jueves, 18 de junio de 2009

LOS DEVOTOS DE SAN ELOGIO, Víctor Manuel Domínguez




Centro Habana, La Habana, 18 de junio de 2009, (SDP) En un país donde los artistas y escritores son devotos de San Elogio, ejercer el criterio puede considerarse una herejía.

Los ejemplos sobran. Quienes han tenido que exponer su criterio por el filo de una navaja también. Y aún más si la crítica señala en su contenido un distanciamiento ideológico de la revolución cubana, debido a las consecuencias extra literarias y artísticas que le puede ocasionar al autor.

El mal de que los creadores cubanos se consideren infalibles, superdotados, con una varita mágica para lograr la perfección de su obra, provoca desde tiempos lejanos exabruptos, enemistades, acusaciones y otros actos de intolerancia con la opinión que no les favorece.

En un artículo publicado en la Revista Habanera en la segunda mitad del siglo XIX, y atribuido al poeta Juan Clemente Zenea, este expresaba como si fuera hoy:

“Como vivimos en una sociedad de elogios mutuos, se pretende que la censura vaya envuelta en la celebración, que se corrija dulcemente, que se amoneste como suplicando y que se señalen los defectos por graves que sean, encomiando a los malaventurados autores”.

La situación descrita por Zenea está patente en la Cuba actual, pero en un sentido más abarcador, dada la intromisión del Estado en todo lo humano y lo divino que ocurra en el país.

En un reciente encuentro entre críticos de diversos géneros en el programa de Arte y Literatura Hurón Azul, que pasa cada jueves por la televisión cubana, los especialistas llegaron al consenso de que el paternalismo y la autocensura se imponen en el país. Atentan contra un ejercicio del criterio objetivo. Lo desvirtúan de su función formadora.

El temor a enfrentar la ira del creador, o el rechazo del público por no coincidir con una opinión especializada, así como al fantasma de la censura institucional si considera demasiado elogiosa o descalificadora la crítica sobre una obra de interés ideológico para los mandantes, pienso que constituyan partes no visibles del conflicto de intereses de los especialistas.

Un ejemplo de ello fue expresado por el crítico cinematográfico Rolando Pérez Betancourt, quien aparte de reconocer el grado de autocensura y paternalismo que impera en el sector artístico y literario del país, aseguró de forma cínica y sin que ni siquiera le temblara el bigote:

“En el sector de la cultura se puede criticar cualquier cosa. Eso sí, después hay que atenerse a las consecuencias”. Entonces, es mejor no arriesgarse, fue su mensaje subliminal.

Con opiniones así, que demuestran el acomodamiento a las exigencias de elogios, ya sea por parte de los artistas, escritores o el gobierno, este señor conduce el programa La Séptima Puerta de la televisión cubana, y escribe artículos sobre cine en una columna del periódico Granma, órgano oficial del partido comunista de Cuba.

Por el mismo camino, aunque a campo traviesa, cobijándose bajo la sombra de los árboles cuyos frutos no los puedan comprometer, transitaron los especialistas Jorge Luis Arcos, Elvia Rosa Castro y Joel del Río, críticos de literatura, artes plásticas y cine, respectivamente.

Estas poses paternalistas a la hora de ejercer el criterio especializado, así como la autocensura por no herir susceptibilidades, o no sufrir consecuencias, han lastrado la formación estética de miles de ciudadanos al recibir un producto artístico y literario adulterado por compromisos y temores.

Las decenas de poemarios con crítica elogiosa pese a que sus versos son tan malos que pueden matar a un elefante, sólo porque los escribió un amigo o un héroe de la revolución, derrumban de vergüenza los anaqueles de las librerías del país.

Libros de relatos y novelas que no sirven ni como combustible para encender el fogón, gracias al elogio del crítico alcanzan premios nacionales y montan a sus deslumbrados autores en un avión a contaminar los lectores de Tonga o de Madrid.

Filmes que ocasionarían taquicardias y sudoraciones al más compulsivo de los cinéfilos cubanos. Performance cuyas claves estéticas y mensajes para ser descifrados tiene que hacerse desde un sillón en el pasillo de un manicomio, deforman la visión de un público que cree en la honestidad de un crítico.

Sin embargo, las obras que encumbran y enaltecen la cultura cubana, pero temáticamente alejadas de la ideología oficial, esperan por el crítico entre las sombras.

Algo se ha hecho en los últimos tiempos, aunque a regañadientes y en revistas especializadas del país, luego de que han sido publicadas en el exterior.

Ante una realidad así, si Erasmo de Róterdam escribió un Elogio de la locura, los críticos cubanos están obligado a realizar un filme, un performance, o escribir una novela, un libro de cuentos o un poemario bajo el objetivo título: Los devotos de San Elogio.
vicmadomingues@gmail.com

No hay comentarios: