jueves, 18 de junio de 2009

EL MUNDO ES UN GRAN ESCENARIO, Frank Cosme



Santos Suárez, La Habana, 18 de junio de 2009, (SDP) El mundo es un escenario del cual todos somos actores. Así se expresó W. Shakespeare en una ocasión y realmente esto es tan cierto como el crepúsculo y el ocaso del sol día a día. Cada ser viviente o no, sea del mundo animal, vegetal o del inanimado mineral, están interconectados entre sí de una manera que se necesitan y complementan. Es un ciclo que comenzó desde el despertar del mundo; es una trinidad que parece estar presente en todos los acontecimientos que han llevado a la humanidad hasta el desarrollo actual.

El número tres está presente en todo, desde la naturaleza hasta el número de religiones que creen en un mismo ser superior.

Tres son los elementos de la naturaleza; sólido, líquido, y gaseoso, tres son los reinos: animal, vegetal y mineral. Tres también son las piezas que pueden originar el equilibrio (como la mesa con tres patas o un triciclo).

Podría seguir nombrando hasta el cansancio varios ejemplos más, pero detengámonos en el dogma de la Santísima Trinidad aceptada por católicos y por algunas denominaciones cristianas, inaceptable por Judíos, musulmanes y mucho menos digerida por los materialistas. Sin embargo, hay una “trinidad” también en el ser humano que casi nunca se repara en ella: la mente, el cuerpo y el espíritu. El ser humano no está completo si le falta la salud mental, la física o la emocional que precisamente trata del espíritu del cual no pocos reniegan que existe. Y llegamos a las religiones que “no casualmente” creen en el mismo ser superior y ¿casualmente? son tres. Judíos, cristianos y musulmanes. Alguien dirá ¿y las otras?; se podría responder que son filosóficas. La tendencia de los asiáticos ha sido siempre el culto a sus antepasados, así que si hombres extraordinarios como lo fueron Buda, Confucio o Lao Tsé fallecen, su filosofía se convierte en religión.

Pero dejemos a un lado la filosofía y entremos en el escenario cubano, del cual como diría Shakespeare, todos somos actores. En estos 50 años, los cubanos, creyentes o no creyentes, han actuado inconscientemente y girado en torno de otra “santísima trinidad” que no tiene nada que ver ni con la religión ni con la cábala Hebrea o la numerología en que ciertos números como 3, 7, 12 ó 40 tienen una mágica connotación.

Si es mágico o no este número 3, no viene al caso, lo que sí es coincidente es que nos movemos alrededor de este número, pues desde que amanecemos hasta que anochece, estamos pensando que “nos echamos en el estómago”. La gran santísima trinidad del pueblo cubano es: el desayuno, el almuerzo y la comida, todos giramos alrededor de esto.

Está el anciano que no le alcanza el retiro y vende su cuota de cigarros, el que bucea en los latones de basura en busca de algo que aprovechar y vender o cualquier chatarra que pueda cambiar. Aquel otro que después de terminar su trabajo en el estado hace pizzas o dulces y las vende clandestinamente o aquellos que alquilan películas o venden pececitos de colores. Están aquellos otros que te roban descaradamente en las tiendas de divisas adulterando los precios o exclamando con una durísima cara que no tiene vuelto.

A estos no se les puede dar el calificativo justificativo de que está “luchando”, los que verdaderamente luchan son los primeros, pues aunque están clandestinos, no les roban a nadie.

¡Cómo cambian los tiempos! Antiguamente el más pinto tenía prejuicio de salir a la calle con una cesta de aguacates por miedo a que se le quedara el mote de fulano el aguacatero. Hoy hasta los médicos, abogados y profesionales de todo tipo venden aguacates y hasta la madre de los tomates.

Cuánta razón tenía Shakespeare en esto del escenario, hay que vivir aquí el día a día con la gente común y no en el mundito sofisticado de las inmobiliarias o de Miramar donde viven y trabajan extranjeros y que su entorno se asemeja más a París. Para estos, ni para los personajes del gobierno que les permiten a ellos crear empresas a expensas de los ciudadanos originales del país no existe la preocupación de la santísima trinidad cubana.
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