jueves, 25 de junio de 2009

EL JARDÍN DE LOS INTELECTUALES, Rogelio Fabio Hurtado


Marianao, La Habana, 25 de junio de 2009, (SDP) Si al viejo Stalin se le hubiese ocurrido esta idea, se hubiese ahorrado unos cuantos de los crímenes que lo desacreditan. Se trata de los circuitos cerrados, pequeños espacios donde se consiente que un mínimo de intelectuales y académicos cubanos ejerciten, con lenguaje hipersopesado, cierta libertad de crítica social. El ejemplo por excelencia es la Revista Temas y, sobre todo, los Debates que la misma ofrece el último jueves de cada mes, desde enero de 2002.

Todo parece indicar que el padre de la idea es el Ministro de Cultura y escritor Abel Prieto Jiménez, quien la concibió hace muchos años, cuando le pasó vareta al hoy difunto Lisandro Otero y se apoderó de la Presidencia de la UNEAC.

Eran los inquietos años de la Perestroika y el mundillo cultural habanero vivía pendiente de los atrevidos performances que protagonizaban los jóvenes artistas plásticos, nucleados en grupos con nombres pintorescos o agresivos, como Arte Calle y Puré. Luego de varias exposiciones escandalosamente clausuradas, el entonces joven Presidente de la UNEAC los autorizó a presentar sus acciones plásticas en un espacio público bajo el control exclusivo de ellos mismos.

El lugar escogido fue el pequeño parquecito en la céntrica esquina de G y 23, limítrofe con el cine Riviera. Un día entre semana, al atardecer. Los muchachos aprovecharon la oportunidad tan a fondo que a la cuarta semana se acabó el experimento de tolerancia y otros jóvenes, al parecer de la Tropas Territoriales de la UH ocuparon el parque desde temprano, envueltos en un silencio amenazador.

Algunos de los artistas acudieron también en silencio y nos comunicaron a los pocos asistentes que persistíamos esperando la novedosa ración de libertad y belleza, que al parecer, les habían sido retiradas las garantías. Llamaban a la UNEAC y Abelito no aparecía. No obstante, nos quedamos allí algunos, el poeta Nicolás Lara, la pintora Clarita Morera, el escritor y pintor Alejandro Lorenzo, hasta que la llegada de la noche canceló nuestras ilusiones aperturistas.

Quiero evocar uno de los performance: un joven delgado y pálido se hizo envolver la cabeza y parte del busto en una capa de nylon que le impedía el movimiento de los brazos y así, se hizo encadenar a la columna vertical del semáforo que está en la misma esquina. Inmediatamente creció el grupo de curiosos alrededor del encadenado. Nadie pronunciaba palabra, pero el rostro sudoroso del joven se transparentaba, a cada respiración, más exhausto. Creado el clímax, una muchacha se abalanzaba sobre sus ataduras y él, arrancándose de golpe la capucha de nylon, exclamaba, casi ahogado: Y eso que el pueblo cubano es tan solidario, casi me dejan morir

Fracasada entonces la teoría del circuito cerrado, dieron luz verde a la línea dura, mezclándola astutamente con los permisos para residir temporalmente en el extranjero. Así, aquel maravilloso grupo de artistas jóvenes e irreverentes terminaron dispersos en la Diáspora.

Esta vez, el Ministro juega al seguro. En TEMAS todo es formal y previsible. Cierto que es infinitamente más interesante que La Bohemia, pero es académica hasta el tuétano y no se permite ni por asomo planteamientos políticos consecuentes. Son diestros en jugar con la cadena, pero al mono ni lo miran.

En el prólogo a la selección de Debates, publicada por las ediciones Unión bajo el título de Último Jueves, Los debates de TEMAS, Rafael Hernández, Director de la Revista y frecuente moderador, descubre con inesperada rapidez su juego, tratándose de un jugador tan astuto:

“Ciertamente, en un país donde se supone que no exista el menor resquicio de libertad de expresión; donde nadie podría manifestar públicamente “críticas al gobierno”; y donde fueran impronunciables temas como las diferencias sociales, el prejuicio racial, la democracia, el papel de la sociedad civil, la pobreza, la marginalidad, los impactos sociales y culturales del turismo, el derecho al disentimiento y otros más, la mera existencia de discusiones públicas como las que tienen lugar en los paneles del Ultimo Jueves debería representar un acontecimiento”.

Está claro que se pretende, mediante ese simulacro en circuito cerrado de debate entre personas que coinciden en ser, de una u otra manera, empleados del Estado y beneficiarios de sus nóminas, dar por resueltas las asfixiantes limitaciones que acorralan en el país a quienes se lanzan al ruedo de la política en Cuba. Veamos para confirmarlo, el listado de participantes: sociólogos, economistas, psicólogos y juristas (Nótese que se trata de universitarios y recordemos aquella consigna jamás desmentida de que “la Universidad es para los revolucionarios”) comparten el espacio de un panel con narradores, cineastas, comentaristas deportivos, babalawos, profesores de arte, teatristas, activistas comunitarios, periodistas radiales, asesores de gobiernos locales (fíjense bien, sólo tracatanes de poca monta), raperos, pastores evangélicos, poetas, realizadores de telenovelas.

En la cola de participantes cabe casi todo; menos presos políticos, represaliados o disidentes, pues es un lugar donde académicos e intelectuales juegan como niños cuando las personas mayores (los que mandan y seguirán mandando, equivocados o no) no los están mirando. Solo cuando convoquen a un ministro de gobierno y a un disidente u opositor real a sentarse no juntos sino frente a frente, dejarán de ser un montaje teatral estos Jueves de Temas.

No obstante, una vez desenmascarados en su carácter de trucos de tolerancia represiva, concurrir a los mismos nunca está de más, a menos que un discreto agente vestido de civil nos intercepte antes de llegar, como le sucedió recientemente a un conocido activista cuando intentaba entrar en la Biblioteca Nacional para asistir a un encuentro del Grupo Color Cubano, que patrocina la UNEAC.
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