La Habana, 6 de agosto de 2009 (SDP) La pérdida de miles de quintales de calabaza en la presente cosecha son un indicativo de la deficiente planificación en la agricultura cubana, aseguran agricultores.
La sobreexcedida producción agrícola y su destino a una sola plaza (la capital), la falta de prioridad a otros mercados, la pobre capacidad en el mercado concentrador y los puntos de ventas, indecisiones de su destino, el retorno de carga a su origen e incorrecta comercialización, incluyendo fuertes lluvias, intensos calores y pésima manipulación de la carga y descarga, merman la calidad y el consumo, y aumentan las perdidas monetarias.
En temas de alimentos perdidos, no valen excusas. La lección cuesta trabajo aprenderla, no hace tiempo, fue el tomate. Miles de quintales se perdieron en manos del Estado cubano y la población dejó de consumirlos. ¿Por qué? Carencia de envases, combustible, falta de transportación estatal, laceran cualquier esfuerzo creador.
El abarrote de calabazas en los mercados habaneros y la negativa a abastecer otros mercados son producto del inadecuado manejo de la producción estatal y su incompetente comercialización y planificación.
¿Por qué provincias como Matanzas y Pinar del Río y hasta municipios habaneros, cercanos a los productores de calabaza, no reciben ese excedente? En cambio, se pudren en los centros de acopios.
Hay que beneficiar primero la capital, dicen expertos. Pero el precio a pagar por los inadecuados resultados es alarmante.
Todo empieza por los productos agrícolas que no cumplen las normas de control de calidad y sufren el deterioro del insumo. Ello se inicia en el campo cuando principia la carga. Existe una mala selección de productos, mezclan buenos y en mal estado. Desde su amontonamiento en camiones sin el cuidado de transportación, se concentra sin seguridad en una unidad de acopio municipal, donde se amontonan por días. Luego pasan a los mercados. Y al llegar a manos del consumidor, no sirven.
Alegan transportistas que en el mercado concentrador de La Habana, en Berroa, al este de la capital, camiones con 300 y 400 quintales de calabazas son sometidos a “rigurosas inspecciones de calidad”. A muchos les niegan la entrada al detectarse una vianda descompuesta. Sin embargo, observamos en puntos de venta a la población el mal estado de ese producto, procedente de dicho almacén central.
Otra clara característica es ver vehículos con sus cargas y encima, sentados sobre los alimentos de la población, a empleados de acopio. Esto y más son violaciones contra el deterioro del producto, su merma y falta de higiene.
Hace 19 años, al imponerse el “periodo especial”, los cubanos caímos en una profunda crisis alimenticia. Ver un producto agrícola era raro. Asombraba hallar variedades de ofertas en un mercado estatal. Y aunque exista hoy una progresiva oferta y precios asequibles, los mercados abren sus puertas a mercancías de cuarta categoría, muchas en mal estado.
La cosecha de calabazas ha sido alta este año, quizás la más productiva en nuestra historia. Y algunos justifican que su exceso sustituye la escasez de otros productos agrícolas de mayor demanda en mercados como: plátanos, yuca, malanga y las inexistentes hortalizas de ciclo corto de invierno.
La verdad es que no todos comemos calabaza. De ahí ese estancamiento que sufre el producto en plazas habaneras. ¿Y luego que? El verano actual arrecia con temperaturas de hasta 35 grados. Las lluvias intensas, amen de la alta humedad del clima, sirven de catalizadores para la descomposición.
No obstante, a un año de los daños ocasionados por los ciclones a la agricultura en la isla, productos altamente demandados de ciclo corto de siembra, (tomate, pepino) no hallaron tampoco espacio en mercados consumidores de La Habana. Los errores corresponden a la dirección del país, no a los fenómenos climáticos. Y uno se pregunta ¿quién pagará por esto?
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