se trata de Laura Bertini, esposa del Presidente provisional de la República de Cuba, Carlos Manuel de Céspedes, que sirvió el cargo durante agosto de 1933. Ambos se asentaron después en Italia y fueron los padres de la conocida escritora Alba de Céspedes.

¡Libertad, libertad!
En 1839 regía una férrea censura de prensa en La Habana, que llegaba hasta los impresos y carteles de teatro. La primera compañía italiana que se presentó en el antiguo teatro Tacón estaba integrada entre otros por la contralto Corradi-Pantanelli y el tenor Giovanni Montresor. Una querella entre ambos hizo que la primera demandara al segundo ante las autoridades coloniales, informando de su destierro de Milán y Nápoles por exaltado y liberal, y por haber dado un énfasis desmedido en sus interpretaciones a la palabra libertad. Apenas enteradas, las autoridades pusieron a Montresor en la cárcel, de donde solo salía para ir y venir del teatro. Se cuenta que la primera vez que salió a las tablas después de estar preso, le dieron un aplauso inmenso, estrepitoso, subversivo, y no así a la acusadora. Después que cantó ella, quedó el teatro habanero en un silencio sepulcral.

El muy caro Caruso y una bomba caprichosa
Los sueldos pagados a los artistas de las compañías italianas que actuaron en Cuba durante los siglos XIX y XX no fueron nada comparados con los miles que en el teatro las señoritas habaneras llevaban encima en vestidos y joyas. Recoge la historia que el compositor Juan Bautista Bottesini recibía por mes 500 pesos, la Steffanone solicitó aumento de 800, la Parodi se extremó un día con 5 000, y el laureado Caruso —al buen decir popular— apretó la tuerca con 10 000 pesos por cada una de las 9 funciones que cantó en el Teatro Nacional de La Habana en 1920. Mucho menos, 2 000, era lo que se le pagaba en el Metropolitan de Nueva York.

La temporada del famoso tenor, incluyó Martha, Elíxir de amor, Un baile de máscaras, Carmen, Los Payasos y Aida. La última función ha pasado a la historia no sólo por su calidad, sino por la estrepitosa fuga del cantante. En medio de una función de Aída, de Verdi, en el Teatro Nacional, hoy Gran Teatro de La Habana, estalló una bomba que causó el pánico. Caruso huyó vestido de Radamés y se dirigió hacia el Hotel Inglaterra, al lado del teatro, donde estaba hospedado. Según cuentan, Caruso fue detenido por la policía ya que iba disfrazado, maquillado y con los labios pintados, por lo que fue confundido con lo que ahora llamaríamos un travesti.

La primera ópera italiana en Cuba
La Didone Abbandonatta, compuesta por Pietro Trapassi Metastasio, se cantó el 12 de octubre de 1776 en el teatro Coliseo (más tarde Principal) de La Habana, el primero de su tipo en la ciudad.

El primer campeón de ciclismo en Cuba era genovés
A fines del siglo XIX, los cubanos acogieron la bicicleta con entusiasmo. Ya para 1894 existían en el país tres clubes de ciclistas, en La Habana: el Sport Club y el Club de Biciclistas, y otro en Matanzas. Un año antes de ser organizado el nuevo comité del deporte, entre ambos clubes decidieron convocar a un torneo en el velódromo del Vedado. Un cronista deportivo de la época, afirmó “será una fiesta que dejará recuerdos muy gratos en la memoria de cuantos la percibieron”. Para la competencia se inscribieron cubanos, españoles, franceses e italianos; y el público siguió el torneo con ansiedad. La victoria fue para el italiano Giuseppe Carlevaris (Pipo), ganador de los 25 kilómetros, registrando un tiempo de 45 minutos y 3 segundos. Pipo se llevó a casa una Copa de Plata y el título de Campeón.

Los italianos y la telefonía en Cuba
Circunstancias coincidentes han hecho que Italia y Cuba estén estrechamente vinculadas a través de la telefonía. La Habana es “la cuna del teléfono, donde, recién nacido, gracias al florentino Antonio Meucci, emitió su primer grito en 1849” —dijo un biógrafo del descubridor. Muchos años después, otro italiano de la Liguria, Giuseppe Musso, proyectaría en 1918 el teléfono submarino, puesto en marcha por la empresa norteamericana ITT. Cuba era el primer país del mundo en establecer la comunicación telefónica con los Estados Unidos. Pero más tarde se suma otro hecho: En 1994 se crea en La Habana la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A, con capital extranjero, dirigida por italianos en compañía de técnicos cubanos.

La primera compañía de ópera italiana que debutó en Cuba
Llegó a La Habana a fines de 1833. Debía debutar en diciembre, pero no pudo hacerlo hasta el 16 de enero de 1834. Actuó en el desaparecido primer teatro de la ciudad, el Principal (1773-1846), sito en la calle Oficios.

Cuba, Colón y los cartógrafos italianos
Los italianos, sin duda, tienen el mérito de estar entre los primeros grandes descubridores del Nuevo Mundo. Sus habilidades como navegantes hicieron que los reyes de España, Francia e Inglaterra les confiaran la dirección de sus navíos. Baste mencionar a los más conocidos: Cristóbal Colón (genovés), Sebastián Cabot (veneciano), Américo Vespucci y Juan Verrezano (florentinos), cuyas misiones de descubrimiento en América serán el suceso más impresionante en la historia.
Las primeras menciones gráficas de Cuba son debidas a los cartógrafos y tienen un fin de utilitarismo mercantil. Luego del famoso Mapamundi de Juan de la Cosa, también lo harían en 1564 Paolo Forlano y Fernando Berteli, Teodoro Bray en 1594, y muchos otros en lo adelante que, con el afán por los nuevos descubrimientos y el auge de la navegación, los reproducían en toscos grabados de madera.

¿Donde están los restos de Colón?
Después de permanecer en La Española (Santo Domingo) por más de 113 años, los restos mortales del Almirante Cristóbal Colón llegaron a Cuba el 13 de enero de 1795. Las cenizas de Colón, que viajaron tanto como él, fueron traídas a La Habana por el navío San Lorenzo y desembarcadas por el antiguo muelle de Caballería. Recibidas bajo una solemne ceremonia en presencia del pueblo habanero, el arca de plomo con cerraduras de hierro, fue colocada dentro de un ataúd pequeño y depositada en un nicho de la Catedral de La Habana, después cubierto con una lápida. Un siglo después, las diversas peripecias que sufrieron dichos restos fueron motivo de escándalo. A mediados de la década de 1870 se descubrió que no eran los restos del Gran Almirante los que se guardaban en aquella arca. En verdad eran los de Diego Colón, hijo del Descubridor y segundo Almirante de las Indias. Pero en Cuba la noticia importó poco. Los restos de don Diego (o el que fuese) se trasladaron a Sevilla bajo otra pomposa solemnidad, el 12 de diciembre de 1898, como resultado del fin de la dominación española en Cuba.
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