Santos Suárez, La Habana, 6 de agosto de 2009, (SDP) Existe en el centro de Europa un país que no pertenece a la Unión Europea, ni al pacto del Atlántico Norte y que conserva su propia moneda. Ha sobrevivido a todas las “broncas” que han tenido los europeos en estos últimos tres siglos, incluidas las dos guerras mundiales. Imagino que llegado a este renglón ya usted sospechará que me refiero a Suiza.
¿Cómo han logrado los suizos mantenerse fuera de todas las convulsiones que se han producido en el resto del continente y construir la más perfecta democracia que existe en el planeta?
¿Alguna vez alguien ha oído hablar del presidente suizo? La Confederación Helvética está gobernada por un colegio de siete miembros, cuyo presidente es elegido cada año y no tiene autoridad especial. Al pueblo suizo no le despiertan ninguna simpatía los grandes caudillos como sucede en otras naciones.
Cada tercer domingo, la población va a las urnas y no solo vota por un representante al gobierno; puede ser con el fin de que el país entre en una sociedad internacional o de comprar unos equipos de último modelo para asfaltar las calles. Hasta sus maestros de escuela se eligen por medio del voto.
Para comprender esto, hay que conocer un poco de historia. Suiza estaba habitada por los helvecios, una de las tantas tribus que tenían los celtas; a estos se les unieron los romanos, los borgoñeses y los francos. En 1218 formó una dependencia del imperio de Carlomagno, pero los abusos de los gobernadores de este, hicieron que el pueblo se resistiera. En 1291 formaron una “liga de cantones” y comenzaron una larga lucha de casi tres siglos hasta que el tratado de Wesfalia reconoció a Suiza como estado soberano en 1648.
En el siglo XIX, discrepancias entre católicos y protestantes amenazaron con la unidad de la Confederación, pero la sangre no llegó al río. Como en anteriores ocasiones, se sentaron a la mesa y resolvieron sus diferencias.
Es realmente admirable que un pueblo que habla cuatro idiomas, (alemán, francés, italiano y retorrománico), y tenga dos religiones fuertemente constituidas, (católicos y protestantes), presente ante el mundo una “fuerte unidad nacional”. Se demostró a las claras cuando a Hitler se le ocurrió amenazar a Suiza con invadirla. Los suizos no solo se limitaron a sonreír. El paso de los Alpes conocido por el Simplón estaba ya dinamitado y todas las montañas alrededor del país, erizadas de cañones antiaéreos. Suiza movilizó en menos de 48 horas un ejército de 800,000 hombres. Hitler desistió.
No obstante mantenerse fuera del conflicto, Suiza hizo clara su política de neutralidad a los nazis con el derribo de 20 aviones que se atrevieron a violar su espacio aéreo.
En el pasado, los suizos fueron considerados como los más valientes y más confiables guerreros que existían. La guardia Suiza del Vaticano es un ejemplo de ello.
El pragmatismo o inteligencia práctica, no el pacifismo, fue la causa de que los suizos se retiraran de la política internacional, (el no pertenecer a la Unión Europea es un ejemplo de su independencia), a pesar de no tener ni recursos minerales ni alimentos sobrantes como no sean fuerza hidráulica y gran habilidad para hacer las cosas. Prueba de esto último es la historia de Daniel Jean Richard, un “herrero” que fundó la industria relojera suiza en el siglo XVIII.
En Suiza surgió la Cruz Roja, prestigiosa organización que se dedica a ayudar y socorrer a todas las víctimas de catástrofes o guerras sin importar afiliaciones políticas, raza, o religión. Su fundador Enrique Dunant recibió el primer Premio Nobel de la Paz que se otorgó (1901).
Lamentablemente en tan poco espacio no se puede hablar mucho de esta pequeña pero grande nación. No todo es perfecto en este país, hasta el sol tiene sus manchas, pero los suizos han logrado producir la mejor de todas sus obras, una sociedad democrática, sin rencores crónicos y sin pobreza. Un ejemplo para todas las naciones y para nosotros los cubanos, una “enseñanza”, pues les costó cuatro siglos aprender aquel pensamiento para todos los tiempos de Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Los suizos llevan más de 200 años de vivir en paz entre ellos y con los demás. Para hablar 4 idiomas, entenderse perfectamente y conformar un gran país, es algo que las demás naciones, incluyendo la nuestra, deberían imitar.
Verdaderamente Suiza da la hora al mundo desde hace mucho tiempo y no precisamente la del reloj.
primaveradigital@gmail.com
¿Cómo han logrado los suizos mantenerse fuera de todas las convulsiones que se han producido en el resto del continente y construir la más perfecta democracia que existe en el planeta?
¿Alguna vez alguien ha oído hablar del presidente suizo? La Confederación Helvética está gobernada por un colegio de siete miembros, cuyo presidente es elegido cada año y no tiene autoridad especial. Al pueblo suizo no le despiertan ninguna simpatía los grandes caudillos como sucede en otras naciones.
Cada tercer domingo, la población va a las urnas y no solo vota por un representante al gobierno; puede ser con el fin de que el país entre en una sociedad internacional o de comprar unos equipos de último modelo para asfaltar las calles. Hasta sus maestros de escuela se eligen por medio del voto.
Para comprender esto, hay que conocer un poco de historia. Suiza estaba habitada por los helvecios, una de las tantas tribus que tenían los celtas; a estos se les unieron los romanos, los borgoñeses y los francos. En 1218 formó una dependencia del imperio de Carlomagno, pero los abusos de los gobernadores de este, hicieron que el pueblo se resistiera. En 1291 formaron una “liga de cantones” y comenzaron una larga lucha de casi tres siglos hasta que el tratado de Wesfalia reconoció a Suiza como estado soberano en 1648.
En el siglo XIX, discrepancias entre católicos y protestantes amenazaron con la unidad de la Confederación, pero la sangre no llegó al río. Como en anteriores ocasiones, se sentaron a la mesa y resolvieron sus diferencias.
Es realmente admirable que un pueblo que habla cuatro idiomas, (alemán, francés, italiano y retorrománico), y tenga dos religiones fuertemente constituidas, (católicos y protestantes), presente ante el mundo una “fuerte unidad nacional”. Se demostró a las claras cuando a Hitler se le ocurrió amenazar a Suiza con invadirla. Los suizos no solo se limitaron a sonreír. El paso de los Alpes conocido por el Simplón estaba ya dinamitado y todas las montañas alrededor del país, erizadas de cañones antiaéreos. Suiza movilizó en menos de 48 horas un ejército de 800,000 hombres. Hitler desistió.
No obstante mantenerse fuera del conflicto, Suiza hizo clara su política de neutralidad a los nazis con el derribo de 20 aviones que se atrevieron a violar su espacio aéreo.
En el pasado, los suizos fueron considerados como los más valientes y más confiables guerreros que existían. La guardia Suiza del Vaticano es un ejemplo de ello.
El pragmatismo o inteligencia práctica, no el pacifismo, fue la causa de que los suizos se retiraran de la política internacional, (el no pertenecer a la Unión Europea es un ejemplo de su independencia), a pesar de no tener ni recursos minerales ni alimentos sobrantes como no sean fuerza hidráulica y gran habilidad para hacer las cosas. Prueba de esto último es la historia de Daniel Jean Richard, un “herrero” que fundó la industria relojera suiza en el siglo XVIII.
En Suiza surgió la Cruz Roja, prestigiosa organización que se dedica a ayudar y socorrer a todas las víctimas de catástrofes o guerras sin importar afiliaciones políticas, raza, o religión. Su fundador Enrique Dunant recibió el primer Premio Nobel de la Paz que se otorgó (1901).
Lamentablemente en tan poco espacio no se puede hablar mucho de esta pequeña pero grande nación. No todo es perfecto en este país, hasta el sol tiene sus manchas, pero los suizos han logrado producir la mejor de todas sus obras, una sociedad democrática, sin rencores crónicos y sin pobreza. Un ejemplo para todas las naciones y para nosotros los cubanos, una “enseñanza”, pues les costó cuatro siglos aprender aquel pensamiento para todos los tiempos de Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Los suizos llevan más de 200 años de vivir en paz entre ellos y con los demás. Para hablar 4 idiomas, entenderse perfectamente y conformar un gran país, es algo que las demás naciones, incluyendo la nuestra, deberían imitar.
Verdaderamente Suiza da la hora al mundo desde hace mucho tiempo y no precisamente la del reloj.
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