Regla; La Habana; 25 de junio 2009 (ALAS-SDP) Las leyes migratorias implantadas por el gobierno cubano son bien sui géneris. Estas se cumplen siempre a conveniencia de sus dirigentes y del momento político que vive el país.
El mundo entero conoce que los cubanos dependen de un permiso del gobierno para salir o entrar a Cuba. Permiso que para ser concedido la persona, esta antes es investigada y escudriñada por la Seguridad del Estado.
Uno de los casos más polémicos de obstrucción de salida del país, fue sin duda el de la neurocirujana Hilda Molina, que durante quince años solicitó viajar a Argentina para poder conocer a sus nietos. Este permiso fue concedido –para asombro de muchos- el pasado viernes 12 de junio.
Este gesto “bondadoso” de los gobernantes cubanos es tema de discusión y reflexión entre la disidencia interna, que por demás, es uno de los sectores donde más es retenida la salida del país o tarjeta blanca –documento que autoriza la emigración. Los disidentes se preguntan ¿qué hay tras esta flexibilidad del gobierno de La Habana?
Más que un gesto, luego del permiso de salida ofrecido a la doctora Molina, hay una frase que se ha convertido en la comidilla de la disidencia interna: “para salir del país, hay que estar tranquilo”.
Esta conclusión que muy abiertamente manifiesta la sociedad civil cubana, tiene hechos muy bien fundados. Para nadie es un secreto que cuando un disidente se presenta en las oficinas de emigración cubanas, si este es una persona muy destacada dentro del sector opositor, abiertamente el régimen retiene su permiso de salida.
Solo cuando el disidente deja sus actividades en contra del gobierno y ha pasado hasta más de 3 años en espera –como es el caso de Hugo Padrón Azcuy- entonces le dan el permiso tan deseado.
La policía política utiliza la tarjeta blanca como medio de chantaje. Se han conocido algunos casos donde el cuerpo represor ha querido la colaboración de los opositores para que así le sea entregado este preciado documento. Muchos no han cedido y han rechazado esa burda propuesta.
No es oculto que una parte de la disidencia interna se centra en buscar evidencias para poder emigrar por el Departamento de Refugiados Políticos de los Estados Unidos en Cuba. Sin embargo, para obtener el permiso de salida de las autoridades cubanas, hay que abandonar las actividades opositoras.
El opositor que aspira a irse del país, está entre dos aguas. Por un lado, tiene que tener evidencias para ser aprobado por los funcionarios norteamericanos y que le concedan el visado. Por el otro lado, tiene que no estar en nada para que le den el permiso de salida. Es como dice el refrán: “está entre la espada y la pared”
En estos momentos hay varios disidentes y periodistas independientes que esperan su permiso de salida, como es el caso de Edgar López Moreno, Jorge Olivera Castillo, la bloguera Yoani Sánchez y muchos otros que día a día reciben el mensaje solapado y nefasto que envía muy sutilmente la Seguridad del Estado cubana: “para salir del país, hay que estar tranquilo”
ainimv@yahoo.com
El mundo entero conoce que los cubanos dependen de un permiso del gobierno para salir o entrar a Cuba. Permiso que para ser concedido la persona, esta antes es investigada y escudriñada por la Seguridad del Estado.
Uno de los casos más polémicos de obstrucción de salida del país, fue sin duda el de la neurocirujana Hilda Molina, que durante quince años solicitó viajar a Argentina para poder conocer a sus nietos. Este permiso fue concedido –para asombro de muchos- el pasado viernes 12 de junio.
Este gesto “bondadoso” de los gobernantes cubanos es tema de discusión y reflexión entre la disidencia interna, que por demás, es uno de los sectores donde más es retenida la salida del país o tarjeta blanca –documento que autoriza la emigración. Los disidentes se preguntan ¿qué hay tras esta flexibilidad del gobierno de La Habana?
Más que un gesto, luego del permiso de salida ofrecido a la doctora Molina, hay una frase que se ha convertido en la comidilla de la disidencia interna: “para salir del país, hay que estar tranquilo”.
Esta conclusión que muy abiertamente manifiesta la sociedad civil cubana, tiene hechos muy bien fundados. Para nadie es un secreto que cuando un disidente se presenta en las oficinas de emigración cubanas, si este es una persona muy destacada dentro del sector opositor, abiertamente el régimen retiene su permiso de salida.
Solo cuando el disidente deja sus actividades en contra del gobierno y ha pasado hasta más de 3 años en espera –como es el caso de Hugo Padrón Azcuy- entonces le dan el permiso tan deseado.
La policía política utiliza la tarjeta blanca como medio de chantaje. Se han conocido algunos casos donde el cuerpo represor ha querido la colaboración de los opositores para que así le sea entregado este preciado documento. Muchos no han cedido y han rechazado esa burda propuesta.
No es oculto que una parte de la disidencia interna se centra en buscar evidencias para poder emigrar por el Departamento de Refugiados Políticos de los Estados Unidos en Cuba. Sin embargo, para obtener el permiso de salida de las autoridades cubanas, hay que abandonar las actividades opositoras.
El opositor que aspira a irse del país, está entre dos aguas. Por un lado, tiene que tener evidencias para ser aprobado por los funcionarios norteamericanos y que le concedan el visado. Por el otro lado, tiene que no estar en nada para que le den el permiso de salida. Es como dice el refrán: “está entre la espada y la pared”
En estos momentos hay varios disidentes y periodistas independientes que esperan su permiso de salida, como es el caso de Edgar López Moreno, Jorge Olivera Castillo, la bloguera Yoani Sánchez y muchos otros que día a día reciben el mensaje solapado y nefasto que envía muy sutilmente la Seguridad del Estado cubana: “para salir del país, hay que estar tranquilo”
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